«¿Cuánto sufrimiento puede aguantar una persona sin que algo se tuerza en su interior?», se pregunta Nóra Leahy, una mujer que en el mismo año ha perdido a su marido y a su hija y se ha quedado a cargo de Micheál, su nieto. El niño, de cuatro años, está famélico; sus extremidades, retorcidas; y ni habla ni anda, solo llora y se golpea.
Desde que Micheál llegó a su casa, en el valle se encadenan las desgracias. Nóra duda que ese niño sea el mismo nieto que conoció tiempo atrás, tan sano y guapo como su hija. ¿Y si es un niño postizo? ¿Y si Los Buenos tienen secuestrado a su nieto y han dejado en su lugar a un duende en forma de niño tullido? Si es así, Nance Roche, la mujer que vive sola en el bosque y que tiene el saber de las hierbas y las hadas, es la única que puede ayudarle a hacer que su verdadero nieto regrese.
A través de la historia de la Nóra Leahy, Nance Roche y Mary Clifford, la adolescente que ayuda a la viuda a cuidar del niño, en Los Buenos, la escritora Hanna Kent ficciona un hecho real ocurrido en un valle de Irlanda en 1826, en el que tres mujeres fueron acusadas de infanticidio. Al igual que hiciera en su primera y exitosa novela, Ritos funerarios, la autora rescata una historia real inquietante y desgrana los acontecimientos que llevaron al trágico desenlace. En el caso de Los Buenos, nos adentra en el folclore mágico de la Irlanda rural del siglo XIX, donde las creencias alrededor de hadas y duendes, que nada tienen de bonitas e infantiles, rigen el día a día de la gente. El trabajo de documentación que Hannah Kent ha hecho en esta novela es digno de elogio, así como su virtuosismo a la hora de ambientar y dosificar la tensión de la historia.
Los Buenos es una novela lenta, oscura y envolvente. Desde el principio presentimos que una nueva desgracia está próxima. Quizá, porque nos dejamos embaucar por las supersticiones paganas de los vecinos del valle, que ven malos augurios en el cambio de aires y en las ubres secas de las vacas. O, tal vez, porque sentimos la desesperación de sus protagonistas, personas incultas que buscan soluciones mágicas a sus problemas mundanos, por absurdas o crueles que estas sean. Y es que, como dice uno de los personajes de la novela, «Hay gente dispuesta a creer cualquier cosa con tal de no ver la verdad». Y eso es lo que hace Nóra Leahy para poder justificar sus malos sentimientos, para agarrarse a una esperanza, a algo que le asegure que todo irá bien de una vez por todas. ¿Cómo culparla? ¿Cómo perdonarla? Esos sentimientos encontrados son los que me ha provocado esta historia de pensamiento mágico y pasiones humanas, y por eso me ha encantado. Una lectura excepcional para comenzar el año, que quizá se cuele entre mis favoritas de 2018. Hannah Kent ha puesto el listón muy alto.
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