¿Alguna vez has tenido la sensación de que un libro estaba escrito para ti? A mí me acaba de pasar con Los cuentos de la niebla, de Laura Suárez. Ya lo intuí cuando leí su contraportada, donde pone que los cuentos de la niebla son esas historias que nos contaban nuestras abuelas o madres cuando éramos pequeños y que no sabíamos si creérnoslas, aunque ellas aseguraran que se las había relatado alguien muy cercano o lo habían visto con sus propios ojos.
Laura Suárez fue una de esas niñas que escuchaba embelesada los cuentos de su abuela, y yo también lo fui. Cada atardecer, me acomodaba en el regazo de mi abuela y me estremecía de miedo con sus historias de la Santa Compaña. Y la Santa Compaña, esa comitiva de ánimas en pena que se levanta a las doce de la noche del cementerio para recoger las almas de aquellos que van a morir, también hace acto de presencia entre las páginas de Los cuentos de la niebla, junto con otras figuras del costumbrismo gallego: las meigas que se dedicaban a expulsar el aire de difunto, San Campio, que ayudaba a los que sufrían el meigallo, y los vidoiros, que eran aquellos que avistaban la muerte antes de que se produjera porque accidentalmente habían sido ungidos en el bautizo con el óleo de la extremaunción.
En esta novela gráfica, Laura Suárez recupera cuatro historias de miedo del folclore patrio, para demostrarnos que nuestras historias son tan subyugantes como las que ocurren en tierras lejanas. Y las dibuja con una estética que recuerda a Marjane Satrapi, como acertadamente señala El Torres en el prólogo, lo que contribuye a aumentar la ambientación inquietante de cada uno de estos cuatro relatos: «La Santa Compaña», «El Aire», «El Demonio» y «El Vidoiro».
Dice Laura Suárez que el origen de Los cuentos de la niebla se remonta a aquella oscura tarde de lluvia en una aldea de Galicia, cuando su abuela, sentada al lado de la cocina de leña, empezó a hablar de una época en la que no había carreteras ni electricidad, los muertos vagaban entre los vivos y los meigallos eran tan reales como el hambre y la guerra civil. Y dice también que no sabe si ha escrito esta obra por su fascinación por ese mundo del que le hablaba su abuela, tan distinto al de ahora, o por su interés en que esa faceta oculta de nuestra cultura no caiga en el olvido. Con ambos motivos me siento inmensamente identificada como escritora, lectora y persona. Por eso, doy las gracias a la abuela de Laura Suárez por haberle transmitido esa atracción por las historias de otros tiempos, a la propia Laura Suárez, por haber creado esta maravilla para recuperarlas y, por qué no, a mi abuela, por haberme hechizado desde pequeña con el poder de las buenas historias. Leer Los cuentos de la niebla ha sido como volver a su regazo, y pocos libros me han provocado una sensación más especial que esa.
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