Los cuerpos extraños, de Lorenzo Silva
Si, ahora mismo, tú y yo abriéramos el periódico, o nos dispusiéramos a ver algún telediario, una de las palabras que se repetirían sin cesar sería la siguiente: corrupción. Vivimos en un país – España – en la que parece que todo el mundo se ha llevado algo y los que no lo hemos hecho tenemos esa cara de tonto – indignado, pero tonto al fin y al cabo – viendo cómo algunos nos hacen la peineta y otros, por aquello de las sangres azules revueltas, salen bien parados de un proceso que tendría que ser ¿igual?, para todos. Pero hete aquí que entre tanta inmundicia de vez en cuando sale a la luz algo, qué sé yo, una pequeña noticia, un pequeño texto, una gran novela, que te hace volver a creer – poquito, no os creáis, que uno empieza a estar demasiado escocido del asunto – en la humanidad. Si uno abriera, ahora mismo, Los cuerpos extraños se encontraría una historia que ya hemos oído en alguna otra parte, pero bien contada, con esa apariencia de estar leyendo algo cojonudo que sí, de acuerdo, lo admitiré, hace que nos cabreemos, hace que tal vez soltemos espumarajos por la boca cuando vemos la inmundicia trasladada al papel – eso de nombrarlo, escribirlo, y hacerlo real nunca ha tenido muy buena acogida ante el ser humano -, pero nos hace comprender que en este mundo de mierda en el que nos ha tocado vivir todavía hay esperanza para encontrar una historia en la que meternos de lleno y comprobar, de primera mano, que una muerte tiene aparejada, muy de cerca, una novela de las de hacer quedarte sin aliento.
Una alcaldesa de una localidad levantina es asesinada. Belvilacqua, Chamorro y los personajes que ya conociéramos en anteriores entregas, serán los encargados de desentrañar este crimen en el que la vida sexual de la fallecida es aireada y donde todo el mundo tiene algo que esconder. Porque ya se sabe lo que dicen: al levantar la alfombra, la mierda sale a la luz.
Que conste que yo necesitaba algo así. Algo como Los cuerpos extraños, digo, que me hiciera comprender que la realidad no está muy lejos de la ficción – o quizás siempre ha sido al revés, yo ya no lo sé – y que una historia, contada por Lorenzo Silva, es algo así como un golpe seco a la garganta que te deja sin respiración y que tienes que dejar reposar un par de días lo leído para poder digerirlo con todas las consecuencias. Esta nueva novela de su saga más famosa creo, firmemente además, que llega a un nivel mucho más avanzado de a lo que nos tenía acostumbrados el autor por un simple motivo: la lectura, fluida como pocas, va metiéndose de lleno en la piel de los lectores y no abandona su sitio hasta que el último punto y final – que nunca lo es, esperemos – haga acto de presencia. He escuchado por ahí críticas que empezaban de la siguiente manera: ¿para qué necesitamos una novela que nos cuenta la mierda que ya sabemos que existe? Pues precisamente para eso, para hacerla más real, para ver que la literatura no está alejada, como algún incauto se piensa, de lo que rige nuestras vidas. Y además, por una vez, leer frases sobre la corrupción, o de cómo la parte más cutre del ser humano sale a la luz, es un regalo para muchos de nosotros que, después de haber leído el periódico del que os hablaba antes, o de haber visto con estupefacción noticias en el telediario de dos minutos donde veías la injusticia en forma de autos de jueces que poco tenían de objetivo y mucho de prevaricación, luchamos a través de las letras por la visibilidad de una realidad que, silenciada o directamente manipulada, nos aprieta y nos ahoga.
Me pregunto, en uno de estos arrebatos de cuestionarme el mundo que me dan de vez en cuando, si esta novela era necesaria. Parto de la base de que creo que prácticamente todas las novelas lo son – salvo excepciones, claro, no vayamos de listos ahora -, pero es que Los cuerpos extraños es algo más que nos hace girar y girar en un mundo cada vez más estático y lleno de favores bajo mano, que Lorenzo Silva reproduce con tal perfección, con tal incisión, con ese disparo que suena en mitad de la noche y que nos deja el cuerpo en tensión, que sería imposible que alguien como yo no haya caído en sus redes. Somos lectores, y como tales, debemos ser críticos, debemos ver la realidad de frente y crearnos un juicio ante lo que nos sucede. Yo tengo mi opinión, por supuesto, pero aquí hablo de un libro, qué digo de un libro, de un novelón, que es como esos golpes de viento que te hacen tambalear, o como las puertas que, cerradas en las narices de uno, dejan el asombro y el estupor rayando la más absoluta de las indignaciones. Leed este libro, o mejor, vividlo. Como poco, eso es lo que se merece.