Estoy convencido de que muchos al oír el apellido Dalton pensáis automáticamente en John Dalton, el químico y naturista que, entre muchas cosas, desarrolló la teoría de la ceguera al color que él mismo sufrió y acabó popularizándose con el nombre de daltonismo. O tal vez penséis en la banda de rock/pop indie español. O puede incluso que recordéis aquella serie de dibujos animados del más famoso cowboy del oeste, un tipo rápido, más que su propia sombra, y al que los hermanos Dalton tenían un gran temor. Sí, esa serie: Lucky Luke.
Pero, también cabe la remota posibilidad de que seáis tan jóvenes que no hayáis pensado en nada de esto.
Bien. En mi caso, conocí a los Dalton por la serie. En ella los Dalton eran cuatro hermanos que robaban bancos y trenes, aparecían ordenados por altura de menor a mayor y siempre acababan en la cárcel, aunque también siempre terminaban escapando.
Pues resulta que esos hermanos existieron en realidad. Y no eran cuatro, sino quince hermanos, ¡quince!, aunque los que realmente pasaron a la Historia o, los que importan para el desarrollo de este cómic, fueron cuatro. Y lo más curioso es que estos forajidos del lejano Oeste comenzaron en el lado correcto de la ley siendo algunos de ellos representantes de esta o alguaciles.
Los Dalton es un largo flashback. Un flashback de cinco años que comienza en octubre de 1892, fatídica fecha para los hermanos y de ahí se remonta a noviembre de 1887, cuando Frank Dalton muere al servicio de la ley intentando detener a unos traficantes de alcohol. Por aquel entonces los Dalton eran incluso respetados en su ciudad, Coffeyville.
Pero no es cuestión de contar todo aquí y ahora. Lo interesante es descubrir por uno mismo cuando cambió todo. Por qué esos hermanos alguaciles y otro aspirante a serlo decidieron cruzar la línea y pasar a ser los perseguidos y tener sus caras en los míticos carteles encabezados con el típico “Se busca”.
Cabe mencionar también que por el camino se destila cierta crítica social y el sentir y pensar del momento. Hablamos de una época en la que los indios eran considerados unos salvajes y seres incivilizados y los negros, a pesar de haber pasado ya varios años de la Guerra de Secesión, otro tanto de lo mismo.
En el cómic también vemos que mucha gente temía a los hermanos pero, en cambio otros los veían como héroes. Hay que tener en cuenta que las empresas ferroviarias se estaban haciendo de oro, expropiando a los granjeros sus tierras a precio de risa y castigando a quienes no vendían con no poder beneficiarse del ferrocarril mediante el envío en ellos de su cosecha, encareciéndose así considerablemente el precio. Para mucha gente, la crisis del 73 fue debida a estas compañías y para los granjeros, los Dalton eran sus vengadores personales.
La trama engancha y mucho. Es como estar viendo una película. Es más. Estás dentro de una película. De una película de las buenas, de una en la que Clint Eastwood dirige y actúa.
Pero si la trama engancha, agárrate con el dibujo. ¡El dibujo…! ¡Joder! ¡Se caga la perra! ¡Pero qué pedazo de dibujo se casca Jesús Alonso! Ya me encantó su trabajo en El fantasma de Gaudí y en PDM (cómics que recomiendo mucho) y aquí ha vuelto a hacerlo. No he visto trazo malo. La expresividad de cada personaje, los gestos, la ropa, la ambientación típica de estas historias, y la elección del color… A veces lees sin darte cuenta de todos los detalles del dibujo, y entonces caes en que es así porque Jesús Alonso logra dotar al dibujo de la realidad necesaria para encajar la ambientación con la trama y convertirla en parte de esta.
Una edición de lujo que bien podría considerarse de lujo, un buen guion y un dibujo impecable conforman este libro. Los Dalton es otro cómic del que no se puede pasar este 2017, con el añadido además, de ser un dibujante español. Y van muchos este año, lo sé, está siendo un buen año, pero os aseguro que este es un sí o sí.