Para entender este libro primero se debe haber visto la película de 1970 El Topo, de Alejandro Jodorowsky. Quizás “entender” no es un buen verbo al hablar de alguna pieza de arte de Jodorowsky, pero vamos a tomarlo como una posibilidad. Tal y como cuenta en forma de prólogo a este libro el artista multidisciplinar chileno, Los hijos del Topo (Reservoir Books) nace como la única y la mejor vía factible tras darse cuenta de la imposibilidad de llevar este guion al cine.
En 1970, Alejandro Jodorowksy termina una película – El Topo – que ningún cine en la ciudad de Nueva York acepta, a excepción de uno con fama de nocturno y pornográfico. Desde la primera proyección, la sala de este pequeño cine neoyorquino se llena noche tras noche para contemplar lo que en poco tiempo sería una de las mayores obras cinematográficas de culto. Como anécdota os diré que John Lennon acabó comprando los derechos de la película y financiando el siguiente proyecto del chileno: La montaña sagrada (1973), en la que el protagonista iba a ser George Harrison pero se negó finalmente ante las exigencias del guion – os animo a buscar la razón concreta de su negación, seguro que no os deja indiferentes. Eso es Jodorowsky –. Pues bien, tras esta breve situación del contexto, es fácil que nos sorprenda que Alejandro Jodorowsky – alguien que los últimos años ha triunfado en el cine con La danza de la realidad o recientemente con Poesía sin fin, sumándole a ello sus múltiples bestsellers, sus talleres alrededor del mundo, su éxito con la psicomagia, etc. – no encontrase a nadie que apostase en su momento por la continuación de El Topo. Pero es así. Lejos de caer en la confortabilidad del éxito, Jodorowsky siguió – y sigue a sus 87 años – con la voluntad transgresora de mostrar lo que molesta a través de su ojo simbólico que todo lo penetra. Y como para él no hay obstáculos insalvables, el guion de esa continuación debía salir a la luz. ¿Cómo? Pues a través del cómic, otra de sus facetas artísticas. Y, ¿cuándo?, pues ahora, en 2016.
Gracias a las ilustraciones de José Ladrönn, Jodorowsky consigue al fin mostrar al mundo qué sucede en el devenir vital del Topo, ese ser tan “cristiano” – tomemos esta palabra como la similitud del personaje con Cristo – que busca mostrar la verdadera andanza del que todos tienen o tenemos como el Salvador. Igual que en la película, esta historia está llena de simbolismo, tanto cristiano como oriental, de clásicos como Platón y su caverna e incluso de contemporaneidad. Y es que Los hijos del Topo, al igual que El Topo, es una crítica directa a nuestra teovisión, a nuestra religiosidad, a nuestro canon celestial. Pero no solo eso.
Veremos en este cómic la diversidad de razas, etnias, culturas y religiones, veremos el grito de la inocencia infantil, veremos la mentira de la religión en masa, veremos la sangre que provoca siempre el héroe, veremos su lejanía y su caída y su realización y su posterior ascensión. Porque al fin y al cabo lo que siempre intenta Jodorowsky con sus historias – y estas son el mejor ejemplo – es destrozar, desbrozar el terreno que día tras día tenemos ante nuestros ojos y que ya hemos aceptado como “nuestro” para de esta manera ofrecer un terreno nuevo, limpio, puro, donde pueda crecer la nueva vida. Arrancar las malas hierbas, limpiar el camino, romper el muro. Para ver la luz. Esa luz que para todos debería ser un imperativo.
En este libro, el primero de la colección, se nos muestra la andadura de Caín, el hijo maldito del Topo que busca vengarse de su padre, convertido en un dios para la gente y venerado desde la más elevada mitomanía social. Envidia, coraje e impotencia explotan en este hijo como sombra del primer padre inserto en un ambiente irreal que fácilmente podría ser tan real como el nuestro. Dejamos a Caín en este cómic en un inicio de ascensión individual, en el comienzo de su vuelta a la colectividad tras una vida apartado, dejamos a Caín empezando a caminar hacia el encuentro de su madre muerta, de su hermano sensible: Abel. Dejamos a Caín a punto de enfrentarse a su otra cara, a su otra mitad, a su opuesto contradictorio.
Contradicción, esa es la palabra con la que empieza y acaba todo lo que lleva la firma de Alejandro Jodorowsky. Este cómic continuará, al igual que lo hará su arte. Incluso cuando él no esté.