Los lunes me odian, de Laura Santolaya del Burgo
Querido lunes: te odio. Así, con fuerza. Por hacerme levantarme y que empiece la semana. Por hacer que suene el despertador cuando todo podría ser un domingo eterno. Por hacer que se acaben mis vacaciones y tener que volver a la rutina. Por tantas cosas que hoy, que es lunes encima, te digo que te odio, con todas las letras, y con libro mira, que no todo iban a ser malas noticias. Y es que como dice el título, yo lo sé, Lo lunes me odian. Es una relación tensa, difícil. Cuando yo abro el ojo, cuando suena ese pitido que anuncia que se han acabado las horas de tranquilidad, vas tú lunes y te ríes de mí, que sí que sí, que yo he visto que te ríes de mí, con esa sonrisa de niño pequeño que ha hecho alguna trastada y a mí me toca hacer el papel de adulto. Sí, lo siento, te odio lunes, con toda mi alma, con todo mi corazón, pero reconoce que has hecho méritos porque te odie, porque te aborrezca, porque sí leche, que no se puede ser tan puñetero. Y aunque en el fondo me ría, tú sabes que yo no te tengo ninguna simpatía. Hoy, lunes, día infame y porculero, te escribo a ti, Don Lunes, Don Voy a matar a alguien, Don No me hables hasta que no me haya tomado mi café, escribo esta reseña desde el corazón, porque le odio lunes, le odio como sólo lo puede hacer un enemigo verdadero. Y como yo soy así, le deseo lo mejor con un libro, para que vaya haciéndose a la idea de que la batalla contra los lunes, contra ti, la he ganado yo y no tú. Querido lunes: le odio. Pero eso no significa que no pueda reírme de usted todo lo que me apetezca.
Si yo me levanto y es lunes, quien esté a mi lado sufrirá las consecuencias (y si antes no me he tomado un café, que se prepare, porque soy una mezcla entre la mala leche de Hulk y la de mi madre cuando veía que no había recogido mi cuarto). Laura Santolaya del Burgo lo ha explicado a la perfección en este libro que, vale sí, es una carta de odio a los lunes, a ese momento en el que se acaban las vacaciones, a ese michelín rebelde que asoma aunque metamos barriga y a ese trabajo al que entramos con las mismas ganas que iríamos a una conferencia de algún político de turno. Pero eso no impide que nos riamos, y hasta es más, que nos desconojonemos de nosotros mismos porque si yo tuviera que subrayar todas las veces que me he sentido identificado en Los lunes me odian a estas alturas más que un libro parecería los apuntes de la asignatura que me queda para licenciarme. Y hoy es lunes, y yo los odio, con fuerza además, apretando los dientes y el puño. Si los tuviera delante, si el lunes fuera una persona, los ahorcaría sin contemplaciones. Pero el caso es que a mí me va la marcha, y eso me convierte en alguien idiota, porque yo cada lunes me levanto con fuerzas para odiar, y desde que este libro, desde que p8ladas apareció en mi vida, me doy cuenta de que toda esa fuerza se puede convertir en sonrisa y oye, que otra cosa no sé, pero a mí siempre que me hacen reír tengo que decirlo, porque es tan escaso el don de la risa hoy en día que si un libro me hace soltar la mayor carcajada en el metro porque sí, porque soy yo el que aparece ahí, porque todos odiamos los lunes, y porque debemos unirnos para gritar: ¡a la mierda lunes, no has ganado la batalla!
Laura Santolaya del Burgo, diosa contra los lunes, escribe sin parar por favor, que yo necesito reírme, sin parar, casi perdiendo la respiración. Los lunes me odian somos todos, y en esa especie de aquelarre en el que todos nosotros, brujas y brujos, vamos con las antorchas a encender la pira, lo vamos haciendo de una forma diferente: sonriendo. Y oye, como que siente genial, que yo eso de reír lo practico mucho para acabar el día de otra forma, y resulta que me viene de perlas este libro, porque sí leche, que ya lo he dicho, que hoy es lunes y vosotros lo odiáis igual que yo, porque hoy empieza de nuevo el trabajo, porque hoy empieza de nuevo la semana (¡horror!) y porque quedan cinco días, CINCO, para que llegue otra vez el fin de semana. Pero no hay que desanimarse: abrid este libro, mirad una página (cualquiera, os lo digo de verdad) y después entrenad lo que los expertos dicen que alarga la vida: la sonrisa, el reírse, el descojonarse, el partirse la caja, el parecer idiota mientras vamos por la calle. Porque cuando nos quede un minuto libre, después de haber estado enfangados en la mierda más absoluta de los lunes, podremos recordar que con los libros también se ríe y que merece la pena.
Querido lunes: le odio. Pero me voy a la cama con una sonrisa. Si le fastidia, hágaselo mirar.