Los niños no vienen de París

Los niños no vienen de París, de Montse Domenech

los niños no vienen de paris En el mundo de la paternidad, existen algunos momentos cruciales que hacen que los pelos se pongan como escarpias y la gota gorda resbale por la sien. Un ejemplo, cuando tu hijo empieza a preguntar por qué con todo lo que ve a su alrededor. Tú le miras como si un tren estuviera viniendo a toda velocidad hacia ti, intentando encontrar la respuesta correcta a su pregunta. Pongamos otro ejemplo más concreto: ¿papá/mamá, qué es el sexo?. Hoy en día, aunque las cosas hayan avanzado mucho, los padres pueden verse con esa misma gota colgando de la cabeza y recorriendo toda la cara, ante preguntas que tengan que ver con la palabra prohibida, la palabra tabú, una que es ni más ni menos: sexo. Cierto es que la enseñanza sexual hoy en día es pública, accesible (quizá demasiado) y no tendría que haber problema a la hora de saber responder a algunas de las cuestiones que nos planteen nuestros hijos. Entonces, ¿por qué todavía existe esa reticencia a hablar de sexo con nuestros hijos? ¿Hay algo malo en ello? ¿No es mejor, acaso, una enseñanza adecuada que no una enseñanza caótica de la que luego nos podamos arrepentir? Eso es lo que se debió preguntar Montse Doménech y eso es lo que vamos a intentar trasladar en esta reseña.

 

“Los niños no vienen de París” aunque sea el título de este libro, bien podría ser la frase que algún padre proclamara a los cuatro vientos para atajar un tema que a los niños, cuando se hacen mayores, les empieza a interesar. Es ley de vida. Y luchar contra ello, es luchar contracorriente. Y es curioso que, después de mucho indagar, haya textos que hablen claramente de cómo educar a tus hijos, de cómo darle el pecho al bebé, de cómo educarle en el respeto y la tolerancia, pero apenas haya un par de títulos donde se hable de la sexualidad de una manera clara, directa, y sin artificio alguno para esconder el verdadero propósito. Puede que, después de todo, la sociedad siga siendo demasiado moralizante. Os planteo una pregunta: ¿si vuestro hijo/a os plantea abiertamente el tema del sexo, cuál sería vuestra reacción? Quizá la lógica: evitar el tema. Eso es lo que nos han enseñado desde pequeños: a tratar el tema del sexo cuanto más tarde mejor. Error, lectores. ¿De qué tenemos vergüenza cuando es una cosa básica para el desarrollo humano? Como bien dice Montse Doménech en este libro, ¿cuándo es el momento adecuado para entablar una conversación sobre el “temita”. Pues bien sencillo, “cuando afloren las dudas”. No hay nada mejor que, en este caso, aprehendernos del dicho “no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy” porque precisamente, dejarlo para más adelante, quizá sea demasiado tarde.

Una de las cosas que más me sorprenden hoy en día de los jóvenes cuando les oigo hablar en el metro o en un sitio público, es la familiaridad con la que conocen aspectos del sexo que yo, con su edad, prácticamente desconocía o ni siquiera me las había planteado. Será que los tiempos cambian. Pero como bien se explica en “Los niños no vienen de París” entender que una información adecuada, a tiempo, y bien expresada es de suma importancia para evitar contratiempos futuros, es algo tan vital que todos deberíamos acercarnos a este libro para entender que el sexo no es ese elemento prohibido, al que hay que mirar con vergüenza, y que al final se convierte en la piedra dentro del zapato que nos impide andar con normalidad. Desde luego, y hablo por mí, en su momento me hubiera gustado tener esa educación sexual que me faltó, y que de seguro me hubiera impedido cometer algunas locuras que, pensadas hoy, sucedieron en los albores de la adolescencia. Hay que tener una cosa clara: el sexo es una parte importante del desarrollo, y luchar contra ello es intentar poner puertas al campo. En una palabra: imposible.

Por ello se agradece que autoras como Montse Doménech hablen de una forma clara, abierta, directa y sin dobles morales, de un aspecto de la vida en todo hombre y mujer que no debería faltar, que proporciona felicidad, y que no debería convertirse en un motivo de sufrimiento o pesar en la mente de los jóvenes que son el futuro. Ellos hace tiempo que descubrieron la verdad que nosotros tardamos un tiempo en comprender, pero precisamente por ello, porque la información que puedan encontrar en ciertos ambientes puede no ser la adecuada, ¿no es importante, casi me atrevería a decir que vital, que podamos conversar sobre ello sin miedo a pensar que estamos cometiendo un error, sino todo lo contrario, que estamos haciendo crecer a nuestro hijo/a de la mejor forma posible?

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