Muchos piensan que es necesario observar para descubrir la verdad. Según el método científico, hay que observar las cosas para ver cómo se comportan. Este será el primer paso antes de seguir con la investigación que sea que vayamos a hacer. Pero antes hay que detenerse en los detalles, en lo que la cosa nos muestra, para poder conocerla de verdad.
Y yo creo que no. Que, cuanto más observamos algo, más mentiras nos refleja. Y ya no voy a hablar de cosas, sino de personas. No nos comportamos igual cuando alguien nos está viendo que cuando estamos a solas, sabedores de nuestra intimidad y nuestras persianas echadas. Hay una realidad de nosotros mismos que jamás reflejamos al mundo cuando nos observan. Entonces, ¿cuál es la verdadera identidad, la que mostramos a los demás o la que nos embarga cuando estamos solos?
El libro del que vengo a hablaros hoy trata este tema desde un punto de vista mucho más entretenido que el mío. Los ojos del observador, de Francisco Tedick, habla precisamente de esto a través de sus páginas cargadas de misterio.
Este thriller está protagonizado por tres personas: por una parte encontramos a García, un hombre extraño y solitario. Es controlador y maniático y su día a día se conforma por una serie de rutinas inalterables que le hacen sentirse mejor. También encontramos a María Luisa, una mujer que vive en la calle y la que muchos podrían tachar de loca ya que dice ver una puerta que nadie más ve. Y, por último, conocemos a Abilio, un profesor —también bastante extraño— que investiga una teoría de la física cuántica que dice que las partículas se comportan de una forma diferente cuando son observadas.
Pero pronto, a unas cuantas páginas del comienzo, nos encontramos con la muerte de Abilio. El lector se dará de bruces con esta muerte y no entenderá nada. ¿Quién tendría motivos para matar a un profesor? ¿Qué tienen que ver los otros dos personajes? ¿Por qué el profesor estudiaría esa teoría en secreto? Un sinfín de preguntas que se amontonan en la cabeza del lector y que le harán querer avanzar rápido en la historia para poder resolverlas.
Son varias cosas de este libro las que me han llamado la atención. Por una parte, están los personajes tan extravagantes que ha escogido el autor. En particular, me ha gustado mucho cómo está construido el personaje de María Luisa. Es interesante y diferente y eso le da un toque especial a la novela. Además su historia es de las cosas que más me han gustado de este libro, así como su evolución. Los otros personajes también me han llamado la atención, pero si tuviera que quedarme con uno de los tres sería con este, sin ninguna duda. Y creo que esto es imprescindible a la hora de escribir un libro: dar personajes con los que el lector conecte de manera sincera. Francisco nos da tres opciones a elegir y creo que cualquier que lo lea sabrá elegir a la perfección pasadas unas cuantas páginas.
Otra cosa que me ha llamado la atención es la narración. Francisco Tedick utiliza un estilo muy cuidado, poniendo énfasis en todo lo que escribe y esmerándose por transmitir al lector mucho más que una historia. Esto lo consigue haciendo que los diálogos pasen a un segundo plano, ya que la voz del narrador —en tercera persona— es lo que de verdad importa aquí. Y esto llama la atención porque no es usual encontrarse con una novela de misterio en la que la narración sea más protagonista que los diálogos. Las novelas negras suelen ser ágiles, rápidas, sin descripciones y evitando la chicha. En cambio, Los ojos del observador tiene un ritmo más pausado, donde el misterio es importante pero la narración también. El lector sabe que se enfrenta a un asesinato y por ello tiene ganas de saber quién es el responsable del mismo, pero también es cierto que pronto se da cuenta que detrás de esa historia, de ese asesinato, hay mucho más. Y es por ello que no le importará deleitarse con el ritmo de esta novela, más pausado de lo que uno se espera al tratarse de un thriller, pero necesario para resolver todo lo que se avecina.
Y en este tema de los ritmos y el narrador, viene la tercera cosa que llama la atención: el uso por parte del autor de los cambios de tiempo. Si bien dije al principio que el lector se encontraría muy pronto con el asesinato, no debemos pensar que la historia de Abilio se quedará ahí en un limbo sin más. Lejos de seguir esta teoría, volveremos al pasado en varias ocasiones para analizar la vida del profesor y descubrir así, pasito a pasito, todo lo que ocurrió con él. Esta es una técnica que me gusta especialmente porque en las novelas negras lo normal es que la vida del asesinado se descubra gracias a las investigaciones policiales. Es decir, que la trama siga avanzando a la vez que nos da todos los datos que necesitamos saber. Pero en este libro la información la conoceremos de primera mano ya que iremos al pasado para saber cómo era la vida de Abilio antes de que lo mataran. Eso le permite al lector deleitarse con varias historias paralelas a la vez que no pierde el interés en la trama principal. Se entretiene conociendo más detalles y tiene más tiempo de elucubrar e imaginarse por qué el autor le está dando tanta importancia a esas tramas secundarias.
Es un libro que he disfrutado y que me ha parecido distinto a las últimas novelas de misterio que he leído en los últimos meses. Es reflexiva y no solamente intenta que el lector descubra quién es el asesino, sino que su misión es también que este se vuelva más pensativo y que vea la importancia de los detalles. Además, no podemos olvidar aquella teoría que estaba estudiando Abilio y que ganará protagonismo y fuerza con el paso de las páginas. Este acercamiento a la física cuántica será toda una revelación para el lector incluso dándole motivos para que su cabeza se entretenga pensando en cosas como qué es la conciencia a la vez que mira por el retrovisor porque sabe que el asesino anda muy cerca.
Interesante y la verdad que no lo conocía, ¡me lo apunto! Saludos