Los poseídos, de Elif Batuman
El título “Los poseídos” viene de la traducción original del libro “Los demonios”, de Dostoievski, que sirve como excusa a Elif Batuman para hablar de su propia posesión, la de la literatura rusa. De hecho el subtítulo es “aventuras con libros rusos y con las personas que los leen”. Hasta aquí no hay nada con lo que cualquiera no se pueda sentir identificado. Desde luego yo mismo podría. El problema es que una persona normal y corriente se apasiona por la literatura rusa y lee muchos libros, mientras que Elif Batuman se obsesiona, aprende el idioma e inicia una carrera académica en Stanford sobre ella, además de viajar a Rusia y Uzbekistán para aprender más sobre el terreno. Lo de la carrera académica, por cierto, es algo que misteriosamente siente la necesidad de justificar como si existiera un abismo entre la práctica de la literatura y su estudio, como si fueran mundos separados e inconexos.
La autora de los poseídos, dicho sea de paso, además de una obsesión tiene algo un tanto menos infrecuente, una mente brillante. Y un gran sentido del humor. Ninguna de las cuales, por cierto, impide reconocer que, por decirlo coloquialmente, esté fatal de la cabeza. Por ejemplo porque para solicitar una beca que le subvencione un trabajo de campo en un congreso sobre Tolstói que se celebra en Yásnaia Poliana, en el que realmente lo que quiere es únicamente impartir una conferencia pero a eso le corresponde una beca menor, decide proponer una investigación sobre el posible asesinato de Tolstói. Y para ello colecciona pruebas circunstanciales de sobra conocidas pero con el enfoque que precisa. Y le queda convincente. Siniestro y delirante, sí, pero convincente.
Me ayudó a reunir dos mil dólares de los fondos del departamento a cambio de escribir un ensayo sobre el papel que desempeñaba Lazhéchnikov en el imaginario cultural ruso y también de tomar fotografías de la casa de Petersburgo donde vivió Maksim Gorki. (Copié mal la dirección y acabé fotografiando un Yolki-Palki cercano: un restaurante de estilo rústico, con motivos decimonónicos, perteneciente a una cadena de comida rápida asequible para todos los bolsillos. Como me pareció extraño que los rusos hubiesen convertido la casa de Gorki en un Yolki-Palki, recuerdo haber entrado después para comer un pirozhok y meditar sobre los caprichos de la historia)
Aunque el leit motiv de los poseídos sea la literatura rusa, los pasajes que mejor funcionan desde el punto de vista narrativo son los que describen la experiencia de Elif Batuman en Uzbekistán, experiencia que es una excusa perfecta para dar rienda suelta a la divertida y original mirada literaria de la autora. Y un poco caustica también, cuando quiere.
Por el contrario, cualquier cosa que aprendieras sobre los uzbekos mientras estudiabas su lengua era algo largo y difícil de comprender. ¿Qué sabía yo sobre Uzbekistán una vez me enteré de que el uzbeko antiguo tenía cien palabras para “llorar”? No estoy segura, pero no parecía un buen presagio para mis vacaciones de verano.
Los poseídos habla de literatura, sí, y el enfoque es a la vez el de una lectora apasionada y el de una académica brillante, pero es probable que las múltiples y muy interesantes reflexiones que Elif Batuman se plantea y nos plantea en este libro, resultasen un tanto áridas de tratarse de una obra divulgativa o académica. No vivimos la obsesión por la literatura rusa sino su obsesión por la literatura rusa, y va acompañada, como no puede ser de otra manera, de gran parte de su vida.
El mayor escritor didáctico del uzbeko antiguo fue el poeta del siglo XII Adib Akhmad Yugnakiy. Éste, que sufría de ceguera congénita, demostró su visión poética sobrenaturl de muchas formas; por ejemplo, moldeando con alubias cocidas la forma de un carnero, animal que nunca había visto antes.
̶Un carnero̶ repitió Dilorom.
Y trazó en mi cuaderno el dibujo de una alubia seguido por otro de un carnero. El animal tenía un aspecto dulce y enfermizo y unos cuernos enormes. ¿Quién era el verdadero genio: Yugnakiy o el tipo que cuando vio las alubias mezcladas por un poeta ciego dijo que era un carnero?
Hay muchas cosas que Los poseídos parece y no es. No es un ensayo, ni una obra académica, tampoco es una novela, ni un diario ni una obra exclusivamente autobiográfica y desde luego no es lo que se podría deducir de su horrible e increíblemente desafortunada portada. Pero hay algo que sí es sin ningún género de dudas: un libro interesante, inteligente y divertido. Tampoco hacen falta muchas más etiquetas, ¿no creen?
Andrés Barrero
contacto@andresbarrero.es
@abarreror
Me alegra saber que finalmente lo leíste, y más si descubriste en él “un libro interesante, inteligente y divertido”. Por cierto que coincido plenamente contigo en lo fea que es la cubierta.
Un abrazo 🙂
Jud