Los proyectos Manhattan 3, de Jonathan Hickman y Nick Pitarra
El actual panorama en el mundo de las novelas gráficas y los cómics – porque aunque no lo parezca, entre los dos conceptos hay diferencias – me hace preguntarme siempre por qué he tardado tanto tiempo en meterme de lleno en este universo. Puede que fuera por todos esos discursos que escuché en los que este tipo de publicaciones se tachaban de lecturas para niños o que, simplemente, eran para personas raras – entendiendo el término “raro” como alguien del que había que alejarse a toda costa -. Eso es lo que se llama, de toda la vida, prejuicio. Y como yo, que nunca he pretendido que este tipo de cosas sean las que dicten lo que yo debo o no debo leer, me metí en este mundo del que ya no he podido salir por recomendación de otros libreros de confianza o porque, simplemente, un buen día decidí abrir uno de ellos y ya no pude parar. En cualquier caso, y sea como fuera, descubro con estupor y satisfacción una serie como son Los proyectos Manhattan como si yo fuera un niño con zapatos nuevos – qué tiempos aquellos en los que todavía importaban esas cosas – y que en esta tercera entrega se supera y nos trae un relato que ahonda mucho más en lo que ya nos contaran los dos volúmenes anteriores y que trae mucho más mala leche, más ciencia – igual a maldad en estado puro – y otras muchas conspiraciones que no desvelaré para no aguarle la fiesta a nadie, pero que ponen el punto perfecto a una historia que parece escrita estando puesto de ácido lisérgico y que es todo un desafío para los sentidos que nos anclan a esta realidad tan, llamémosla de una forma políticamente correcta, aburrida.
Imaginaos por un momento – puede ser sólo un segundo o más tiempo, lo dejo a vuestra elección – una historia en la que científicos como Einstein o Feynman hacen acto de presencia y no son todo lo buenos que cabría esperar – de hecho, imaginad que son los villanos de esta historia y que estáis en sus manos como no os habríais creído nunca -. Después, pensad en una historia en la que unos proyectos – los Proyectos Manhattan del título – son algo así como una oportunidad para estudiar la genética humana y mejorar la raza humana. Después, cuando ya os hayáis vuelto un poco locos, pensad en lo que podría pasar si algunos de los personajes que están al cargo de esta misión también son Laika la perra astronauta, o un nazi que el único planteamiento que tiene en su vida es la destrucción y lanzar cohetes a diestro y siniestro, o incluso un hombre que, en realidad es un dron y que lo que pretende es destruir todo lo que se ha creado hasta el momento. Pues todo eso y mucho más – pero el más me lo reservo porque merece la pena abrir esta colección a la voz de ¡ya! – es lo que han creado las mentes de Jonathan Hickman en el guión y Nick Pitarra en el dibujo, para que todos los que amamos el mundo de la novela gráfica y de la ciencia ficción, nos veamos salivando cada vez que un nuevo tomo sale a la luz.
Dicho así puede parecer que yo me he vuelto loco y que esta historia es una especie de argumento sin sentido que intenta meter en sus páginas parches de otras historias, pero eso no es la realidad. Lo que tenemos en Los Proyectos Manhattan es una locura, sí – sería totalmente absurdo negarlo -, pero es una locura que engancha y que sorprende por la cantidad de referencias a la ciencia, por su poca corrección política – el momento, en este tomo, en el que aparece J. F. Kennedy es impagable – y por su poca fijación por intentar vendernos una moto que no se sostenga. Lo que aquí hay es el todo por el todo, y de eso tiene que ir nuestra experiencia como lectores de esta historia: saber que lo que no vamos a encontrar puede significarlo todo, y que habrá de todo. ¿No se trata de eso, al fin y al cabo? Los amantes de la ciencia ficción se verán recompensados, los amantes de la novela gráfica se verán también recompensados, y lo que es más importante, los que se metan de lleno sin ser amantes de los dos géneros antes mencionados, podrán encontrar el primer paso para que lo están a punto de descubrir.