Los Restos del Día, de Kazuo Ishiguro
Me tenía que haber leído este libro en inglés. Si alguien me hubiera avisado, ya me hubiese encargado yo de afanarlo de un sitio u otro. Pero ya no hay remedio. Está leído, y está leído en nuestro querido y rico castellano (que no es poco).
Os comento lo del inglés, porque la historia del libro y sus protagonistas se mueven en torno a la alta sociedad inglesa. Una sociedad que se expresa (o se expresaba, que todo decae en esta vida) en ese posh queen’s english que (a mí personalmente) me gusta escuchar y, en la medida de mis posibilidades, hablar. Un inglés adornado con frases condicionales, y futuribles que lo hacen un tanto más educado; de pronunciación lenta y sin muletillas. Entre nosotros, el inglés de Hugh Grant.
Y es que la sociedad inglesa creo que es una de las pocas en las que aún se conserva algo de esas familias de rancio abolengo, de esas superpijas que mandan a sus niños a estudiar a Eton, para que luego se licencien en Oxford o Cambrige. Familias que se mueven en un entorno claramente separado de aquel en el que nos movemos los ciudadanos de a pie. Son las personas que, queramos o no, manejan los grandes hilos de la política y economía mundiales a partir de decisiones tomadas en la sala de té de la mansión familiar de turno, mirando al inmenso jardín. Pues bien, Kazuo Ishiguro mueve a los personajes en ese entorno como a pececillos en agua clara.
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La novela narra el viaje de Stevens, el mayordomo de la -imaginaria- mansión de Darlington Hall hasta Weymouth, donde espera encontrarse con Miss Benn, su antigua ama de llaves. Aunque el libro se reparte por las etapas de ese trayecto, en realidad el viaje no es más que un conducto poroso por el que se van filtrando las vivencias que Stevens ha ido acumulando durante los más de treinta años en los que ha vivido y servido a su señor en Darlington Hall.
Se trata de un relato con muchas facetas por explorar y disfrutar. Y digo lo de múltiples facetas, porque me resulta imposible explicar este libro como una única historia o desde una visión simplista. Cada historia es un color, el viaje es la paleta, y el matiz resultante es la novela.
Vayamos a por el primero de esos colores. La relación de Stevens con el resto de personajes: Lord Darlington, su señor, al que idolatra y sirve con una fe ciega que roza lo enfermizo; Miss Benn, con la que se mueve en el filo de la cuchilla oscilando entre el amor y la relación profesional; y su padre; relación aséptica y totalmente carente de emociones. En todos estos casos el autor refleja con maestría la contención hecha persona en nuestro mayordomo. La represión de emociones como parte de lo que Stevens concibe como profesionalidad.
Por otro lado está el color de su trabajo. Su cuidado en la organización del servicio y de los eventos políticos que tienen lugar en Darlington Hall. Su relación con los pocos mayordomos que aún conservan las antiguas tradiciones. Y claro, este color se mezcla a la perfección con el de las relaciones humanas, puesto que para Stevens, su trabajo es su vida.
Y por último están los colores del viaje: los verdes de las praderas, los rojos de los atardeceres, los azules de su llegada al mar, los grises de la negación de su antiguo señor (antes que cante el gallo por segunda vez, me negarás tres veces…).
Y todo combina a la perfección para conformar un matiz intenso, y elegante. Pero de intensidad calma; contenida. Como su protagonista. En definitiva, quien lea este libro encontrará un Manual de las Buenas Maneras, un amor reprimido que lucha por escapar a cada página, y un retrato de la alta sociedad inglesa con la segunda guerra mundial como telón de fondo.
Un libro para aquellos que disfruten de una pluma con mucho de aristocrático y refinado…
Francisco Sánchez Cid
Bueno, así conoce uno a esa clase a la que nunca pertenecerá.
Muy interesante lo que apuntas del inglés.
Por lo que cuentas de este libro, parece de esos libros para leer con calma disfrutando de cada línea…leyendo al estilo inglés, en el jardín de tu casa con tu refresco o tu té disfrutando de la serenidad que en algunos momentos te ofrece la lectura.
Me lo apunto.
Kerícolo
Que tal tocayo!
Muchas gracias por tu comentario. Casi puede decirse que recibo un comentario de la “alta sociedad bloguera”. Todo un honor 🙂
Pues si, queramos o no, hay una alta sociedad con la que es difícil codearse y que maneja muchos hilos que nosotros ni siquiera intuimos. De hecho creo que el ejemplo más cercano es el de la crisis economico-financiera en la que nos han metido unos pocos…
Hay un pasaje genial en el libro, en el que tres o cuatro “lords” preguntan a Stevens por “asuntos de política internacional” para probar su incompetencia…
Es que el libro tiene detalles muy buenos.
Bueno Kerícolo,
Creo que has escrito con claridad el primer manual de lectura de este libro 😉
Por cierto, suerte con tu blog, que veo que aún es joven. Espero que vaya para largo, porque me gusta lo que escribes.
Gracias por el piropo,yo también espero que vaya para largo,yo también os deseo a vosotros “larga vida al blog” como decían los antiguos aunque ellos se la deseaban al rey, claro.
Saludos
Muy buena reseña! Te dejo un link este domingo en Lo mejor de la quincena.
Qué bien! Es todo un lujazo que a uno lo enlacen como “Lo mejor de la Quincena” desde Blog de Libros :-))
Un saludo,
Francisco
Lo que me fascina de Ishiguro es que sea capaz de escribir esto y luego algo completamente diferente. No sé si has leído otras obras de este autor pero te lo recomiendo encarecidamente. Escribí un artículo al respecto para Lecturalia: http://www.lecturalia.com/blog/2009/07/19/kazuo-ishiguro-la-roca-negra/
Que tal Gabriella,
Acabo de leer tu artículo en lecturalia y, aparte de parecerme muy bueno, la verdad es que me da una información que te agradezco enormemente.
Éste era el primer libro que me leía de Ishiguro, y lo leí por casualidad (voy a la biblioteca de la playa y cojo un libro no muy pesado y que pueda devolver en 2 semanas…). Y enseguida me dí cuenta de que este tipo es un artista. Pero lo que no sabía es que además posee la versatilidad que tú apuntas en tu artículo.
Así que me lo apunto, a ver si se vuelve a cruzar en mi camino…
Coincido en toda la introducción sobre Ishiguoro.
Además de la buena narración, uno respira costumbre inglesa en cada línea. Es una excelente manera de conocer a la aristocracia inglesa que se sale de la idea base de Londres y se mueve por los clásicos poblados británicos. Uno hasta puede pensar el acento cuando lee los diálogos.