Vivo en un pueblo muy pequeño donde el tiempo corre muy despacio. Acostumbrada al ruido y el ritmo de Madrid, vivir en una aldea de cuarenta habitantes me parece algo difícil de comprender. Lo bueno de ser tan pocos es que todos somos conscientes de que los demás existimos. Aunque esto suene a tontería. Si uno no va a trabajar, el vecino se preocupa porque ve su coche aparcado y puede que haya sucedido algo. Si una señora no va a dar el paseo diario, es probable que le haya sucedido algo. Incluso nos enteramos de si alguien cambia el súper donde suele hacer la compra solo viendo las bolsas que trae.
Y puede parecer algo tóxico, o incluso agobiante. Pero eso es lo que pasa cuando unas pocas personas viven una misma realidad: nos acostumbramos tanto a nosotros, a vivir en piña, que si las cosas cambian nos damos cuenta de inmediato.
Por eso me ha resultado tan fácil adentrarme en las historias contenidas en Lotavianos. Este libro, escrito por Damián H. Estévez, nos presenta una isla: Lotavia. En ella todos los ciudadanos viven sus diferentes vidas, muy distintas entre sí y a la vez demasiado parecidas. Cada uno tiene sus peculiaridades y sus propias experiencias, incluso es posible que dos personas vean un mismo hecho desde dos perspectivas completamente distintas. Durante el transcurso de las páginas encontramos personajes tan variados como una mujer que viaja a España llevando consigo el féretro donde descansa eternamente su marido o una farmacéutica cuya única cosa que le atrae de la vida es la belleza.
Dentro de Lotavianos hay lugar para todos. Para locos, cuerdos, raros, normales, buenos vecinos, no tan buenos, especiales, educados, de los que es mejor echar de comer aparte y un largo etcétera. Porque aquí, dentro de estas páginas, encontraremos lo que siempre nos encontramos cuando nos atrevemos a mirar más allá de nuestro ombligo: historias. Y es que cada uno tenemos la nuestra, y es precioso levantar la mirada y observar la de los demás para darnos cuenta de cómo las viven, cómo reaccionan y cómo se enfrentan a esto que nosotros llamamos vida.
Encontrarse dentro de este libro de Damián H. Estévez es muy sencillo. Puede que muchas de sus historias te parezcan extrañas o incluso extravagantes, pero te aseguro que llegará un momento, un instante preciso, en el que dentro de tu cabeza sonará un «click», como si alguien hubiera accionado un interruptor, y te darás cuenta de que te estás viendo a ti mismo. Que ese autor, al que no conoces y cuya pluma es muy posible que sea la primera vez que pasa por delante de tus ojos, ha conseguido captar tu esencia. No me refiero a que vayas a encontrar tu propia historia dentro de este libro, eso sería algo muy difícil —que no imposible, vaya por delante—, pero es muy posible que encuentre tu esencia. Es muy posible que, al leer uno de los relatos, te veas reflejado en él porque piensas que tú habrías actuado igual de haber estado en la piel de su protagonista. O puede que los sentimientos que te transmita ese relato sean tan fuertes que se lleguen a identificar con alguno de los que descansan en tu interior.
Dentro de este libro todo es posible.
Y para que esto sea así, hay que dejarse llevar. Hay que querer sumergirse en las letras de Damián, que han sido elegidas cuidadosamente y con mucho respeto. Y a este punto quería yo llegar: el de la narrativa. Leer a Damián ha sido un viaje. Ha sido una teletransportación a una tierra en la que nunca he estado, pero que me ha resultado tan familiar que parece que ayer mismo vine de allí. Nos vamos hasta Canarias, a una isla como otra cualquiera, repleta de gente y de historias, y también de lenguaje. Damián se asegura de que todo esté perfectamente atado y que todo tenga sentido, por supuesto el lenguaje aquí tiene un papel fundamental. Gracias a sus palabras, típicas y no tan típicas, pronto entraremos en un ambiente creado especialmente para este libro. Es una parte esencial de Lotavianos, y estoy segura de que el lector sabrá adentrarse en él y disfrutarlo como el autor pretende que haga.
No me gustaría terminar esta reseña sin decir que lo que más me ha gustado del libro es que en alguna ocasión tenemos la oportunidad de ver un mismo hecho desde varios puntos de vista. Y esto es muy curioso de leer porque me parece esencial que nos demos cuenta de que a todos nos puede pasar una misma cosa y que ninguno de nosotros vamos a reaccionar de la misma forma.
En definitiva, se trata de un libro distinto, original y con un lenguaje trabajado que no deja nada al azar. Sin duda, un libro recomendado para el que esté buscando una historia de relatos distinta y que quiera pasar unas horas perdido en una lejana isla donde cualquier cosa es posible.
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