Ser madre nunca es fácil. Serlo en España es algo así como si de repente fuéramos una mezcla entre Indiana Jones y McGyver y tuviéramos que hacer frente a una misión para salvar a la humanidad. Salvarla, en todo caso, de las cacas y los gritos, pero salvarla al fin y al cabo. Y sí, es muy posible que ahora estéis pensando que qué narices hace un chico, un hombre, un tío, hablando de lo que es ser madre en este país, pero la verdad es que por varias razones uno ha tenido siempre diferentes relaciones que tienen que ver con la maternidad. Algo se me habrá pegado, digo yo. Y quizá por eso me detuve a leer Madre in Spain. Por eso y porque yo sigo a Señorita Puri como uno de esos admiradores que se ríen con las barbaridades que suelta por la boca – o por los dedos, en Twitter – y porque sus dos libros anteriores me hicieron reír y olvidarme por un instante lo que estaba viviendo. No hay nada mejor que tomarse las cosas con humor, con esa clase de humor que hace que nada importe demasiado o que, si lo hace, al menos nos provoque una sonrisa de “yo he estado ahí, sé de lo que hablas”. Ser madre en España es como abrir una puerta y darte con ella en la cara: al principio duele, pero luego todo sigue su curso y sólo te queda un pequeño morado para recordártelo.
Los libros de Señorita Puri tienen una característica principal: se ríen de sí mismos sin que importe. Eso, que puede parecer un error, no lo es en absoluto. Lo principal es saber reírse de uno mismo, de lo que nos sucede, de incluso aquellos conceptos que parecen sacralizados. Madre in Spain consigue que veamos la maternidad con unos ojos llenos de lágrimas, pero no de la tristeza, sino con una risa floja que se instala y no te suelta. Pero si con esto que estoy diciendo no fuera suficiente, aparecen de improviso algunos capítulos con unos alegatos de quitarse el sombrero. Y quizás algunos de los que aquí me leen pensarán que uno, de género masculino, no puede entender lo que nos cuenta la autora del libro, pero todo lo contrario. No hay nada más evidente, más crucial, más relevante, que leer y que te den ganas de admirar – más todavía – a quien lo escribe. Y aunque esos alegatos sean obvios, en su contenido, yo siempre he pensado que tendemos a olvidar decir aquellas cosas que, por obvias, se creen entendidas. No me corresponde a mí, por tanto, desgranar lo que sucede en esos dos capítulos concretos, pero sí que me corresponde decir que una vez leídos hace falta aplaudir que alguien ponga en palabras algo tan básico como la libertad, la tolerancia y el amor por los hijos. Si no me creéis, sólo hay que ponerse a leer.
Pero más allá de este momento serio que me ha entrado, Madre in Spain es diversión. Madres desquiciadas, hormonas revolucionadas, asociaciones de padres que bien pueden parecen mafias, los malditos festivales de disfraces del colegio, y un sin fin de anécdotas que, Señorita Puri, nos cuenta con su verborrea particular y que nos anima a reírnos sin tener muy claro que lo estamos haciendo. Tener hijos conlleva una responsabilidad que hay que tener muy en cuenta a la hora de decidirse. Porque de la misma forma que el amor hacia unos hijos puede ser la cosa más maravillosa que existe en el mundo, también lleva a su lado quebraderos de cabeza, ideas que acaban doblándote la espalda, noches de insomnio, y esa sensación perpetua de no saber si uno lo está haciendo bien o no. Pero en esas incertidumbres, en ese ir y venir de no entender lo que está sucediendo, saber cómo tomárnoslo es uno de los aspectos más importantes que existen. ¿Seríamos capaces de reírnos de lo que nos pasa o llorar sin ningún tipo de consuelo? En esta vida no todo es blanco y negro, eso está claro, pero si nos dieran a elegir, ¿por qué no hacer como Señorita Puri y mandarlo todo al carajo y empezar a reírse? Yo, si tuviera hijos, ya hubiera tomado la decisión. ¿Y vosotros?