Si hay algo incomprensible en su totalidad e inabarcable en su magnitud para la mente humana es nuestro propio universo. Algo tan enorme, tan complejo y tan perfecto que escapa a nuestro entendimiento de manera completa. Sospecho que nunca seremos capaces de comprenderlo en su totalidad pero es esa, precisamente, una de las características que hacen del estudio de la cosmología algo tan gratificante. ¿Cómo se ha configurado la imagen que tenemos hoy del universo? En Maestros del Universo (Editorial Crítica), último título de la colección Drakontos, nos ponemos delante del nuevo trabajo del escritor danés Helge Kragh que nos cuenta esta fascinante historia en un formato tan inusual como innovador donde se combinan elementos reales y de ficción: en una serie de entrevistas que un personaje ficticio realiza a los principales astrónomos y físicos entre 1913 y 1965. Entre los científicos entrevistados figuran todas las grandes figuras de la cosmología de aquella época. Gigantes de la física que contribuyeron de manera crucial al desarrollo de esta disciplina. El listado de físicos, por orden de aparición en el texto es:
– Kristian Birkeland
– Svante Arrhenius
– Karl Schwarzschild
– Hugo von Seeliger
– Albert Einstein
– Willem de Sitter
– Georges Lemaître
– Arthur S. Eddington
– Edwin Hubble
– George Gamow
– Fred Hoyle y Hermann Bondi
– Paul Dirac
– Robert Dicke
Es una temática compleja la de este libro. Helge Kragh intenta dibujar una línea temporal que perfila de manera sutil cómo han sido moldeados los conceptos que hoy definen la cosmología desde su génesis. Es agradable ver, además, como no huye de los conceptos de “cosmogonía”, “física cósmica” o “éter” que hoy pertenecen más a la historia que a la ciencia pero que en aquel tiempo, gozaron de importante relevancia.
La narración discurre de manera ágil de diálogo en diálogo. De entrevista en entrevista. Pero pronto vemos el conflicto. La sociedad científica, y la de la física teórica en general, es un cosmos poblado de grandes egos y plegarse a las bondades de la teoría de nuestra competencia siempre es un trago demasiado amargo. Así, con el paso de los años, el autor nos narra cómo fuimos pasando de la aceptación de la SST (Steady State Theory – Teoría del estado estacionario) a la teoría del Big Bang.
Hermann Bondi (matemático y cosmólogo), Thomas Gold (astrofísico) y Fred Hoyle (astrónomo) desarrollaron en 1948 la SST.
La idea fue presentada en dos textos: uno de Bondi y Gold, más descriptivo, titulado “The steady-state theory of the expanding universe”, y otro de Hoyle, más técnico, titulado “A new model for the expanding universe”. Bondi, Gold y Hoyle se revelaban contra la teoría del Big Bang. El universo había existido siempre. Eso del Big Bang era una “chaladura religiosa” y sonaba demasiado a creacionismo.
Georges Lemaître fue un sacerdote católico y astrónomo belga. En L’Hypothèse de l’atome primitif, essai de cosmogonie (1946) desarrolla su “Teoría del átomo primitivo“, la cual se conocerá más tarde como Big Bang. El modelo de Lemaître “adolecía” de suponer un universo extremadamente joven, y la SST, con su creación de materia y energía, resolvía este problema, puesto que defendía un universo eterno (sin principio ni fin):
“Gold tenía la idea de que si existiese un proceso de creación continua de materia, éste haría posible que el Universo siguiera en estado estacionario, contraviniendo su expansión y así el problema de la “edad” del universo desaparecería”.
El universo explicado por la SST estaría en expansión pero no cambiaría, y sería constante y eterno.
Como nos hace comprender el autor, a pequeñas dosis según avanzamos en el texto, la SST se basaba en el principio cosmológico perfecto según el cual, el universo sería homogéneo e isotrópico (uniforme en todas las direcciones) tanto a través del espacio como del tiempo: independientemente del instante y del punto del universo en el cual nos encontremos: el universo, a gran escala, sería el mismo. Esto, sin embargo se encontraba en contraposición con la otra corriente de pensamiento que recorría los despachos de los físicos teóricos de la época: el Big Bang.
De 1948 a 1955, la SST y el Big Bang se encontraban en continuo debate, pero a partir de 1955 la SST empezó a perder fuerza: La primera evidencia observacional que llevó la contraria a la SST vino de la mano de la medida de ondas de radio provenientes de las estrellas, hechas por primera vez por Ryle en 1955.
Martin Ryle (Premio Nobel de Física en 1974) había trabajado con Bondi, Gold y Hoyle en radares durante la guerra. Las fuentes de aquellas ondas de radio se situaron fuera de la Vía Láctea. Se habían observado más fuentes de ondas de radio débiles que intensas, de donde se deducía que había más fuentes lejanas que cercanas. Esto contradecía la SST. Luego, con el descubrimiento de la radiación de fondo de microondas en 1965 por Arno Penzias y Robert Wilson, la cual indicaba que el universo había sido más denso en el pasado, la STT quedó abandonada por completo. Penzias y Wilson recibieron el Premio Nobel de Física en 1978 por este descubrimiento.
A través de las entrevistas el lector obtiene una impresión viva y casi auténtica de los problemas que afrontó esta primera generación de los cosmólogos. Aunque las entrevistas son puramente ficticias, producto de la imaginación del autor, el contenido de los textos se basan en una cantidad ingente de información ejemplarmente señaladas en el capítulo de referencias. Argumentaciones basadas sólidamente en hechos históricos y complementadas con cuidadosas anotaciones y referencias a la literatura de la época. De esta manera el libro cumple a la perfección la función para la que fue diseñada: servir de puente entre la historia de la ciencia más erudita y la más divulgativa.
Para conocer nuestro futuro es indispensable comprender nuestro pasado. Helge Kragh sostiene y nos enseña que el SST aun estando equivocado, contribuyó de manera crucial al desarrollo de la cosmología moderna llevándola a ser lo que hoy es: Probablemente la disciplina científica más bella del mundo. ¿Queréis conocerla un poco mejor? Bucead en su pasado. Sumergiros en este libro.