No sé si será porque voy cumpliendo años o porque voy leyendo libros pero cada vez me cuesta más identificarme con una lectura. Y para mí, huelga decirlo, un libro es bueno si me identifico con él. No es cosa, la de identificarme, de temas, generaciones o géneros. Tampoco creo que sea cosa de autores o de forma de escribir. No sé, es un misterio por resolver, como aquel Secreto de las Fiestas que tanto busca Daniel Basanta en su adolescencia en un libro que menciono porque me ha venido a la cabeza muchas veces mientras leía esta primera novela de Manuel Jabois. La de Daniel Basanta es El Secreto de las Fiestas, escrita por Francisco Casavella y publicada por Anagrama, y esta, con Tambu como protagonista y publicada por Alfaguara, Malaherba, de, como he dicho, Manuel Jabois. Pues eso, con este sí.
Tambu es un niño raro, eso tiene que estar claro desde el principio. No sabría definir el concepto de raro pero sé que él lo es. Y tantos otros, como quizás yo o quizás tú. Seguro que sí. La historia que nos cuenta, cargada de humor y sentencias que subrayar, es la suya cuando tenía 10 años. Le llaman Tambu pero su nombre, o por lo menos lo que él dice que es su nombre, es Tamburino, que viene del Míster Tamburino de Franco Battiato, que viene del Mr. Tambourine Man de Bob Dylan. Vive dentro de lo que podríamos decir que es una familia desestructurada: un padre enfermo (con una vena rota en la cabeza y que muere dos, o incluso más, veces), una madre en cierto sentido ausente y despreocupada con un vocabulario donde predominan los insultos, algo que aprende muy bien Tambu (¿sabéis cuando un niño acaba de aprender un insulto y no para de repetirlo? Pues eso parece que pase con Tambu), y una hermana, Rebe, que recoge el testigo de lo que debería ser la figura de padre y madre y se encarga de serlo para su hermano pequeño. Junto con Rebe, Tambu se dará a conocer a la vida y nos lo contará desde algún lugar que no se especifica pero que todos podemos suponer visto su corto pero intenso recorrido vital, lleno, destacando sobre todo una, de trágicas hazañas infantiles.
El mayor descubrimiento de Tambu, desde la enfermedad de un padre al que lo que más le gusta es escuchar música mientras fuma con los ojos cerrados hasta el placer que parecen desencadenar en uno mismo las primeras pajas, es, por encima de todo, el de su “amigo” Elvis. Elvis es su vecino, tiene un año menos que Tambu pero van a la misma clase porque Tambu ha repetido, y también forma parte de una extraña familia, con un padre borracho que trabaja desde casa pero parece que siempre está en su descanso, una madre que no está y una hermana, Claudia, que se parece mucho a Rebe. Él será su compañero de descubrimientos, desde los más álgidos, como el amor más puro entre dos iguales sin necesidad de etiquetas, hasta los más trágicos, como ese juego de las tinieblas que acaba mal. Ya lo entenderéis.
Junto a Elvis, Tambu crecerá. Y crecer significa comprender pero también desviarse. Creciendo ya hay cosas que no son tan puras ni tan originales. Creciendo hay cosas que están prohibidas. Y eso es un problema para alguien que piensa que todos son imbéciles. Tambu tendrá problemas en clase, problemas en casa y problemas en sí mismo. Nos hablará de ellos, claro, igual que nos habla de Pontevedra, como un lugar mítico que se descompone, de sus barrios y de los yonkis que los habitan, entre los que destaca Malaherba, el más malo de todos los malos de ahí y que podría ser algo más de lo que a priori parece.
La infancia, como pasa en El Secreto de las Fiestas, en Abierto toda la noche o, cómo no, en El guardián entre el centeno (por ser algunos de los últimos de los que he hablado por aquí), ya hace tiempo que no es un lugar intocable. Ya hace tiempo que por fin puede ser algo que contar para olvidarse. Eso ocurre igual en Malaherba. Por cierto, libro que confesó hace poco Jan Martí, de Blackie Books, que le hubiera encantado publicar.
«Solo hay una clase de niños que prefieren el colegio antes que nada, y son los que no tienen familia.» Y en no tener familia caben muchas acepciones. Qué difícil debe de ser hablar tan bien y tan bonito de lo que significa ser niño. Un gran inicio en el mundo de la novela el de Manuel Jabois. Aunque, por otro lado, qué esperábamos.
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