Mónica Ojeda fue mi gran descubrimiento de 2016. Asistí a la presentación de Nefando, su primera novela, y me impresionó su discurso. Eso hizo que leyera su libro con unas expectativas altísimas, y aun así, las superó. En aquella historia rompió tabúes, se saltó las pautas clásicas de la narrativa y logró una de esas obras que quedan grabadas en la memoria, por mucho tiempo que pase. Así que imaginad las ganas que tenía de leer su nuevo trabajo, Mandíbula.
Mandíbula y Nefando tienen puntos en común, pero son muy distintas. Por ejemplo, en lo que respecta a la construcción de personajes. En Mandíbula profundiza mucho más en ellos y ¡menudas personalidades! Miss Clara es una profesora de treinta años que viste y se comporta como su fallecida madre. Meses atrás, unas alumnas la secuestraron y torturaron durante horas. Tras aquella experiencia traumática, su ansiedad, con la que convive desde la infancia, se dispara, y en semejante estado entra a trabajar en el Colegio Bilingüe Delta, High-School-for-Girls, donde Fernanda, Annelise, Ximena, Analía, Natalia y Fiorella tampoco se lo van a poner fácil. Fernanda y Annelise, best friends forever, lideran este grupo de adolescentes que «juega» a contarse historias de miedo y a demostrar su valentía superando retos cada vez más humillantes y violentos. A través de estos «juegos», descubren el lado más oscuro de sí mismas, ese en el que atraviesan los límites de lo moralmente permitido.
A diferencia de Nefando, Mandíbula sí tiene una estructura convencional. En la primera página nos pone en situación y, mediante flashbacks, nos cuenta por qué han llegado dos de los personajes hasta ese punto. Pero, al igual que en su primera novela, lo que destaca, lo que convierte a Mandíbula en una experiencia literaria fuera de lo común, es la reflexión filosófica que plasma Mónica Ojeda a través de la trama.
«Lo horrible, lo que en verdad nos petrifica los órganos, es lo que conocemos a medias; lo que tenemos cerca y, a pesar de ello, somos incapaces de entender. (…) Lo horrendo, quiero decir, no es lo desconocido, sino lo que simplemente no se puede conocer».
Ahonda en qué es el terror, pero también en las sombras de las relaciones maternofiliales, en la violencia y en el sexo. Y lo hace sirviéndose de las conversaciones de Annelise con Miss Clara, de las de Fernanda con su psicoanalista o incluyendo un ensayo sobre el horror blanco en la literatura de Lovecraft, Edgar Allan Poe, Mary Shelley, Bram Stoker, Chambers y Machen. Y es que Mónica Ojeda tiene un dominio pasmoso de la palabra y de los recursos literarios y, haga lo que haga, todo fluye y nos envuelve.
En Mandíbula, Mónica Ojeda nos pone de nuevo frente a la maldad más inextricable del ser humano y nos demuestra que «el miedo no es el qué, sino el cómo». Y aunque es una novela menos transgresora que la anterior, sigue estando por encima de la calidad literaria actual, por lo que me parece la lectura idónea para iniciarse en el perturbador universo de esta escritora ecuatoriana.
No me extraña que haya sido incluida en la lista de Bogotá que recoge a los treinta y nueve escritores latinoamericanos menores de cuarenta años con más talento y proyección de la década, porque es imposible que los lectores salgamos indemnes de su prosa. Y eso, en los tiempos que corren, muy pocos autores lo consiguen.
Sólo pienso, por qué no he leido nada de esta autora?. Esto hay que remediarlo y rapidito
Saludos
Hazlo. 🙂
Leer a Ojeda es toda una experiencia.