¿No os pasa que para algunos libros necesitáis cierto empujón que os anime definitivamente a leerlos? Pregunto esto porque yo en alguno de los Sant Jordi que nunca fueron de este fatídico 2020 fui a la librería de mi pueblo y me compré El infinito en un junco, el que podríamos decir que ha sido el libro revelación de este año. Pero aun sabiendo que me iba a apasionar, que probablemente se desmarcaría como una de las lecturas de mi año lector, fueron pasando los meses y nunca me acabé de animar a empezarlo. Lo miraba, me convencía de que ese tenía que ser el siguiente, pero siempre se adelantaba otro. Hasta ahora, o eso creo. Y es que hace unas semanas recibí en casa este Manifiesto por la lectura, de Irene Vallejo y que publica también Siruela, lo leí ayer y aún siento el escozor del bofetón que me dio recriminándome por qué todavía no he abierto El infinito en un junco. Será el siguiente. O no. Es que ya no lo sé.
Centrémonos en este porque es una auténtica maravilla. Nunca me ha gustado decir algo así pero creo que el Manifiesto por la lectura de Vallejo debería ser leído por cualquiera que sienta una pizca de amor por la literatura, por el libro como objeto y contenedor de historias, por la lectura como tabla de salvación, como barandilla en un balcón, que diría Núria Espert. Pero antes de nada, ¿qué es y por qué el Manifiesto por la lectura?
Según se nos cuenta nada más abrirlo, este libro nace de un texto que se le encarga a Irene Vallejo por parte de la Federación de Gremios de Editores de España para apoyar la propuesta de un Pacto de Estado por la lectura y el libro. Ella acepta, después se hace libro, y ella pide que los ingresos derivados de los derechos del libro sean destinados a ese proyecto. Y de un texto que podría ser pura propaganda (en cierto medida lo es, pero bendita propaganda la del libro) sale una genialidad. Otra más de Irene Vallejo. Porque aquí, y aun siendo un texto breve (el libro no mide más de 15 centímetros y está sobre las 50 páginas), está todo. Desde los orígenes de la escritura y de la lectura y del libro hasta ahora, hasta la época de las pantallas, de los clics, de la inmediatez. Y entre medias, un objeto imperecedero, perfecto, el libro.
Manifiesto por la lectura puede ser muchas cosas, pero por encima de todo es la carta de amor de alguien profundamente enamorado hacia el objeto de ese enamoramiento: Irene Vallejo y los libros. Pero como digo, también es otras cosas, y por eso nos encontramos entre sus páginas a Sherezade, a Don Quijote, a Pablo de Tarso, al poeta cordobés Ibn Hazm, a Lorca, Vargas Llosa, Martín Gaite o Luis Landero, entre muchos otros. Todo libro, toda historia, es la suma de muchas otras anteriores. Muchas veces mejorada, mejor contada. Irene Vallejo también lo es. La duda que tengo aquí es si podrá haber alguien después que lo cuente mejor que ella.
El libro como gimnasio para la mente y la inteligencia, el leer como acto de resistencia ante la prisa y la inmediatez que nos gobiernan, la lectura como base de la democracia. Los libros como sabiduría portátil, como máquinas del tiempo, como experiencias propias a partir de ajenas. Qué bueno es el texto de Irene Vallejo, de verdad.
En definitiva, un libro para regalarse, para tener siempre ahí a mano y abrirlo cuando asalten las dudas, un libro para no despeinarse, para calmar las aguas, para convencernos de que, leyendo, vamos por el buen camino.
¿Debería fastidiar todo esto diciendo algo en contra? Claro que sí, así soy. Pero lo pondré en boca de otro. Yo tenía el libro encima de una mesita del salón. Estaban unos amigos sentados en el sofá, uno de ellos lo vio y como hacemos todos lo giró, y dijo algo así como: «oye, la contra no se lee». Y es cierto, por el tipo de acabado que tiene la cubierta, el texto de contra no se lee bien. Pero ahora viene lo importante, ¿lo de dentro se lee bien? Creo que incluso demasiado, porque se lee en un rato y queda para siempre. Haced el intento, no os defraudará.