La meta de cualquier narración, no importa el género ni el medio, es conseguir que quien se acerque a ella quede totalmente atrapado. Para ello resulta esencial hurgar en ese lugar donde se aloja nuestra capacidad para sentir empatía; esa disposición innata que tenemos para encontrar semejanzas entre algunos de los aspectos de los personajes protagonistas o las situaciones que viven a lo largo de la historia y nuestro propio ser o nuestras propias vivencias.
En los cómics de superhéroes la idea es ponerte en el pellejo de uno de ellos. Así es cómo te sentirías siendo el portador de un martillo capaz de destruir a tus enemigos de un solo golpe. De esta forma treparías por los edificios de la Gran Manzana. Sí, tú que sufres de vértigo. ¿Y qué te parece lanzar hechizos con tan solo pensarlo? Nunca hubieras imaginado que ser una bruja pudiera molar tanto. Pero lo cierto es que no empatizamos con ellos por todo el poder que ostentan, sino porque en muchas ocasiones caen (para volver a levantarse), lloran (como hacemos nosotros), sufren pérdidas irreparables y viven momentos mágicos de máxima felicidad junto a la familia y amigos. Vemos en su lado más humano un reflejo de nosotros mismos.
Ahora bien, ¿qué me decís de ser un simple humano en un mundo repleto de superhéroes? Ser testigo de primera mano de enfrentamientos que pueden destruir media ciudad. ¡Tu ciudad! Ser el pobre tipo al que una llamarada perdida de la Antorcha Humana derrite su coche recién comprado. Quedar atrapado en un monumental atasco porque Los 4 Fantásticos están zurrando a un villano. Un fastidio, ¿verdad? Ver por televisión cómo el Capitán América acaba él solito con un escuadrón de soldados. ¡Sublime! A priori puede ser menos atrayente que estar en el pellejo de un superhéroe pero el concepto de Marvels, donde los humanos corrientes y molientes se llevan el protagonismo, lleva el cómic superheroico a otro nivel de realidad.
En Marvels, el guionista Kurt Busiek nos muestra lo que es el día a día del ciudadano de a pie, ese que vive en una gran urbe e intenta llevar una vida normal. La ciudad en cuestión es Nueva York y la normalidad pasa por convivir con seres especiales que aparecen y desaparecen creando el caos. Phil Sheldon es uno de esos ciudadanos, además de fotoperiodista freelance. Todo el cómic es una crónica contada por este hombre mundano que cámara en mano, y a lo largo de más de treinta años, seguirá las andanzas de Los Prodigios, que es cómo él los acabará llamando. Esto sirve de excusa a Busiek para mostrarnos los hitos más importantes de La Casa de las Ideas. Desde el nacimiento de la primera Antorcha Humana (no confundir con Johnny Storm de Los 4 Fantásticos) hasta la dramática muerte de Gwen Stacy. Pasando por el sentimiento desmesurado de patriotismo que el Capitán América inspiraba en la sociedad hasta ese miedo absurdo hacia el diferente que los mutantes de la Patrulla-X tuvieron que soportar en sus propias carnes. De esta forma el guionista nos muestra lo mejor y lo peor del ser humano: la forma en la que cae en constantes contradicciones por sentirse con el derecho a tratar a los superhéroes como si fueran de su propiedad, pero también ese júbilo, mostrado sobre todo por los jóvenes, por todas y cada una de las proezas con final esperanzador que los superhéroes regalan a la humanidad. Las dos caras de una misma moneda.
Quizá en otro tipo de cómic el dibujo de Alex Ross resulte demasiado ostentoso, pero en uno que intenta ser lo más realista posible resulta apropiado. Sus acuarelas, aguadas y la utilización en ocasiones del aerógrafo se conjugan para mostrarnos una ciudad de Nueva York repleta de vida, con edificios emblemáticos fácilmente reconocibles y calles atestadas de tráfico y transeúntes. Una ciudad que emana vida pero repleta también de claroscuros. En lo referente a dibujar superhéroes, Ross debe ser el único dibujante capaz de poner arrugas en trajes sin que estos parezcan disfraces cutres de carnaval. Y aunque su estilo humaniza sobremanera, y alcanza cotas de realidad nunca vistas en el noveno arte, no resta ni un ápice de espectacularidad a todas esas luchas que se suceden a lo largo de la obra. Y a pesar de ello, las mejores escenas, las de excelsa factura, están reservadas a situaciones más terrenales. Como ese momento dramático en el que una barahúnda de personas enardecidas crean el caos en las calles en busca de mutantes. O esa otra, la más hermosa y conmovedora escena del cómic, en la que una cándida Gwen Stacy se maravilla bajo la llovizna provocada por los vehículos submarinos de Namor y nos hace entender que la belleza está en los ojos del que mira.
En esta nueva edición que nos trae Panini Cómics, y al igual que ocurría con La Visión de Tom King, la mitad es cómic y la otra mitad son extras. Gracias a los extras podremos adentrarnos mucho más en la historia planteada por Busiek y descubrir todas esas referencias a las historias clásicas de las que el guionista se sirvió para crear Marvels. Y, sobre todo, valorar todavía más el gran trabajo de investigación que hay tras el cómic. Entre el cuantioso material extra se encuentra una galería con más de 50 ilustraciones en las que podremos deleitarnos con el soberbio arte de Alex Ross. Los Guardianes de las Galaxia, Capitana Marvel, Daredevil, Spider-Woman, entre muchos otros y en su máximo esplendor, forman parte de este extraordinario compendio de ilustraciones. A destacar esa otra sección (que yo he llamado “cameos”) en la que descubriremos que por entre las páginas de Marvels se pasean personajes como Stan Lee, Clark Kent y Lois Lane, e incluso Buho Nocturno y Espectro de Seda, ambos personajes de Watchmen.
En definitiva, el cómic Marvels es único por su enfoque y extraordinario por su dibujo, además resulta un respetuoso homenaje a todas esas historias y personajes que se convirtieron en los pilares sobre los que hoy se sustenta la editorial Marvel.