En mi casa siempre hemos tenido mascotas. Desde las típicas cobayas y canarios hasta animales de compañía más insólitos como un caracol, un ratón canguro del desierto, o un pato. El preferido, sin duda, fue mi primer gato. Lío era un enorme gatazo naranja que llegó a casa cuando yo tenía diez años y me acompañó hasta que tuve 26 años. Dieciséis años de amor gatuno incondicional.
No entiendo a la gente que no le gustan los animales. Los respeto, pero no los entiendo. O esa gente que dice que no quiere tener un perro o un gato porque les daría mucha pena cuando se murieran. Pues claro que da pena. A los animales se les quiere como un miembro más de la familia. Yo siempre me voy a acordar de Lío, pero hay que entender que su vida es más corta que la nuestra, que hay que disfrutar el tiempo que pasamos juntos y que aunque siempre sea menos del que nos gustaría, el vínculo que se establece con nuestras mascotas es eterno. Yo pienso ser la loca de los gatos toda mi vida.
Por otra parte, creo que es esencial que desde pequeños aprendamos a convivir con animales. Es una maravillosa manera de aprender a respetarlos y cuidarlos. Sinceramente, creo que los niños que crecen con mascotas son más felices y, obviamente, serán grandes defensores de los animales toda su vida. Y este es un valor que nos hace todavía muchísima falta, por desgracia.
Os cuento todo esto a propósito del libro del que os quiero hablar: Más que mascotas, un desfile de emociones ilustradas. En él, Raquel Gu, interpreta las principales emociones que los niños experimentan y para cada una de ellas le asigna una original mascota inventada para cada sentimiento. Son ilustraciones realmente curiosas, llenas de colorido e imaginación que encantarán a los peques.
Encontramos muchas emociones, entre ellas la mascota de la ira, Gruspira, una mascota con la que hay que tener mucho cuidado porque es grande y feroz y hay que aprender a controlarla. También está Chiligüenza, esa mascota a la que debemos acudir cuando notemos que nuestra cara se pone colorada. Seguro que ella nos ayudará. O Balma, la mascota más tranquila, blandita y esponjosa a la que todo le malo le importa un comino. Es ideal para estar a su lado por las noches, pues nos ayudará a quedarnos dormidos.
Más que mascotas, un desfile de emociones ilustradas es un libro muy original y que aúna valores esenciales que debemos inculcar en nuestros pequeños: el amor a los animales y las mascotas y el reconocimiento y tratamiento de nuestras propias sensaciones. Es mucho más fácil para los niños aprender a reconocer lo que sienten si han leído sobre esas emociones. Y además, si lo han hecho de una forma tan divertida como nos propone este maravilloso libro, el resultado será un éxito.
A mí me ha parecido un libro divertido y diferente. Estoy segura de que los más pequeños disfrutarán muchísimo con él.