Matar a un ruiseñor

Matar a un ruiseñor, de Harper Lee

matar-a-un-ruiseñorEl premio Pulitzer que ganó (con total merecimiento) Harper Lee por Matar a un ruiseñor y, más aún, sus cifras de ventas y el hecho de que lectores de todo el mundo la tengan entre sus novelas favoritas viene a corroborar que la mayoría de los lectores prefiere historias sencillas, de sujeto, verbo y predicado, sin grandes alharacas formales, sin juegos de palabras, sin rompecabezas que ensamblar ni competiciones de ingenio en la que verse envueltos frente a frente con el autor del libro (a qué negar que muchas novelas son pura estrategia por parte de autores que necesitan demostrar una presunta superioridad intelectual con respecto a su lector); y, yendo más allá, que prefiere, sobre todo, historias con alma y corazón por encima de aquéllas que se presentan a sí mismas como “indispensables”. Porque, digámoslo claramente y sin rodeos: Matar a un ruiseñor es una de las mejores novelas que uno puede tener el placer de leer en toda su vida.

Esta novela también corrobora una máxima o consejo que circula entre escritores y aspirantes a serlo, según la cual uno debe escribir sobre aquello que conoce. Lo cierto es que cuando no se hace así, sencillamente se nota; el texto carece de alma, de fuerza, de la intensidad que sólo da la experiencia en primera persona. Harper Lee decidió un día contar una historia sobre unos personajes que se parecían mucho a ella misma, a su padre, a sus vecinos, a su amigo de la infancia (que no es otro que Truman Capote, aquí representado por un personaje llamado Dill) y al pequeño pueblo en el que creció, con sus claroscuros. El resultado es Matar a un ruiseñor.

Para muchos, la novela se hizo conocida gracias a la película basada en ella y magistralmente protagonizada por Gregory Peck -difícilmente habrían podido escoger a un actor más adecuado para el papel de Atticus Finch-, pero hay una diferencia: mientras que el filme versaba sobre todo acerca del juicio a un hombre negro acusado de violar a una mujer blanca, siendo Atticus Finch el abogado defensor de ese hombre, la novela cuenta mucho más que ese juicio y los debates jurídicos y morales que propone. Matar a un ruiseñor es, sobre todo, la historia del final de la infancia, del final de la inocencia y el comienzo de una sabiduría madura hija del dolor de presenciar injusticias, miedo y crueldad; sin embargo, su lectura, al contrario de lo que se podría pensar, no deja un poso de tristeza, sino de serena alegría, de empatía, de calidez humana que restaña las heridas que son inevitables cuando se pasa de la niñez a la primera adultez y cuando uno se da cuenta de que el mundo está lleno de maldad y de dolor, pero también de valentía y de amor.

Todo eso nos lo cuenta la entrañable Scout Finch, hija de Atticus, quien echa la vista atrás y evoca su vida y la de su hermano Jem en la pequeña población sureña de Maycomb, en los años 30. Recrea para nosotros su forma de vida, sus juegos de niños, sus diálogos, sus costumbres, las figuras casi míticas de sus vecinos -en especial, de un misterioso hombre que nunca sale de su casa-, su colegio… pero también la convivencia aún difícil entre blancos y negros, los choques que se dan constantemente y que encuentran su máxima expresión en el juicio, la alineación de los pueblerinos contra el hombre negro y, después, también contra Atticus, el único que defiende al acusado.

Pero, sobre todo, la novela es la evocación amorosa y admirativa de un hombre, Atticus Finch, a quien Scout glosa como padre y como representación de los ideales de justicia y de nobleza. Y, ciertamente, es imposible acabar la lectura sin sentir admiración por ese hombre íntegro, pacífico y cariñoso; es imposible no sentirlo como un amigo o como alguien que quiséramos tener como tal. Atticus representa también el espíritu de lucha, el tesón y la defensa a ultranza de la paz y de la justicia; sin embargo, la suya no es una lucha a costa de todo, donde el fin justifica los medios; y es aún más admirable por su capacidad de ponerse en la piel del otro, incluso de quien lo ataca.

Matar a un ruiseñor es una novela maravillosa, cuajada de personajes inolvidables y con una autenticidad y un sentimiento -que no sentimentalismo- que calan hondo y que son, al fin y al cabo, lo mejor que una obra literaria puede inspirar.

12 comentarios en «Matar a un ruiseñor»

  1. Todo eso habría dicho yo, aunque seguro que no tan bien, de esta novela. Lo suscribo todo, punto por punto, palabra por palabra. Y por añadir solo añadiría, para encumbrar aún más si cabe la figura de Atticus, esa educación absolutamente igualitaria que da a sus dos hijos, haciendo que Scout pueda enfrentarse a la vida desde la libertad.

    En fin Leire que me marcho de aquí encantada de la vida. Ahora con ganas de leer este segundo libro de esta autora 😉

    Un abrazo!

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  2. También, cómo no, totalmente de acuerdo con tu critica y con el apunte que hace Susana porque me parece una de los grandes aciertos del libro; la forma de educar a los niños. Lo leí cuando era un adolescente y muchos años después volví a hacerlo. Y ocurrió algo que no me había pasado nunca. Recordaba la trama principal de la historia y tenía un vago recuerdo de algunas cosas pero sabía que me había encantado en su momento, lo que no esperaba es que al cabo de unas pocas páginas, por sorpresa, me asaltó la sensación de que Scout era amiga mía. Una vieja amiga pequeñita a la que hace años que no veía pero que al acercarme a ella descubrí que seguía igual que siempre. Nunca se había marchado de mí realmente. Fue una sensación fantástica que nunca me había ocurrido con otras relecturas.
    Sigue siendo uno de mis libros favoritos y sé que el día que vuelva a acercarme a él será como siempre. Porque es de esas historias que siempre están esperándote.

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    • ¡Hola, J.T.! Gracias por tu comentario y por compartir tu experiencia con “Matar a un ruiseñor”. Hay pocos libros así, ¿verdad? Pero tienes razón, Scout es un personaje entrañable, al igual que Atticus.

      ¡Un abrazo!

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  3. Excelente comentario sobre el argumento de un libro tan bello como el mencionado. Gracias por recordármelo. Lo leí hace 30 años. Ahora a esperar la segunda novela de Harper Lee.

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  4. He llegado hasta aquí gracias a la gentileza de Esther, que ha enlazado sus líneas con esta reseña.
    No he tenido la oportunidad de leer semejante obra pues es casi imposible hallarlo en mi ciudad, Buenos Aires. No obstante, guardo esperanzas de que en algún momento aparezca y pueda hacer mi propia experiencia.
    Has hecho una magnífica -y emotiva- reseña, Leire. Mis felicitaciones. Confirmas con ellas mis expectativas.
    Recibe un fuerte abrazo desde Argentina.

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  5. Lo leí este verano.
    Buena reseña, posteriormente vi la película, pero claro, el libro mucho mejor.
    ¡Qué personajes!, ¡qué guerra racial…!, increíble. Aunque la autora sólo tuviera este libro, bien valió la pena haberlo conocido.

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