No sé qué tiene el mundo de la Antigua Roma que me fascina tanto. Será la belleza de su contexto o la solemnidad con la que vivían el día a día. Tanto llegó a apasionarme, que cuando tuve que decidir qué asignaturas cursar en bachillerato, no dudé ni por un segundo que una de ellas iba a ser Latín. Mi curiosidad por esta época también se pone de manifiesto en el hecho de que, a punto de terminar la carrera de Derecho, no se me ha ocurrido una idea mejor que enfrascarme en un trabajo de fin de grado de Derecho Romano (puedo ver a todos los que hayan estudiado mi carrera echándose las manos a la cabeza). En realidad, creo que lo que más me asombra es el misticismo oculto detrás de los dioses que veneraban; ese politeísmo cargado de mitología e historias fascinantes que hacen que siempre quiera saber más sobre aquella época. Pero, aunque me guste tanto la Antigua Roma, tengo que confesar que nunca había leído una novela que la tuviera como contexto. Sí que me he topado con unos cuantos libros sobre mitología, pero jamás uno que tuviera el formato de novela. Así que me daba un poco de miedo enfrentarme a este libro, ya que yo no soy mucho de novela histórica y no sabía si iba a ser capaz de apreciar esta obra; pero Lindsey Davis me lo ha puesto muy fácil y ha hecho que me enganchara desde el principio hasta el final. Y ahora voy a intentar resumir el porqué:
Mater familias es el tercer libro de la trilogía sobre Flavia Albia, una incesante investigadora que lleva, además, una empresa de subastas junto con su padre, al que ya conocimos en otra saga anterior de la misma autora. Tengo que hacer otra confesión al respecto (esto va a parecer un confesionario al final): no había leído ningún libro de Lindsey Davis hasta ahora; por lo que esta era la primera vez que tenía noticias de Flavia Albia. Aunque estoy segura de que me he perdido muchas cosas, eso no ha sido inconveniente para seguir el hilo de la historia; por lo que si no habéis leído las entregas anteriores y os apetece mucho iniciaros en el mundo de Flavia y no queréis empezar desde el principio… no vais a tener el menor problema en seguir la historia.
En este tomo, el padre de Flavia tiene que salir de viaje y la deja al frente del negocio. Cuando Flavia se dispone a organizar la próxima subasta, descubre que dentro de uno de los arcones que pondrá a la venta hay un cadáver de una persona desconocida. Este hecho puede ensuciar el nombre de la empresa que regenta con su padre, por lo que su espíritu de investigadora ve en ello la excusa perfecta para ponerse manos a la obra y descubrir quién es la persona que está dentro de su arcón y quién se ha atrevido a ponerla ahí. Además, por si Flavia no tuviera suficiente trabajo, Manlio Fausto, un edil romano muy amigo suyo, acude donde ella para pedirle un pequeño favor: un conocido de Manlio se va a presentar a magistrado y necesita que Flavia investigue a todos sus oponentes políticos para saber qué estrategia seguir en la campaña. Así, Flavia irá surcando las páginas del libro entre dos investigaciones: la horrible muerte del señor desconocido y los tejemanejes de las personas más importantes e influyentes de la época.
No olvidemos que Flavia Albia no deja de ser una mujer en la Antigua Roma, con todos los vetos y hándicaps que eso suponía. No estaba bien visto que una mujer regentara una empresa de tal envergadura, aunque fuera al lado de su padre. El patriarcado se imponía en cada esquina y el que una mujer pensara siquiera en salir de las labores domésticas, era motivo suficiente para que su marido se avergonzara. Pero Flavia, en este sentido, cuenta con una ventaja: ella es viuda. Su marido falleció hace poco tiempo, lo que la obligó a salir adelante y le permitió perseguir sus sueños. No hay mal que por bien no venga, dicen.
Me ha llamado muchísimo la atención el registro que usa Lindsey Davis para narrarnos la historia. Flavia habla como si fuera una joven del siglo XXI, usando la ironía y las palabras que hoy en día podríamos utilizar. Hay momentos en los que hace que te olvides de que estás leyendo una historia sobre la Antigua Roma, lo que todavía no sé si es bueno o malo; imagino que dependerá de los gustos personales de cada uno. Como decía al principio, yo no soy de novela histórica, por lo que a mí este hecho me ha ayudado bastante. Creo que le aporta frescura a un libro que, de otra manera, hubiera sido un poco neutro. Lindsey Davis rompe con la idea de que para hacer una novela histórica hay que ser un poco pedante. Con ella, se acabaron los palabrejos antiguos y extraños que hacen que la historia pierda su ritmo si no estás acostumbrado a ellos; con ella, descubriremos personajes que bien podrían estar sacados de una Roma actual y que nos ayudarán a meternos mucho más fácilmente en la historia.
Este libro tiene una doble ventaja: atrapará a los fanáticos de la novela negra (como yo) y a los que busquen una historia basada en la Antigua Roma. Esta Lindsey Davis sabía lo que se hacía cuando comenzó a escribir la historia del padre de Flavia Albia. Y visto lo visto, creo que voy a hacer las cosas bien (aunque sea tarde) y voy a empezar la saga desde el principio, como tiene que ser.