¡Me ha dicho mamá que no me quieres!, de Carmen Serrano
El título es evidente. No seré yo quien opina que ser padre es una tarea fácil, exenta de sacrificios, libre de obligaciones, al más puro estilo oasis encontrado en el desierto. Es cierto, la paternidad da algo verdaderamente hermoso: tus hijos. Pero a partir del mismo instante en que esa pequeña criatura entra en tu vida algo va a cambiar y es mucho mejor que nos demos cuenta de ello desde el primer momento. Pero este no es un manual de estilo parental, o al menos no de esos manuales técnicos que invitan a abrir la primera página y cerrarla en la segunda porque de los párrafos que has leído sólo te has enterado realmente de lo que pone en una palabra, cuando todo lo demás eran las enfermedades que el niño puede tener al nacer. Lo que aquí sigue es, por decirlo de una manera simple y llana, para el más común de los mortales (entre los que me encuentro), una oda al sentido común y un grito de guerra contra aquellas malas praxis que son evidentes, pero que en algunos momentos se justifican, sin saber muy por qué. ¡Me ha dicho mamá que no me quieres! Un título revelador por la tristeza que desprende, pero con el que, habiendo tratado en algún momento, por cuestiones de profesión, yo me siento identificado. Quizá por eso este libro me llamó la atención, o quizá es por lo que sigue a continuación de este título tan profético…
Lo primero que quiero hacer constar aquí es que a Carmen Serrano no la conozco de nada. Y lo digo así a las claras porque no quiero que se piense que las bonanzas de este libro vienen influenciadas por ser colega de profesión (abandonada, pero colega al fin y al cabo). Hablo de este libro desde mi prisma como terapeuta familiar por una razón: comparto al cien por cien las cuestiones planteadas en ¡Me ha dicho mamá que no me quieres! ¿Y si no nosotros no somos profesionales del medio, por qué deberíamos leerlo?, os preguntaréis. Es sencillo. En todos los años en los que yo me dediqué al apasionante mundo de la psicología, me encontré con casos de lo más variopintos: desde fáciles hasta difíciles de los de irte a casa con el paciente en la cabeza y no poder quitártelo en días, hasta que la siguiente sesión hacía acto de presencia. Y en todos esos años, a la vez, eché de menos un libro que hablara tan claramente de lo que se hace mal como padres, de lo que la pareja puede llegar a influir en el hijo en su propio beneficio, de los errores cometidos por una cuestión de orgullo y egoísmo, en definitiva: ¿alguien se había olvidado explicarme que puede haber padres que lo hagan mal? La teoría suele implicar observar los casos de conductas equivocadas desde un prisma de “y esto es lo que tienes que hacer o decir para llevar a buen término la consulta”, pero nos olvidamos muchas veces de esa reflexión que las lecturas deben dar. Aquí se encontrará. Uno lee sus páginas y piensa, da vueltas a las cosas que lee, le da forma al pensamiento. Puede que algunas ideas no vayan con uno, pero al menos tendremos la capacidad de rebatirlas, gracias a aquello que nos ha planteado la autora con la mano firme y sin ningún pelo en la lengua.
Cuando uno acaba de leer ¡Me ha dicho mamá que no me quieres!, tiene una idea clara en la cabeza: los niños no son moneda de cambio de nada. En todo caso, la moneda con la que hay que pagarles es con el amor que se siente hacia ellos. He oído en mi vida muchas veces aquella frase de “los niños vienen sin manual de instrucciones debajo del brazo”. Y sí, es cierto, uno no tiene un hijo y sabe a la perfección cómo comportarse. Nadie pide a nadie que tenga que ser el listo de turno y que tenga que tenerlo todo claro. Pero lo que sí se pide es tener claro que las obligaciones para con tu pequeño están ahí, que hay que cumplirlas, y que no se le puede utilizar para las acciones más deplorables que un niño pueda vivir. La vehemencia en este concepto es algo que comparto con Carmen Serrano y me alegra comprobar, años después de que mi carrera profesional se fuera por otros derroteros, cómo hay todavía profesionales que utilizan el lenguaje claro y directo que da la verdad, que da el sentido común, y en el que encontramos sabiduría por todos los poros de la piel con los que escriben y se acercan a nosotros.
Un niño es un regalo, ya lo he dicho antes y lo mantendré hasta que mi corazón decida dejar de latir. Lo que hay que tener claro, y para este libro es perfecto, que los niños son nuestro regalo, son para nosotros, son parte de nosotros, y no se les puede cambiar, así a la ligera, por el simple hecho de que unos padres no sepan comportarse entre ellos mismos. Él se merece todo, y mucho más.