¿Os suena Biafra? Yo no había oído hablar de ese lugar hasta hace una semana. No tenía ni idea de su independencia de Nigeria en los años sesenta ni que eso dio origen a una guerra de la que aún sus ciudadanos sufren las consecuencias. Pero gracias a Medio sol amarillo, de Chimamanda Ngozi Adichie, ya conozco parte de lo que ocurrió antes del conflicto bélico y muchas de las cosas que nunca deberían haber sucedido durante su transcurso.
No había mejor título para esta novela que el símbolo de la bandera de aquel efímero país, ese medio sol amarillo que auguraba un nuevo comienzo para los biafreños y su futuro glorioso, surgiendo entre esa franja roja que representaba la sangre de los asesinados en el norte del país; la franja negra, que recordaba el duelo por ellos y la verde, que presagiaba la prosperidad de Biafra. Ese medio sol amarillo que acabó encarnando el ocaso de las esperanzas de los biafreños de tener un país diferente.
Chimamanda Ngozi Adichie, nieta de personas que murieron en esa guerra y criada en una sociedad en la que pervive la sombra de aquella derrota, toma la palabra para mostrarnos las experiencias de aquellos que la vivieron, sus dilemas pequeños y enormes sobre sí mismos, su país y el conflicto armado. Porque ahí, en las historias de las personas corrientes, es donde se trasluce la verdadera dimensión de las tragedias.
A través de tres personajes de distintos estratos sociales y puntos de vista —Ugwu, el supersticioso pero inteligente sirviente de un profesor universitario; Olanna, una complaciente mujer de la clase burguesa, y Richard Churchill, un británico afincado en Nigeria para conocer y escribir sobre su cultura—, y de sus familiares, compañeros de trabajo y amigos, Chimamanda Ngozi Adichie articula un relato de aquellos años —antes y después de los años sesenta—, de sus contradicciones, de sus corruptelas y de sus masacres. La historia de un país contada desde dentro, para dar cuenta de su pasado y de su gente, y romper así con esa versión única etnocentrista que siempre da Europa sobre Nigeria en particular y África en general. Y es que Europa muestra las hambrunas para remover conciencias y promover solidaridades, pero se calla los porqués de estas, en las que sus estratagemas para dominar el territorio y expoliar sus materias primas tuvieron y tienen mucho que ver. Pero que nadie se equivoque: Medio sol amarillo no cae en el discurso vacuo de «hombre blanco malo», tan simplista como el anterior, sino que se trata de una novela profunda, llena de matices y sin complacencias, que da voz a aquellos que han estado siempre silenciados, aun a sabiendas de que no todo lo que digan los dejará en buen lugar.
Aquel país llamado Biafra, que solo existió tres años y que quedó arrasado por el conflicto bélico y una hambruna que Cruz Roja Internacional consideró la situación de emergencia más grave desde la Segunda Guerra Mundial, no puede ser desconocido u olvidado por millones de personas. Por eso, hay que leer Medio sol amarillo, donde la reveladora mirada de Chimamanda Ngozi Adichie nos muestra los verdaderos sentimientos de aquellos que se esperanzaron y decepcionaron en aquellos cruentos años. Los escritores africanos alzan sus voces, esas que nunca debieron perder, para contarnos su historia. Al resto solo nos queda sentarnos y leerlos, y disfrutar viendo como rompen en mil pedazos la simplista visión del mundo que durante siglos nos han inculcado.