Memento Mori, de César Pérez Gellida
Te falta el aire. Tu consciencia sube y baja como una montaña rusa. Sabes dónde estás y al minuto has perdido toda noción del tiempo y el espacio. Te despiertas. Vuelves a quedar inconsciente y oyes una extraña voz. Te dice que ha llegado tu momento, que estás en esa situación porque él lo ha querido. Notas un hilo líquido que resbala por tu cuerpo. Es tu sangre, que empieza a salir de tu cuerpo, lenta, dolorosamente, como si con cada gota se fuera desvaneciendo un poco más tu vida. Sabes que dentro de poco todo se volverá negro. Pierdes de nuevo el conocimiento. Una torta te despierta, pero tu vista ya está nublada. Respiras de forma entrecortada, como si hubieras hecho un esfuerzo mayor al que ya sueles hacer. Vas cerrando los ojos, aunque intentas sacar fuerzas de donde ya no las tienes. La voz sigue hablando, te dice que no te resistas, que ya está todo hecho. Y tú te fundes en negro, como aquellas películas del cine clásico que acababan con un The End. Es el final. Es, tu final. Memento mori es ese final de partida que nadie querría jugar, pero al que nos vemos abocados a participar. Un juego del gato y el ratón donde las tornas se cambian continuamente y donde, ni siquiera tú, sabes muy bien qué papel juegas en todo ese entramado. Es una palabra que resuena en el silencio de la noche, es una muerte por violencia extrema, es todo aquello que los amantes del género necesitábamos y que por fin ha llegado. Es eso que tú sabes que hará que tengas pesadillas por la noche, pero que aun así sigues leyendo. Es una adicción, pero de las buenas.
Valladolid se despierta conmocionada por el brutal crimen de una joven. Ramiro Sancho, encargado del caso, comprenderá rápidamente que lo que tiene entre manos no es un crimen como los que suelen verse. Lo que no llega a imaginarse es que todo es mucho más grande de lo que imaginaba y que ese crimen, ese cuerpo que ha aparecido, va a cambiar su existencia para siempre.
Es este uno de esos casos en los que las redes sociales formaron parte de mi decisión a hacerme con él. Pocas son las veces – y no pretendo sonar arrogante con lo que voy a decir – en las que me fío de lo que aparece en una red social, pero con Memento Mori fue diferente por un solo motivo: aquellos que comparten conmigo lecturas, ya sea en Facebook o en Twitter, me la recomendaron tan vivamente que era imposible que no cayer en mis garras – y yo en las suyas -. Mención aparte, además, es la pasión con la que César Pérez Gellida habla de sus libros. Ese fue el origen, pero ni de lejos tiene que ver con el desarrollo. Sorprende, en primer lugar, la valentía de llamar a las cosas por su nombre de esta novela: hay sangre, hay violencia, hay un asesino en serio de los que me gustan a mí – sin remordimientos, sin excusas, el perfecto némesis del protagonista – y, además, aun juntando todo eso, me quedo corto, porque incluye esos giros de guión que uno no se espera y que desmontan la teoría que habías hecho en tu mente desde el principio, dejándote con esa cara de idiota que tan buenos resultados acarrea. ¿Es muy osado decir que me gustaría vivir en esta novela? Lo es, y a la vez no lo es, pero es lo único que puedo decir. Para alguien como yo, adicto a las series de crímenes, al imaginario colectivo de los asesinos en serie, a todas y cada una de las lecturas que llevan como acompañamiento un criminal que no se olvida en tiempo, esta novela no sólo supone uno de esos descubrimientos que devoras como si fuera el alimento que te permitirá vivir, sino que además uno se plantea por qué habrá tardado tanto tiempo en acercarse a él, por qué habrá sido tan idiota de dejarlo pasar cuando lo tuvo ahí en frente, tan cerca en la librería. Pero ya he subsanado ese error, menos mal.
Pretender hacer un resumen de lo que acontece en Memento Mori sería un error grandísimo porque contar algo de lo que pasa dentro del libro sería destriparlo y quitarle la gracia al asunto. Pero sólo diré que: a) no recuerdo un personaje tan bien construido como Augusto, Gabriel, Orestes, etc… – los que lo habéis leído ya me entenderéis -, b) la trama va in crescendo hasta que llegas a un final que te deja con esa sensación de querer más y quererlo ya mismo, c) la reconstrucción de Valladolid y de todos los aspectos relacionados con el caso es de admirar y d) cuando uno no sabe qué leer, viene César Pérez Gellida y te lo descubre. No hay más. Puede que me quede corto, que suponga uno de esas reseñas que te dejan con ganas de leer más sobre lo que se ha leído, pero digo de verdad que sería estropear la experiencia a los lectores. Esta novela hay que disfrutarla, hay que descubrirla – como hice yo – y después agradecerla, porque historias así no ocurren todos los días.
Estoy de acuerdo contigo “historias así no ocurren todos los días”. César fue mi gran descubrimiento del año pasado.
A mí me tiene entusiasmado! Deseando leer las otras dos partes de la trilogía.
No solo este, sino toda la Trilogía de versos, canciones y trocitos de carne es muy buena. Dies irae y Consummatum est
Cuando llegue a las otras dos partes, te lo diré David 🙂