Memorias del subsuelo, de Fiodor M. Dovstoievski
Dentro de la narrativa de Dostoievski, es ésta una obra atípica, una rareza, y lo es no porque el tema que trata sea en realidad tan diferente de lo habitual, sino porque para un autor acostumbrado a tratar de decirlo todo con mucho, es extraño comprobar como dice mucho con poco. Es por tanto esta novela corta una puerta de atrás a la obra de Dostoievski, una puerta austera, despojada de todo tipo de ornamento y que conduce a su objetivo a través de un camino voluntariamente alejado de las concesiones estéticas, o mejor, deliberadamente dotado de una estética tétrica, negativa.
Sabido es que Dostoievski se preocupaba más de la psicología de sus personajes que de su caracterización o de la construcción de escenarios, lo que aquí se lleva al paroxismo ya que se trata de un personaje voluntariamente recluido en un sótano lúgubre, que bien pudiera pensarse que es su propia alma, que explica en dos partes el porqué de su decisión.
Soy un hombre enfermo… Soy malo. No tengo nada de simpático. Creo estar enfermo del hígado, aunque, después de todo, no entiendo de eso ni sé, a punto fijo, dónde tengo el mal. No me cuido, ni nunca me he cuidado[…] No, caballero; si no me cuido es por pura maldad; eso es. ¿Acaso no puede usted comprenderlo? Pues bien, caballero: lo entiendo yo y basta. Sin duda no acertaría yo a explicarle a quien perjudico en este caso con mi maldad. Me hago perfecta cuenta de que, no cuidándome, no perjudico a nadie, ni siquiera a los médicos; mejor que nadie en el mundo sé que sólo a mi mismo me hago daño. No importa; si no me cuido es por malicia. ¿Qué tengo enfermo el hígado? ¡Pues que reviente!
La primera de esas partes es un monólogo (precursor del monólogo interior), una larga reflexión sobre los motivos de su voluntario alejamiento de la sociedad que es a la vez un catálogo de las preocupaciones morales y los principios filosóficos del autor, y la segunda, más convencional, la narración de unas vivencias aparentemente intrascendentes (dentro de lo que puede entenderse por trascendencia en un personaje de Dostoievski) pero que se antojan claves para el devenir de su existencia. La reclusión voluntaria del personaje, su alejamiento de la sociedad, no es reflejo de su misantropía, aunque él trate de hacerlo pasar por tal, sino el resultado de un ser humano con serias dificultades para ser aceptado por los demás que, toda vez que el rechazo se hace evidente, es capaz de convertir el resultado de la voluntad ajena en consecuencia de la virtud propia, ya que se logra convencer a sí mismo de que su aislamiento es debido a su superioridad intelectual, y no a su inferioridad social. Un personaje más de la obra de este gran autor arrasado por sus ideas, un personaje autodestructivo que nos deja entrar en su vida subterránea por la puerta de atrás del mismo modo que el autor nos deja entrar en su obra. Tengo para mí que es ahí donde radica la importancia de este texto, en su condición de sótano del pensamiento de Dostoievski, en su calidad de atajo en la cartografía de una obra colosal.
Es de destacar la brillantez de la conclusión de la obra, el magnífico recurso que utiliza Dostoievski para dejar abierto un final que, por su propia naturaleza, no puede ser sino cerrado, en la pincelada magistral con la que, como tantos años después concluyera Leonard Cohen su estancia musical el el Hotel Chelsea, relativiza lo dicho, lo que paradójicamente contribuye a darle trascendencia.
Andrés Barrero
andresbarrero@vodafone.es
“…que, toda vez que el rechazo se hace evidente, es capaz de convertir el resultado de la voluntad ajena en consecuencia de la virtud propia, ya que se logra convencer a sí mismo de que su aislamiento es debido a su superioridad intelectual”
Terrible! eso solo ya hace que den ganas de leer el libro!
Gracias!