A mediados de agosto un nutrido grupo de científicos alertaba de que los glaciares de Groenlandia habían llegado al punto de no retorno. No importa si a partir de ahora dejamos de echar nuestra mierda al cielo, la tierra y en especial al mar, Groenlandia no volverá a ser nunca lo que fue. Quizá deberíamos aprender de esta catástrofe medioambiental para ponernos las pilas y dejar de ser unos primates con ínfulas de superioridad y un síndrome de Diógenes de proporciones planetarias. Un cambio radical, un nuevo orden mundial donde la tecnología y la naturaleza estén en equilibrio. Un giro de 180 grados llevado a cabo por los gobiernos, pero impulsado por sus ciudadanos. Solo esos miles de millones de personas de a pie que viven el día a día yendo en bicicleta, comprando menos y reciclando más pueden darle un toque de atención a ese gobierno perezoso y avaro para que su gestión sea menos mercantilista y más proteccionista con la naturaleza. Suena a utopía. Tal vez lo sea. Suena a ciencia ficción. Pero no son pocas las obras que profetizaron unos hechos que con el paso del tiempo se convirtieron en una realidad. El cómic Mermaid Project publicado por Ecc podría ser una de ellas. Su trama es puramente policial, pero el contexto en el que ocurre la aventura, el mundo vaticinado por los autores, en unos años tal vez estemos viviendo en él.
La portada de Mermaid Project llama la atención por su torre Eiffel. Un par de páginas después vuelve a estar ahí, como un tocón viejo y lleno de musgo. Sabemos que el mundo en el que la policía Romane Pennac trabaja es el nuestro, pero es evidente que ha sufrido transformaciones. Vemos a Pennac dirigirse a su puesto de trabajo en bicicleta. Aunque tiene pinta de hippie y, con el tiempo descubriremos que está comprometida con la ecología, no es solamente esta la razón. El petróleo se acabó. La gente ahora se mueve en bicicleta, en carros o a caballo. Solo algunos cuerpos de la administración pública, como la policía, tienen el lujo de moverse en automóviles que funcionan con metano. Una nueva energía que grandes empresas como Algapower pretenden monopolizar. Pero de momento la inspectora Pennac se tiene que ocupar de la desaparición de un cadáver, aunque sus compañeros del cuerpo le hagan el vacío y la menosprecien por el simple hecho de ser mujer blanca y rubia. El orden social se ha invertido. Ahora negros, latinos, árabes y asiáticos tienen mayor poder en la estructura social. En algunos países incluso se ha llegado a crear un movimiento antiblancos, un rencor hacia aquellos que durante mucho tiempo les trataron como mierda. Así que Pennac se ha tenido que poner las pilas para sobresalir, para ser mucho mejor. Hay cosas que nunca cambian.
Vale, ¿demasiada información en un momento? Pues no es ni la mitad de lo que os espera. No os preocupéis, pues el dúo de guionistas irá sirviendo los datos necesarios con cuentagotas, de forma que estos se aposenten en la mente del lector y pueda poco a poco ir resolviendo el caso junto a la protagonista. Este dueto de escritores está formado por Leo y Corine Jamar. Luiz Eduardo de Oliveira natural de Brasil y más conocido como Leo es un guionista que también se las apaña como dibujante. Probablemente lo conozcáis por la saga de cómics de ciencia ficción Los mundos de Aldebarán. Corine Jamar es algo más desconocida en el mundo del cómic, pero con su libro Emplacement réservé dejó tan anonadado a Leo que este decidió que crear un cómic juntos sería la hostia. Y la verdad es que el trabajo conjunto funciona, pues los guionistas nos llevarán de una trama de investigación policial que te mantiene atrapado desde el primer momento (¿dónde diablos está el cadáver desaparecido?) a una aventura de agentes secretos (¿qué se trae entre manos Algapower?). Y cuando la tarea policial deja paso a jugarse el cuello a lo Misión Imposible es cuando empiezan los viajes a otros países, las incursiones en bases secretas y las persecuciones a toda pastilla. Pero a diferencia del agente del FMI Ethan Hunt que parece que todo le sale a las mil maravillas, nuestra protagonista no es infalible. Un aspecto que le otorga mayor grado de humanidad, consiguiendo que empaticemos más y mejor a medida que descubrimos su vida, su familia y su pasado.
El dibujante Fred Simon es el encargado de dar vida a Mermaid Project. Su dibujo parece tener un poquito de Spirou, toques de Tintín e incluso texturas típicas de las ilustraciones de Moebius, pero son solo meros espejismos de un dibujo con personalidad propia. Fred Simon tiene un gran talento a la hora de mostrar expresividad en esos rostros caricaturescos. Es también un acierto el diseño tanto de la protagonista como de los demás personajes. Romane Pennac es una chica normal y corriente. No todas las agentes secreto deben tener un cuerpo despampanante. De igual forma pasa con los personajes masculinos. Esto da sensación de realidad. De que es gente con la que podrías cruzarte por la calle. Con todo, no son estos aspectos lo que más llamó mi atención hacia el arte de Fred Simon. Su minuciosidad a la hora de mostrar una escena, es lo que más tiempo le robaba a mi vista. Las ciudades, un restaurante, una oficina, el mar, el interior de un avión, no importa, toda escena está repleta de vida, de ajetreo, de detalles pequeños, en ocasiones minúsculos, que le dan verosimilitud y realismo a esta saga de ciencia ficción recopilada íntegramente en un solo volumen.