Últimamente, sin yo buscarlo, he leído varios libros que trataban el judaísmo de algún modo. Ya os hablé de Una virgen imprudente y de Lamentaciones de un prepucio. No es que tengan mucho en común más allá del elemento judío, pero me resulta curioso. Mi primer Sony, el libro del que hoy os hablo, también nos habla sobre una familia de judíos. Y tampoco tiene mucho que ver con los otros. Cada uno tiene un argumento diferente, pero gracias a estas tres lecturas he aprendido bastante sobre el judaísmo, algo en lo que yo estaba bastante pez. No es que sea yo muy religiosa (de hecho soy cero religiosa), pero me gusta aprender y eso es algo que también busco en mis lecturas.
Mi primer Sony me atrajo principalmente por su título y su original y colorista portada. Después leí esto y supe que tenía que leerlo: “Mi familia se está separando. Yo intento meterla en una casete.” No me digáis que no os llama la atención.
Yotam es un niño de diez años, que vive con su madre Alma, su padre Asif, su hermano mayor Shaul y su hermana pequeña Naama. Lo que nos cuenta esta novela no es más que el intrincado mundo de las relaciones familiares, que no es poco. Todo esto narrado por Yotam, o más bien, por su grabadora. En una ocasión, su padre le regaló una grabadora y le dijo que grabase todo y eso es lo que Yotam ha estado haciendo desde entonces. Graba todas las conversaciones, ruidos y silencios y los guarda en su habitación en cintas que él mismo va clasificando.
Los personajes de esta novela y sus peculiares caracteres son el punto fuerte de Mi primer Sony. Yotam es un niño gordito, tímido y bueno que asiste al derrumbe de su núcleo familiar como un espectador y como un reportero (por aquello de la grabadora). Naama, la hermana pequeña, aún es demasiado inconsciente para darse cuenta al cien por cien de lo que corre y Shaul, el hermano mayor, tiene clara su posición: su padre es el máximo traidor y así se lo hará saber.
Benny Barbash, el autor, es el fundador del movimiento pacifista israelí Peace Now y ésta es su novela más conocida. La forma en que se nos presentan los personajes y la trama, así como la prosa de Benny Barbash es realmente interesante. Es cierto que la manera en que el libro está escrito puede echar para atrás a algún lector (¡no, insensatos!). La novela no tiene capítulos y está narrada de manera rápida por Yotam y su grabadora. Hay pocas pausas y toda la trama se desarrolla casi como un diálogo. En ocasiones hay que coger aire para seguir leyendo. Aun así, os prometo que se lee fácilmente, que el autor sabe bien lo que se hace y que esta forma de narrar es una forma de meternos de lleno en la historia de la novela.
Como os decía, los personajes son geniales. El padre, un escritor mujeriego y con un sentido del humor muy particular; la madre, una argentina revolucionaria que cuando se enfada con el irresponsable de su marido suelta tacos en español; los abuelos, tanto paternos, como maternos, unos personajes en ocasiones adorables, en otras exasperantes; los hermanos del padre y las hermanas de la madre, a cada cual más excéntrico y desequilibrado y por supuesto, Yotam y sus dos hermanos, tres niños que asisten a situaciones de lo más extrañas y, en muchas ocasiones, no aptas para menores.
El humor con el que Benny Barbash narra el declive de una familia hace de esta novela una auténtica maravilla. Me he reído bastante mientras leía algunos diálogos imposibles y desquiciados. Pero todo ese humor tan sutil e irónico esconde también mucha dureza y dolor. Ya sabéis que el humor es a veces una forma de enmascarar la desgracia y esta novela también es amarga.
No es extraño que el libro haya sido traducido a diez idiomas ni que haya recibido el Premio ADAI-WIZO (Italia) y el Premio del Público en el Salón del Libro de París. Es una novela que desprende sinceridad, humor y fatalidad a partes iguales y que, a pesar de todo, deba un buen sabor de boca. A mí me ha sorprendido bastante, lectores. Totalmente recomendada.