Mil grullas de Yasunari Kawabata
La literatura japonesa es algo fascinante. Desde la cultura que se nos permite conocer, tan distinta a la nuestra, hasta el proceso de traducción de un idioma cuyo alfabeto se escribe totalmente distinto. Tenemos una gran deuda con los traductores de este idioma que nos permiten degustar la nostalgia japonesa, cargada de valores tan distintos. Un gran referente del siglo XX fue Yasunari Kawabata, ganador del Premio Nobel. Su novela Mil Grullas es la sutileza del lenguaje japonés y es, encantadora.
La narración suave gira en torno a un evento lleno de importancia para los japoneses: la ceremonia del té. Kikuji, el personaje masculino principal, es invitado por la mujer con la mancha oscura en su pecho, Chikako. Inamura, la joven que le quieren presentar a Kikuji, la señora Ota y su hija, también se citan en la primera reunión alrededor de esta infusión.
Servir el té, utilizar utensilios que son verdaderas obras de arte que siguen se suceden de generación en generación como una suerte de trono monárquico, reunirse en el presente y dejar que el pasado se instale en el ambiente que flote. La novela de Kawabata fluye en un ambiente nostálgico, en una casita de jardín donde se acercan Chikako como la villana y celestina, dos roles que le sientan perfecto y que sabe llevar con auténtica naturalidad, combinando la imagen misteriosa que persigue a Kikuji.
La señora Ota y su hija son el dúo que lava culpas, que se acerca al huérfano Kikuji. Y entre las visitas que se alternan, se revelan los secretos de su padre, de las conexiones que existen entre todos ellos y que conducen a Kikuji, cargándolo con el pasado y presionándolo para decidir su futuro.
Este autor japonés descubre con una prosa casi poética la cultura japonesa y la importancia que tienen los ancestros en la vida cotidiana. Es un placer leerlo, saborear su escritura tan agradable que dispara nuestra imaginación y nos hunde en un estado de ánimo que sabe acompañar perfectamente su lectura.
Maravillosa se nos hace una infusión que podríamos pasar desapercibida pero que, en la narración de Kawabata se transforma en algo único, tan lleno de sentido que no podemos evitar caer de bruces allí y dejarnos guiar por los sentimientos de estos personajes y en especial del desconcierto que parece demostrar Kikuji.
Mil grullas es una obra excelente para adentrarse en la literatura del Japón. Y si el lector ya se aventuró con otros autores, es imprescindible que abra su espectro a quienes han marcado una huella tan fuerte en la historia del país como motores de cultura. Y Kawabata es uno de los que se ha ganado su lugar de forma indiscutida.
Rosario Arán (rosearan@librosyliteratura.es)
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