Tener de nuevo entre mis manos un libro de la Gornick es algo parecido a esa sensación que tenía de pequeña la mañana del seis de enero. No exagero, mi admiración por esta mujer, a la que descubrí hace tan solo un par de años, cada vez es mayor. Con cada libro suyo que leo aprendo a descubrir mejor el mundo que me rodea a través de una mirada fascinante y tremendamente inteligente. Yo solo pido que publique muchos libros para seguir aprendiendo y divirtiéndome con ella como he hecho hasta ahora.
El primer libro que leí, Apegos feroces, fue, como os he dicho antes, todo un descubrimiento. Tuvo bastante éxito y sirvió para consolidarla como autora, al menos en estas latitudes. Es un libro que no me canso de recomendar y que he prestado ya a varias personas. Después llegó La mujer singular y la ciudad, y si bien, en mi humilde opinión, no pudo superar a la maravilla que es Apegos feroces, también fue un librazo. Tengo la sensación de que escriba sobre lo que escriba esta mujer va a interesarme siempre.
En esta ocasión, la editorial Sexto Piso nos trae de nuevo su último libro, traducido por Julia Osuna Aguilar. En Mirarse de frente, Gornick narra de nuevo, desde esa voz suya tan característica y singular, sus propias vivencias y experiencias. Creo que esto es algo que me encanta de ella, que siempre narra en primera persona, sin salirse de ella misma, mostrándose tal y como es. Y ese “es”, lectores, es demasiado.
Divido en capítulos, en las primeras páginas del libro la autora narra su primera toma de contacto con el movimiento feminista y su manera de intentar encontrarse a ella misma en un mundo volátil que no se lo pone nada fácil. Gornick nos habla también de sus experiencias como camarera eventual en los Catskills. Esta experiencia sirve a la autora para entretejer un relato que va más allá de sus propias vivencias y que es todo un alegato sobre las desigualdades sociales y de género.
También narra en Mirarse de frente su experiencia como profesora visitante en varias universidades estadounidenses. Mezclando vivencias y reflexiones, Gornick realiza un singular retrato de la vida académica, de la soledad y las relaciones personales, de las apariencias y todo lo que estas esconden detrás.
En los libros de Vivian Gornick siempre hay muchas reflexiones, muchas experiencias y algo tan sencillo y tan difícil al mismo tiempo de narrar como el paso de la propia vida visto desde ese particular prisma suyo de ironía, inteligencia y mucha verdad.
Mis lecturas de sus libros son auténticos diálogos míos con la autora. Los subrayo, los anoto, vuelvo de vez en cuando a ellos, reviso fragmentos, anotaciones y siempre vuelvo a emocionarme.
Apegos feroces sigue siendo para mí, hasta el momento, su mejor libro, pero sigo recibiendo sus nuevas publicaciones con el mismo entusiasmo que sentí al terminar ese primer libro. Ya os lo he dicho: escriba lo que escriba la Gornick yo siempre voy a leerla, porque leerla me divierte y, sobre todo, me hace mucho más libre e inteligente.