Missing, de Alberto Fuguet
Lo que importa no es si se encuentra o no lo que se busca; lo importante es cómo se busca.
Desaparecer.
¿Quién no ha deseado desaparecer alguna vez, escapar, perderse por un tiempo? Carlos Fuguet, tío del escritor chileno Alberto Fuguet, se esfumó un buen día, allá por los años ochenta. Missing. Desaparecido. No, mejor no decir que desapareció, ese verbo no debe emplearse a la ligera en América Latina, y menos hablando de un chileno. A Carlos no se lo llevaron de su casa de madrugada, no lo detuvieron por sus ideas políticas, no le interrogaron. De hecho, Carlos vivía en Estados Unidos cuando un día, poco después de una violenta discusión por teléfono con su padre (algo habitual entre ellos, por otra parte), dejó de contestar las cartas y al teléfono. Dejó de dar señales de vida. Se perdió, se esfumó en un país enorme, en una época sin móviles, ni Internet, ni Facebook.
Nadie en la familia Fuguet sabía a ciencia cierta qué había pasado con Carlos. Era la oveja negra; se había casado dos veces sin contar con la familia y había pasado otras tantas por la cárcel por delitos menores (cuatro errores igualmente imperdonables para el patriarca). De él esperaban cualquier barbaridad, así que nadie se sorprendió al principio. Quizá, harto del desprecio de su padre y la incomprensión de sus hermanos, se mudó sin avisar. Quizá se metió en un lío y tuvo que huir, o acabó en el fondo de un río. Nadie lo sabía porque, a fin de cuentas, nadie lo buscó.
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Buscar.
Nadie hizo nada por encontrarle. No se preguntaron “¿qué le pasó?”, sino “¿cómo fue capaz de hacernos esto?” y ese reproche, repetido hasta la saciedad en cada reunión familiar, terminó por engullir el silencio acusador de Carlos.
Un día, años después de la desaparición de Carlos, su sobrino Alberto (el raro, el escritor, el que podría haber sido otra oveja negra si no hubiera tenido la inexplicable fortuna de alcanzar el éxito con sus libros) decidió emprender su propia huida. En realidad ya llevaba huyendo casi toda su vida: leyendo, viendo películas y, sobre todo, escribiendo, creó un mundo propio en el que refugiarse. Pero esta vez iba a hacer algo más complicado y traumático, algo que le enfrentaba a los demás: iba a desafiar al tabú, a hacer preguntas, e iba a buscar a su tío.
Quizá lo hacía para rebelarse contra su familia o quizá porque se identificaba con Carlos y buscaba comprender sus razones. Puede que, simplemente, la idea de la desaparición voluntaria que ya estaba presente, en estado germinal, en algunas de sus obras anteriores, terminase por dar fruto. El caso es que, sin contar con la reacción de su familia y sin pensar en si Carlos, si es que está vivo, desea ser encontrado, Alberto Fuguet inició su búsqueda. Una investigación que era un proyecto más literario que personal: más que encontrar a su tío, que sobre eso no albergaba el escritor muchas esperanzas, lo que le movía era la necesidad de desentrañar la historia de Carlos (y con ella la del resto de los Fuguet) y, sobre todo, escribirla.
Al leer un libro, siempre nos enfrentamos a una obra terminada, pero su proceso de gestación es largo y complicado. En Missing tenemos la oportunidad de asistir a este proceso: lo que comenzó siendo la historia de Carlos se convirtió en la crónica de la búsqueda de Carlos. Incluso se podría decir que Missing es la narración de cómo Alberto Fuguet escribió Missing. A fin de cuentas lo que importa no es si se encuentra o no lo que se busca; lo importante es cómo se busca.
El resultado de este “truco del sombrero” metaliterario es un libro narrativamente soberbio, rebosante de fuerza y honestidad. Alberto Fuguet, desde sus páginas, habla directamente al lector, le hace partícipe de sus dudas y reflexiones, se justifica ante su familia, incluye textos de otras obras suyas que giran en torno a la misma idea de la fuga, transcribe conversaciones grabadas, cuenta sus propias memorias en tercera persona y, finalmente, da rienda suelta a las palabras, liberándose de corsés gramaticales, en un torrente narrativo que le permite exorcizar todos sus fantasmas interiores.
Encontrar.
Buscar y encontrar no es una actividad nueva para Alberto Fuguet. A lo largo de su carrera ha explorado, junto con otros jóvenes escritores latinoamericanos agrupados en torno al movimiento McOndo, nuevas formas de narrativas para una literatura que había llegado a identificarse en exceso con el realismo mágico. Si me permiten hacer un juego de palabras fácil, Alberto Fuguet, Edmundo Paz Soldán, Rodrigo Fresán y el resto de esta nueva generación de autores han huido de Macondo en busca de una voz propia y han fundado un nuevo espacio que pueden reivindicar como propio en McOndo. Esta broma no es tan superflua como parece; ser escritor en Latinoamérica después del boom, después de García Márquez, de Fuentes, de Rulfo, de Cortázar, de Vargas Llosa, es una herencia que pesa como una losa sobre toda una generación que desea, como hizo Carlos, huir de sus antecesores y buscar su propio camino.
Pero, aunque esta generación de escritores pretenda romper con la tradición literaria de la segunda mitad del siglo pasado, tampoco es ajena a la influencia de los que les precedieron. En el caso de Missing, por ejemplo, la idea de una búsqueda literaria, de una investigación que el detective no tiene intención de finalizar porque lo importante no son las respuestas, sino las preguntas, nos remite inevitablemente a Roberto Bolaño y Los detectives salvajes.
Escapar.
Escapar y romper con todo, sea un acto de valentía o de cobardía, es un paso traumático que, por mucho que deseemos a veces, casi nadie se atreve a dar. Pero es una de las necesidades más imperiosas del ser humano; si no nos perdemos de vez en cuando, ¿cómo vamos a encontrarnos a nosotros mismos? Así que a falta de la huida definitiva y quizá por miedo a que si desaparecemos nadie nos busque, como sucedió con Carlos, nos conformamos con pequeñas fugas, inocentes y cotidianas. Viajar. O leer, y perderse entre las páginas de un libro con tantos caminos que explorar como Missing.
Javier BR
javierbr@librosyliteratura.es
Si me encuentro este libro, por su portada, jamás creo que se hubiese venido conmigo a casa. Pero lo que son las cosas… He leído tu reseña con aviez y no sólo no me he perdido, sino que creo haber encontrado algo especial. Una fantástica reseña!
P.D.:Ya sé que cuando uno busca puede que no encuentre lo que quiere, pero a mi me has dejado con la gran duda ¿Encuentra a Carlos o no? Esta noche no dormiré jajajja
Un abrazo!
Pues yo me fijé en él precisamente por la portada. Por cierto, el simpático individuo de la foto es el mismísimo Carlos Fuguet.
Nunca es fácil hacer una reseña de un buen libro, al menos a mí siempre me parece no le hago justicia, pero en esta ocasión, a decir verdad, lo realmente complicado fue no revelar si Alberto Fuguet encontró a su tío o no. Lo siento, Susana, tendrás que leer “Missing” para poder dormir.
Muchas gracias por tu comentario.
Digo lo mismo que Susana. Flaco favor le hace la portada al libro. Pero tendré que leerlo, que ya me has dejado con la intriga. Y ya veo que no te vamos a convencer para que reveles qué ocurre al final. Susana, hazte con el libro pronto, que las ojeras no favorecen a nadie.
Besotes!!!
Lo cierto es que la portada ilustra muy bien el ambiente de parte del libro y ayuda a conocer a uno de los protagonistas, pero bonita… bonita no es.
Y no menos cierto es que saber si Carlos aparece o no carece de importancia, ya que el libro se centra en otros aspectos, como la vida de los emigrados en EE.UU., los conflictos familiares, el desarraigo…
Gracias por tu comentario, Margarita.
Incluso se podría decir que Missing es la narración de cómo Alberto Fuguet escribió Missing.
Qué interesante. La tapa del libro me decía otra cosa que la verdadera historia que cuentas en tu hermosa reseña. Es un gran libro para leer sin dejar pasar mucho tiempo.
Es un libro muy interesante, que combina una buena historia con reflexiones muy lúcidas sobre la literatura, la familia y la vida. Una buena ocasión para descubrir qué se está escribiendo ahora en Latinoamérica. Gracias por tu comentario, Roberto.