¿Qué es Moebius? Pues una cinta que parece que tiene dos caras, pero en realidad solo es una. Simboliza la naturaleza cíclica, la eternidad, el infinito, como el uróboros, la serpiente que se muerde la cola. «Muy bien —me dirás—, esa es la definición del objeto geométrico llamado así, pero aquí hablamos de literatura, ¿no?». Vamos, que lo que tú quieres saber es de qué va Moebius, la obra de Matías Candeira que ha ganado el Premio Literario Kutxa Ciudad de San Sebastián. De acuerdo, tienes razón, aquí toca hablar de ese libro, pero para hacerlo no me queda más remedio que remitirte a la explicación anterior. Matías Candeira no le pudo poner título más atinado, puesto que el simbolismo de la cinta de Moebius encaja perfectamente con esta colección de seis relatos y una novela corta (o relato largo).
Matías Candeira estructura el libro en tres partes que se retroalimentan. La primera parte, «Uroboros», contiene tres relatos: “Que el cielo quede despejado”, “El círculo interior” y “Torcidos”. En la parte central, la novela corta Moebius, compuesta por catorce capítulos. Y para cerrar esta obra, «Hay una llave para cada mano», conformada por los relatos “Malibú”, “De los bolsillos caen lapiceros” y “Dickstra”. Aunque la palabra cerrar no es la más adecuada para hablar de esta obra, pues si algo deja claro esa última parte es que nada tiene principio ni final: cada relato tiene su doble, todo se repite y las pequeñas variaciones hacen que se conviertan en historias infinitas. Por eso no tendría sentido que te contara las premisas o que me pusiera a divagar sobre cómo interpreto yo esa repetición de los objetos y de los personajes en los diferentes relatos (dos cárceles, dos llaves, dos madres…). Solo te diré que Matías Candeira despliega su prosa poética, sus frases lacerantes, para presentarnos realidades que todos conocemos o nos hemos imaginado alguna vez; pero las retuerce hasta la irrealidad para mostrarnos su lado más siniestro. Y demuestra cómo la fantasía, ese elemento inverosímil irrumpiendo en lo que nos parece cotidiano, es una de las mejores armas de la literatura para que vislumbremos lo inextricable. Nunca estamos completamente seguros de lo que estamos presenciando al leer Moebius, y, aun así, la sensación de que estamos viendo demasiado no nos abandona.
«Todo el mundo tiene que ser algo, pero no por eso dejan de ser otras cosas», dice la protagonista de la novela corta. Y esa es una de las pocas certezas que me deja la lectura de Moebius: una verdad inabarcable, a la que se le puede dar vueltas hasta el infinito, como a la cinta de Moebius. Lo que intento decir es que esta obra es indefinible e inclasificable, esa clase de libros que son más una experiencia que una lectura. El mismo autor afirma que escribe para que el «lector descienda a un sótano, provisto de muy pocas reglas y seguridades». Y yo opino que solo los que vayan bien provistos de imaginación saldrán bien parados de este viaje literario sin asideros.
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