Seleccioné esta novela como lectura única para este inicio de otoño, esa época en que el frío ya se va apoderando de la estación y desaparece el calor y los bellos colores para dejar paso, como así ha sido, al manto blanco que ya veo desde aquí tanto en la cima del Moncayo, como de los picos de los Pirineos. Supongo que para mí hablar de libros nórdicos, en este caso sueco es el autor, es transportarme inmediatamente a los días fríos de invierno, aun cuando no importe que en esta historia pasemos por varias estaciones.
Nada conocía del autor, es lógico, ahora sé que ha sido su primera novela, aunque bien podría haberlo conocido como poeta, ya que parece que es muy reconocido en Suecia. No me ha extrañado en absoluto la enorme repercusión que este libro ha tenido en su país. Verán, la primera noche que me puse a ello me resultó atrapantemente agotador, me sentía completamente agobiada con la lectura, tanto por la forma como por el fondo. Aún así me resistía a dejarlo para el día siguiente. Quizá me hizo recordar el estilo angustioso pero adictivo de Saramago.
A cada momento seguimos vivos es difícil de calificar si no hablamos del duelo, del dolor y de la asunción de la pérdida; es la vida de Tom Malmquist, pero no del escritor, es otro Tom Malmquist, otro que nos mostrará como la vida puede ser tan dura como queramos que sea, como los momentos se pueden juntar o separar en el tiempo y hacernos ver todo el dolor más o menos amontonado o más o menos dosificado.
Es lógico que los suecos estén leyendo esto si realmente es la imagen de su forma de vida y su forma de muerte, es pues también normal que entre los muchos premios que ha recibido esta obra esté el del Jurado del Gran Premio del Consejo Nórdico de Literatura, para nosotros será hipnótico precisamente porque como mediterráneos no comprenderemos algunas de las situaciones.
Otras de las cosas que nos gustará es ver las diferencias entre nuestro sistema sanitario y el sistema sueco; o la familia, la necesidad que al parecer tienen los suecos por abandonar el nido, el valor de la independencia, o la burocracia, jamás habríamos pensado que en un momento tan vitalmente doloroso como el que sufre Tom, un problema con la administración podría ser tan invasivo y tan poco comprensivo con el administrado, o sí, porque para eso nos cuentan lo fríos que son los nórdicos en cuanto a las relaciones personales, así que debería haber supuesto que esas relaciones con las administraciones no serían mucho más calurosas, pero tampoco imaginaba yo que hubiese una burocracia tan brutal. Y a pesar de todo y por encima de todo, está el hombre, el ser humano que ama y siente, el que quiere calor y el que lo ofrece en la medida en la que puede.
La traducción de A cada momento seguimos vivos es de Carmen Montes, la felicito, yo siempre suelo felicitar a los traductores, pero es este caso es imprescindible, leer este libro con esta riqueza léxica y además conservando el indudable ritmo frenético al que nos arrastra el autor, no debió ser fácil, pero el resultado es magnífico, una de esas ocasiones en que lees sin pensar en ningún momento que es una traducción.
Que Tom es poeta, es evidente, que un libro sueco hable de unos versos de Antonio Machado nos tiene que decir sin duda alguna que el autor es un amante de la poesía, pero también que posee el conocimiento de la vida de los poetas, ¡qué bien traído está machado en ese momento, que bien traído está su recuerdo en A cada momento estamos vivos!
Y casi me marcho sin contarles nada de esta historia donde el protagonista es Tom, un joven que pasa por una terrible experiencia que deberá ir asumiendo… Aunque ahora que lo pienso, lo único que deberán saber para adentrarse en esta novela es que si aun le perdura el gusto y la curiosidad por la literatura menos convencional, adéntrese en A cada momento seguimos vivos y deje que la historia le sorprenda.
Imprescindible para mi. Me has dejado con muchas ganas de leerlo.
Pues muchas gracias por la recomendación. Intentaré leerlo cuando lo vea. Gracias