Uno de los peores síntomas de cómo está nuestro país es el hecho de que cuando uno lee una novela como Moscas o ve una película como El reino (fabulosa también) apenas aprecia distancia entre la ficción y la realidad. De hecho, la primera frase que me viene a la cabeza para recomendar ambas es que son tremendamente verosímiles. En el caso concreto de la novela de Agustín Pery, salvo por el asesinato con el que da comienzo, si plasmásemos la trama en un periódico cualquiera esta no escandalizaría a nadie. Es más, si las informaciones las recogiese un medio nacional no creo que ocupasen un lugar demasiado destacado; al fin y al cabo, somos el país del casi medio millar de casos de corrupción (descubiertos). Lo anterior dice mucho del autor de este pequeño libro y muy poco de España. Porque si ya no somos capaces ni de sentirnos ofendidos por estas prácticas, seguramente la enfermedad esté más extendida de lo que creemos.
Como comentaba, Moscas arranca con el asesinato de un periodista en Palma de Mallorca. Este, un foráneo en una tierra que Pery presenta como ‘una Sicilia sin muertos’, se había forjado numerosos enemigos por empeñarse en hacer su trabajo y estar al acecho de posibles casos de corrupción. Pero esta muerte por encargo tiene el efecto contrario al buscado, ya que en lugar de devolver a la sombra los tejemanejes entre empresarios, políticos, funcionarios y usureros, pone el foco sobre ellos. Esto da lugar una tensa disputa entre Altoaguirre, un rudo y poco ortodoxo policía que desea esclarecer los hechos y un grupo de seres tan poderosos como ansiosos por volver a poner la tapa sobre su alcantarilla a cualquier precio.
El retrato que hace Pery de la alta sociedad mallorquina es minucioso y deprimente a partes iguales. El autor, director durante seis años del diario El Mundo en Baleares, esboza en cuerpo y alma a unos tipos en su mayoría patéticos, marcados de por vida por su apellido y que, a pesar de padecer notablemente los efectos de la crisis económica de 2007 y de (ellos sí) haber vivido por encima de sus posibilidades, no son capaces de adaptarse a los nuevos tiempos. Recuerdo en especial una escena del libro en la que un empresario al borde de la ruina celebra un convite en lo que antiguamente era una lujosa casa de campo. Sus esfuerzos por aparentar opulencia ante sus invitados, por demostrar que aún se encuentra en un peldaño medianamente alto de la escala social isleña provocan una mezcla entre ternura y vergüenza ajena muy poco recomendable.
Pero, sin duda, el sentimiento que más genera Moscas es el de impotencia. Pery se muestra implacable durante las poco más de cien páginas que ocupa este libro y construye tal cantidad de personajes y de situaciones desagradables que uno no puede más que ir dando tumbos en busca de un refugio, de un atisbo de integridad o de moral al que acogerse. Y ni siquiera cuando crees haberlo encontrado puedes descansar tranquilo. De ahí que sea de agradecer la poca longitud del trabajo, porque la realidad que pone sobre la mesa el autor es tan cruda y miserable que deja exhausto a cualquiera. Y por desgracia, como comentaba al principio, de no ser porque en este relato hay sangre de por medio, esta solo sería una trama más, un poco de tinta y treinta segundos de vídeo durante unos días en los medios. Y así no se espanta a las moscas de la mierda.
Como creo que se puede apreciar en la reseña, tengo que decir que me ha encantado esta novela, pero mi mayor deseo sería volver a leerla dentro de unos años y poder situarla por completo en el mundo de la ficción. En definitiva, tener la posibilidad de valorarla únicamente por su calidad y no, como ahora me ocurre, por su gran parecido con lo que cada poco tiempo nos encontramos en las noticias.
Como novelista no puedo juzgarlo pues aún no leí su novela Moscas pero como periodista del. Mundo de Baleares si que lo ley y tengo que decir que admire su valor al escribir varias cosas ciertas en una época en que Mallorca estaba , y está , corrompida , creo recordar en uno de sus artículos escribió algo así … el olor a podrido de Palma se puede oler hasta Madrid .. qué razón tuviste Agustín . personalmente me tuve que ir de Palma por no soportar el hedor .