La buena literatura siempre nos remite a las cuestiones eternas que ocupan al ser humano, que, por orden alfabético inverso, son: quiénes somos, de dónde venimos y a dónde vamos. Naturalmente, la buena literatura no es tan estúpida ni presuntuosa como para proponerse hallar una respuesta satisfactoria a dichas cuestiones. La buena literatura (y disculpad la repetición, hoy se ha despertado el político mitinero que anida en mí) sabe muy bien que su misión fundamental es responder a las grandes cuestiones universales con más preguntas. Matar la certeza, cultivar la duda y, de paso, entretenernos, ¿no es eso lo que esperamos de un libro?
Mr. Nobody 3 y el resto de la trilogía es buena literatura, y por eso nos confunde tan bien y nos deja con tantas dudas. ¿Dónde radica nuestra identidad? ¿Somos acaso lo que recordamos? ¿Es nuestra memoria, además, la base de nuestro origen? ¿Qué da valor humano de pleno derecho a nuestra vida? Y atendiendo a esas cuestiones, ¿qué nos depara un futuro en el que la tecnología se desarrolla a un ritmo exponencial mientras el marco ético y moral que encuadra nuestra sociedad se arrastra con una cadena a los pies?
La lectura de esta obra puede plantearnos, si le dejamos, preguntas como esas. Pero si nuestra ración mensual de solemnidad y metafísica ya está colmada con el recibo de la luz, podemos simplemente dejarnos llevar por el thriller. Mr. Nobody 3 profundiza en el lado más político del género que, ya en el segundo volumen, se imponía sobre el aspecto psicológico. En ese sentido, si bien el término ciencia-ficción le vendrá a la mente a más de un lector, lo cierto es que, desde otro punto de vista, cuesta imaginar nada más verosímil. Así, descubrimos que lo que se perfilaba como un avance científico ocultaba en realidad oscuras motivaciones políticas. Y lo que, a su vez, parece un conflicto de intereses políticos no es sino una gran guerra de intereses comerciales. En otras palabras, si miramos el triste mundo que nos ha tocado vivir, veremos que estamos ante una novela de un realismo casi costumbrista. Eso, claro está, si he entendido bien la obra, porque hay que insistir en que estamos ante una historia bastante compleja que puede llegar a confundir al lector más pintado.
Parte de esa confusión barra complejidad se debe, como ya he señalado al hablar de los volúmenes anteriores, no tanto al argumento (que también es un rato complejo) como al estilo de Tanabe. El ritmo veloz que imprime a los acontecimientos, la irrupción de los ruidos con caracteres japoneses en medio de las viñetas, los constantes cambios de punto de vista, la focalización de detalles aparentemente nimios, los cambios de escenario, los flashbacks constantes, la enorme cantidad de personajes, el parecido físico entre algunos de ellos, y la velocidad con la que resuelve algunas escenas llevan al lector a pasar las páginas de manera acelerada, cuando lo que la historia requiere es una lectura detenida y atenta. ¿Sabéis cuando veis una película muy complicada y luego tenéis que volver a verla, botón de pause mediante, para empezar a entenderla? Pues eso.
En definitiva, si queréis disfrutar de una buena historia y una novela muy cinematográfica, zampaos -si es posible, de una sentada- los tres volúmenes de Mr. Nobody. Y luego la comentamos juntos.