Reseña del libro “Muestras privadas de afecto”, de Guillermo Alonso
En general, suelo elegir mis lecturas por la sinopsis, por lo que, cuando abro el libro, sé más o menos lo que me voy a encontrar. Pero Muestras privadas de afecto, de Guillermo Alonso, llegó a mis manos inesperadamente. Por supuesto, leí la sinopsis, pero aun así no me quedó claro de qué iba, y con esa incertidumbre, comencé a leer.
La historia arranca el sábado, 8 de septiembre de 2018. «Dos años después de que la hermana de Ramón Mañana se suicidase» es la frase inicial de la novela, lo que no augura muchas risas, y menos todavía cuando dice que Ramón Mañana, nuestro protagonista, «había superado el duelo, pero no la sensación de despecho: si alguien tenía verdaderos motivos para suicidarse era él».
Sin embargo, el tono cambia cuando esa mañana, después de una noche de farra, Ramón se mete en la ría sobre un flotador con forma de pato, casi se ahoga, y cuándo le preguntan qué le ha pasado, solo acierta a responder: «Me fumé un porro». El vídeo del momento se hace viral y, a partir de entonces, Ramón se convierte en trending topic y en la estrella invitada de discotecas y de su programa de televisión favorito, Razas de noche, presentado por Arturo Madoz, un periodista de lo más sarcástico. De esta forma, Guillermo Alonso retrata la frivolidad de las redes sociales, la telebasura y el mundo de la noche, capaces de transformar a una persona anónima en famosa de la noche a la mañana por los hechos más banales, ensalzándola o hundiéndola de un día para el otro sin pudor alguno.
Aunque en Muestras privadas de afecto se suceden escenas hilarantes, la sensación de que estamos presenciando un drama no abandona, sobre todo cuando da un giro a lo sórdido e, incluso, a lo trágico sin paliativos. Porque, en esta novela, no solo Ramón Mañana, que se deja llevar por el dinero rápido, es un ser infeliz, también lo es Pía, la mujer alcohólica y drogadicta del periodista Arturo Madoz; Nicolás, su hijo, un adolescente tan rico como hastiado, y la mayoría de los que vitorean a Ramón cada noche en las discotecas o que le mandan privados por Instagram para comprarle su ropa interior o una fotografía de sus partes íntimas. Personas de moral dudosa o, simplemente, víctimas de una cadena de indolencia y desafecto, que buscan en los me gusta, en las drogas, en el sexo o en la atención del famoso de turno una forma de llenar sus vacíos. Y en un segundo plano, se teje un thriller, pues nunca deja de sobrevolarnos la pregunta de por qué Ramón Mañana siempre ha tenido motivos para suicidarse, y Guillermo Alonso no nos dejará con la duda.
Como apunta la contraportada, Muestras privadas de afecto es «una historia rocambolesca e imposible —pero completamente posible— llena de sentimiento y alma». Es inevitable reírse, asquearse o compadecerse con las desventuras de Ramón Mañana y la familia Madoz. No todas las novelas consiguen provocar tantas emociones, por lo que esta lectura ha sido una gratísima sorpresa y no puedo más que recomendarla. Y cuanto menos se sepa de su argumento, más se disfrutará.