La Segunda Guerra Mundial quizá sea el periodo histórico sobre el que más libros y películas se han hecho. Muchos estaréis ya hartos y pensaréis que poco más se puede contar, pero otros, como yo, seguiréis intrigados por estos años en los que se llevaron a cabo algunas de las mayores atrocidades de nuestra época reciente.
Podría decir que Mujeres de guerra es un libro más sobre la Segunda Guerra Mundial, aunque eso sería quedarme a medias. En esta novela, Helen Bryan, la autora, ha hablado de ese momento histórico, pero, sobre todo, ha querido hacer un homenaje a la amistad, al espíritu de supervivencia, y, cómo no, a las mujeres. Esas que, preocupadas por sus familiares desaparecidos o que luchaban lejos, libraron su particular batalla al tratar de mantener la normalidad en sus hogares, al mismo tiempo que sumaban a sus tareas diarias la carga del esfuerzo bélico y se preparaban para afrontar los habituales bombardeos y la inminente invasión alemana. Porque la guerra no solo la sufrieron los ejércitos que entraron en combate. Millones de mujeres exponían sus vidas avisando de los ataques aéreos para que la población civil se pusiera a salvo, se organizaban en grupos de voluntarios para evacuar niños o espiaban al enemigo para pasar información a los servicios de Inteligencia. Es el caso de las protagonistas de Mujeres de guerra: Elsie, Frances, Tanni, Alice y Evangeline, mujeres de distintos países, personalidades y estatus sociales a las que la adversidad une en Crowmarsh Priors, un pequeño pueblo al sudeste de Inglaterra, donde crean unos lazos de amistad que sobrevivirán más allá de la guerra.
A través de las cinco protagonistas de esta historia, Helen Bryan cuenta aquellos hábitos que impuso la guerra en la vida cotidiana de la población y esos hechos de los que no se suele hablar, ocultados bajo la sombra de la desmedida maldad del nazismo, como los cuestionables comportamientos de los dirigentes y civiles franceses, ingleses y estadounidenses. Además, se sirve de un personaje histórico real, Manfred, un colaboracionista nazi del que se desconoce todavía su identidad, que desde algún lugar de Inglaterra enviaba partes meteorológicos a los alemanes de las costas francesas, informándoles de cuáles eran los días propicios para bombardear, y lo convierte en un habitante más de Crowmarsh Priors y en el principal enemigo de estas cinco mujeres.
Mujeres de guerra habla de esas personas y ese valor que no se suelen mencionar en los libros de Historia. Los temibles alemanes pasan a un segundo plano, una amenaza siempre presente, pero solo un peligro más de los muchos a los que se tienen que enfrentar cada día. Helen Bryan, en líneas generales, consigue un retrato bastante creíble de las dificultades cotidianas de ese periodo bélico, aun recurriendo a licencias literarias para dotar de más intriga a sus personajes y tramas, y pese a un tramo final algo forzado para esclarecer todos los misterios.
Han pasado más de setenta años desde que finalizó aquella contienda y, aunque no lo parezca, hay montones de historias sobre ella que todavía no se saben. Y, lo que es peor, millares de heridas abiertas desde entonces que quizá nunca encuentren la forma de cerrarse. Helen Bryan se ha servido de esta novela para saldar sus cuentas pendientes: dar a Manfred, aquel enigmático colaboracionista nazi, el final que millares de sus víctimas hubiesen deseado, y otorgar protagonismo a esas mujeres anónimas que también desempeñaron papeles clave en el discurrir de la guerra.
Mujeres de guerra no marcará un antes y un después en las novelas que abordan la Segunda Guerra Mundial, pero da visibilidad a esos otros acontecimientos que causaron muertes y marcaron vidas, tan relevantes como las batallas más cruentas, a los que la Literatura y la Historia les deben más capítulos entre sus páginas.