La literatura gay siempre ha existido. Aunque no quisiéramos verla, aunque fuera una estantería marginal en las librerías, aunque no se le diera nunca el puesto que se merece y que ha tenido importancia para muchos que han vivido al abrigo de historias que, de otra forma, no podrían haber vivido. La literatura gay, además, ha supuesto para muchos ruptura de esquemas, aprendizaje sobre un colectivo tratado de forma diferente, como si algo extraño se tratase, pero también una extensión de algunos tópicos que es mejor erradicar de raíz. El prólogo de Mundo cruel me parece de obligada lectura para entender lo que Luis Negrón ha hecho en estos relatos y porque yo, acérrimo defensor de que la literatura gay, vea que nos cuente algo más que lugares comunes que ya hace mucho tiempo que fueron desterrados. Porque es cierto que los relatos que aparecen en este libro nos recuerdan a esas imágenes que, en pleno siglo XXI, queremos desterrar de nuestra mente, pero no es menos cierto que como se dice en el prólogo antes citado: Sexualmente hablando, el mundo es una disaster area. En el próximo siglo muy probablemente nos verán como un rebaño tragicómico de reprimidos,un montón de curas y monjas sin el hábito, pero disfrazados de grandes pecadores, todos víctimas de nuestras represiones. A pesar de estar en otra época, en otro siglo, en casi otro mundo, no deja de ser más evidente que, a veces, somos nosotros mismos los que creamos los monstruos que nos visitan a la noche. Y me temo que no tienen buenas intenciones.
Creo que lo más importante para disfrutar de Mundo cruel es leerlo sin prejuicios. Yo no lo hice y al principio me enfurecí. De hecho, la primera de mis intenciones fue hacer una reseña furibunda sobre los estereotipos negativos que construye la literatura en la sociedad. Imágenes de lo que no son los homosexuales. Pero poco tiempo después el que suscribe se ha dado cuenta de lo que de verdad se esconde dentro de estos relatos o que, al menos, prefiero verlo así: trasladar al papel lo tragicómico de la vida centrada en un colectivo como el homosexual dotando a éste de ciertos valores que parecen haber pasado desapercibidos para la mayoría. ¿Es, por tanto, la obra de Luis Negrón de exclusiva lectura para personas del colectivo LGTBI? No, desde luego que no. De hecho, opino que mucha de la problemática que existe hoy en día es por el desconocimiento que la gente tiene sobre aquellos que, descritos siempre como diferentes, no dejan de ser iguales a todo el mundo. ¿Servirán estos cuentos, estos relatos, para cambiar conciencias? Es muy posible que no. No obviemos el hecho de que la mayor parte del contenido que aquí encontraremos será sexual, con excepción del penúltimo relato de la obra que es un despliegue en toda regla de lo que significa el amor tanto en la vida como en la muerte.
Mundo cruel no engaña a nadie desde su primera página. Esto es así y quien lo obvie estará cometiendo un error bastante grande a la hora de criticar la obra que se nos presenta. ¿Son buenos los relatos? Lo son en cuanto que nos presentan una realidad que, aunque un tanto difusa y demasiado física, no deja indiferente a quien lo lee. ¿Son los mejores relatos que alguien haya podido leer alguna vez? No, desde luego que no. Pero eso no le resta valía a la prosa de Luis Negrón que, a golpe de letra, derriba barreras, nos acerca lo banal del sexo, lo banal de la vida, lo banal de aquello que vivimos y que nosotros convertimos en drama. No hay que olvidar que hablamos de literatura gay, pero de la misma forma, no hay que olvidar que esa misma literatura no deja de hablar de los mismos temas que la supuesta literatura global. No confundamos, por tanto, el todo por la parte, porque no hay nada más perjudicial para disfrutar de la literatura que pensar que porque los protagonistas no tengan los mismos deseos que nosotros, uno no puede entenderlos.