Reseña del cómic “Murder Falcon”, de Daniel Warren Johnson
El nombre Daniel Warren Johnson impreso en la portada de un cómic siempre es garantía de diversión. De una gran fiesta en cada página. De una piñata repleta de las mejores sorpresas en cada viñeta. De una épica como pocas veces se ven y de monstruos que parecen sacados del más oscuro de los avernos. De splash pages que te dejan embobado, como si al observar el cielo, en su infinitud, alcanzaras a ver el principio del universo. De un color vibrante, chispeante y electrizante surgido de los pinceles de Mike Spicer. Así pues, Daniel Warren Johnson cumple con la más importante de las virtudes que debe tener una obra: entretener. Pero tras tanto fuego de artificio, detrás de la acción más soberbia, siempre hay un mensaje. Una advertencia. Algo inspirador. Un toque de atención hacia temas más mundanos. En Extremity la guerra y sus consecuencias marcaban el viaje de los protagonistas por un mundo devastado. Los cómics de Warren Johnson entretienen, pero también hacen reflexionar y cuestionarnos el lugar que ocupamos en la sociedad. A veces incluso, como hace en la última viñeta de Wonder Woman: Tierra Muerta, interpelan al lector. Así que, teniendo en cuenta todo lo anterior, pequé de ingenuo al pensar que Murder Flacon solo iba de monstruos, música metal y un halcón antropomórfico dando hostias a diestro y siniestro.
El cómic Murder Falcon, publicado por ECC, es una mini serie de ocho números (además de una historia corta que sirve como epílogo) que empieza con el más simplón de los seres humanos. Podrías ser tú, podría ser yo, podría ser cualquiera con el que te cruces hoy por la calle. Jake es alguien normal al que las cosas últimamente no le van demasiado bien. Ha perdido a su chica, ha perdido su banda de música y el futuro que se abre ante él es más oscuro que un agujero negro masivo. Para rematar el asunto, un puñado de monstruos aberrantes venidos de otra dimensión tiene asediada la ciudad. Para Jake todo importa una mierda, su fe se ha esfumado y ya ni siquiera le apetece tocar la guitarra. Entonces entra en escena Murder Falcon. El tipo es un halcón más chulo que un ocho: bandana en la frente, brazo derecho de metal y pinta de beber birras y rocanrolear hasta el amanecer. Viene a librar el mundo de tanto bicho asqueroso. Pero para ello necesita la pericia que Jake ostenta con la guitarra. La música da poder a Murder Falcon. Un riff de guitarra son unos cuantos puñetazos demoledores. El punteo adecuado puede ser una patada de kung-fu certera. Con el primer monstruo que se llevan por delante somos testigos de una trama que va a ir in crescendo, tanto en acción como en dramatismo. Con las primeras notas que Jake toca en la guitarra, mientras se aferra a la música como tabla se salvamento, podemos ver, mediante viñetas muy chiquititas, recuerdos de un drama que subyace y que poco a poco se nos irá revelando. Una situación dramática, así como terrenal, que como la onda expansiva de una bomba nuclear, ha afectado a todos los seres queridos de Jake.
Murder Falcon es el primer cómic que además de ver he podido escuchar. La musicalidad que desprende el dibujo de Warren Johnson se va reforzando con cada componente de la banda Brooticus que se une a la lucha. Cada instrumento invoca a un ser, una especie de animal totémico interior que toma poder de los temas que la banda interpreta. Y con cada canción, un monstruo que se alimenta de los pensamientos oscuros, de las ansiedades y depresiones del ser humano, es vencido. Hay momentos que los pelos de la nunca se erizan de pura emoción, como cuando la baterista se sienta ante su arma de lucha y descubre que puede alzar el vuelo. Una batería con jet packs solo se le podría ocurrir a Daniel Warren Johnson. Pero ante la batería solo hay otra persona normal que intenta aferrarse a la música, a la esperanza, mientras una tormenta de mierda arrasa con los cimientos de su mundanal vida. Porque Murder Falcon es, sobre todo y ante todo, una bonita y descomunal metáfora, de lo que significa vivir con miedo, enfrentarse a él, sacarle la lengua a toda esa puta mierda que nos atormenta y aferrarse a esa música sanadora que está por encima del ruido. Y cantar. O tal vez solamente gritar. Como cuando cierto personaje del cómic agarra el micrófono y grita y expulsa los demonios de todo ese dolor que le agobia dejándonos una splash page rotundamente bella y de un dramatismo demoledor. Y esto es solo la antesala de una sinfonía mayor. De unir más integrantes a la lucha (esperad, escuchad y deleitaros con la orquesta sinfónica) y descubrir que no estás solo. Porque Murder Falcon es un cómic que además de verse y escucharse conmueve. Es un cómic capaz de inspirar así como de entretener. Es un cómic que goza de mucha acción, de algo de gore, de birras y metal pero que desborda por los cuatro costados corazón.