El género fantástico reúne, junto a la ciencia ficción dura, quizás, a los autores y lectores más críticos de cuantos géneros literarios puedas encontrar. Al menos siempre he tenido esa impresión basándome en convenciones a las que he asistido, como la última edición del festival Celsius de Avilés, comentarios y artículos que he leído en blogs de internet y las ya anticuadas —una lástima, pero así es— cartas al director de revistas especializadas. Pese a ser el género literario que más libertad da tanto a autores, pudiendo éstos asentar la historia de su obra en mundos inexistentes, con personajes extravagantes de cualidades imposibles y a sus lectores, que disfrutan de la lectura de esos mundos extraños donde se sumergen con gran facilidad y voracidad, siempre han resultado ser un público exigente. Consigo mismos. Con lo que leen. Con lo que otros cuentan de lo que ellos leen.
Ahí es donde me toca a mí. Así que, sin ánimo de ganarme la confianza del lector sino simplemente porque así lo considero, tras leer Nacidos de la bruma 1. El imperio final, de Brandon Sanderson, comienzo diciendo que me ha resultado el mejor comienzo posible para una saga de fantasía.
Cuanto sabía de Sanderson hasta ahora era que escribió la divertida y entretenidísima saga juvenil que empieza con Alcatraz contra los Bibliotecarios Malvados y disfruté como un colegial. Entonces quise saber más acerca de este autor y me di de bruces con que es un escritor tan prolífico como pueda llegar a ser Andrej Sapkowski o Abercrombie juntos y cuyas críticas le posicionan como el más digno sucesor de George R.R. Martin o Tolkien. Y entonces me dije: ¿Por dónde empiezo a leerle? Y, aprovechando que Nova ha reeditado la saga al completo de Nacidos de la bruma con nuevas portadas y revisión de sus traducciones, decidí que esta saga era lo ideal.
Un mundo en el que durante mil años han caído cenizas del cielo y nada florece. El sol, rojo infernal, es consumido por las brumas al llegar la noche. El Lord Legislador domina con un poder absoluto sobre todos los habitantes esclavizados, llamados skaa, con la ayuda de obligadores e inquisidores, seres que poseen la habilidad de la alomancia, una poderosa magia extraída de los metales. En ocasiones, pese a que las estrictas leyes lo prohíben, algunos nobles y altos cargos alománticos se acuestan con mujeres skaa y algunos de sus bastardos sobreviven y heredan sus poderes. Son los nacidos de la bruma. Uno de ellos, Kelsier, con la ayuda de otra nacida de la bruma, Vin y sus compinches, se preparan para una rebelión del pueblo oprimido para derrocar el reinado atroz de muerte y crueldad del Lord Legislador.
Mi primera impresión al adentrarme en la lectura de Nacidos de la bruma 1. El Imperio Final era que podrían asustarme aquellos asuntos sobre magos vestidos con capas y túnicas, poderes extraños que no tuvieran un explicación accesible y una mezcolanza de reinos con lores y nobles de nombres imposibles que al final necesitara de un cuaderno de notas para no despistarme entre tanta información. Brandon Sanderson lo ha conseguido. Y esta es una afirmación bastante escrita acerca de sus novelas ya que este escritor tiene el poder de hacer que todas esas primeras impresiones desaparezcan en las primeras páginas de la novela. La acción te introduce de lleno en ese mundo de ceniza que ha creado y en el conflicto que va a marcar la historia de una forma tan atractiva y de fácil lectura que, para mí, novato en sagas fantásticas, ha conseguido cautivarme.
Mención aparte, los personajes, que es donde Sanderson se luce y con gusto. De primeras, la dupla Kelsier/Vin, los dos nacidos de la bruma. Una suerte de ¿Batman y Robin?, sí, podría ser. El modo en cómo se conocen, la habilidad para poder enfrentarse a los peligros que les esperan, el entrenamiento para llegar a ello. Kelsier, de espíritu rebelde, siempre amable con un profundo sentir interno, es profeta. Profeta de un pueblo esclavizado. Un cruzado por una causa justa que a medida que avanza la novela, va más allá de ser solo un héroe; es esperanza para un pueblo oprimido durante años. Vin, por su parte, es quien simboliza la parte más llana del pueblo skaa, una pobre ladrona callejera que ha sufrido lo suyo y cuando se creía sin una misión en la vida, se encuentra metida de lleno en la mayor revolución que ha conocido. Su aprendizaje hará que el personaje vaya madurando durante la novela. Y el resto de la banda de rebeldes, Brisa, Ham, Dockson o el criado Sazed, brillan cada uno con sus personalidades y cualidades diferentes y bien marcadas por el autor. Una delicia encontrarte una lectura donde ningún personaje está de paso o de relleno. Todos con su función. Todos con su registro.
En ocasiones, sobretodo en escenas de acción donde los personajes se ayudan de sus poderes para volar y dar saltitos de un lado a otro, cuesta más hacerse a la idea de cómo se desarrollan los hechos. Aún así, Brandon Sanderson sabe escribir con detalle los movimientos que, si en una película resulta un recurso tan fácil cuando nos lo muestran, escribirlo no lo es tanto.
En definitiva, la primera entrega de Nacidos de la bruma me ha parecido un entretenido e inteligente viaje a ese mundo de cenizas, esa revolución del pueblo contra sus opresores donde con facilidad te introduces dada su atractiva y absorbente narrativa y donde te permite disfrutar de unos personajes muy bien cuidados y desarrollados cuya habilidad para la magia se aleja de los tan manidos recursos escritos en muchas otras novelas del género fantástico. Deseando estoy de atreverme con el resto de la saga.