Voy a escribir a la página oficial de la RAE (Real Academia Española) para solicitar que en la próxima revisión del diccionario incluyan, al lado del término «escritor prolífico», una fotografía de Brandon Sanderson. Y no es algo desmesurado. Sí lo es su dilatada carrera literaria. Mientras leía el último tomo de la saga de Nacidos de la bruma 5. Sombras de identidad, me dio por mirar a mi estantería de lecturas pendientes (sí, tengo una, no es muy grande, pero ahí está) y resulta que, de entre tantos libros que ahí descansan, tres más pertenecían a este escritor. Todos ellos de la saga juvenil Alcatraz. Y todos son del recién terminado 2016. Es decir, que estoy leyendo una novela que ha escrito a la vez que otra serie de cuatro volúmenes juveniles. Pero por si fuera poco, resulta que en en su idioma materno ya está publicada la siguiente novela de esta serie —en España aún tenemos que esperar— y tienen fecha prevista de lanzamiento otros dos volúmenes, además de otro más de la susodicha serie juvenil. Y, también, están los tomos pertenecientes a la saga La ruleta del tiempo, que, según leí, tiene contrato para escribir cinco historias más. Esto es… hum… espera, necesito la calculadora porque lo mío no son las matemáticas. Bueno, sale una burrada de libros. Ya no te digo cuanto sería en palabras ya que este señor no ha cardado su fama por escribir novelitas cortas precisamente. Pues creo que prolífico casi resulta un eufemismo para describir su carrera.
Pero vamos por partes. Me centro de momento en esta pasada de saga que está siendo Nacidos de la bruma. Una saga que ya en su cuarta novela cambió de época y ahora continúa con los vaivenes de los dos personajes nuevos que protagonizan las aventuras relacionadas con los poderes alománticos de los metales: Wax y Wayne.
En Nacidos de la bruma 5. Sombras de identidad la economía que se expande por las ciudades industrializadas ha derivado en gobiernos corruptos. Lo normal, vaya. ¿Dónde va a ir el dinero si no? La ciudad se enfrenta a los primeros conflictos entre la clase trabajadora y los distintos pensamientos religiosos. Una organización muy peligrosa y con una conexión entre el mundo de las leyendas que cuentan los libros de Historia y el propio Wax hará lo posible por avivar las llamas para crear el caos. Ataques terroristas que intentan fomentar el descontento entre los obreros, el gobierno y los distintos ideales religiosos que han resultado ser una potencia cultural cada vez más influyente. Wax, junto a su inseparable compañero Wayne, y con la ayuda de la joven valiente Marasi intentarán localizar las pistas necesarias para dar con el rastro de esa organización que pretende destruirlo todo.
Es en esa búsqueda donde reside la parte molona del libro. La mitología que rodeaba a las brumas, que vuelven a extenderse tímidamente por la ciudad como avisando que nunca desparecieron del todo, que siempre han estado ahí, se cruza en el camino de Wax por descubrir la identidad de quien está fomentando el caos. Una identidad que desembocará en un final digno de tragedia griega. Muy acertado con el tono de la obra. Y justo lo que buscaba en esta lectura. Las esculturas y museos de la ciudad que se erigieron en honor a los nacidos de la bruma, los seres monstruosos que creían solo como parte del imaginario de los libros sagrados y el legendario sobre Kelsier vuelven a darse cita en esta apasionante historia.
Por otro lado, haciendo referencia a la prolífica pluma de Sanderson de la que hablaba al comienzo, esta novela no es tan larga como los tomos épicos que abrieron la saga. Sigue en la línea de Aleación de ley. Mejor, se lee y se transporta con más facilidad. Y para los fans de la saga, la edición incluye un póster en tamaño gigante ilustrado a dos caras por el dibujante Ben McSweeney, autor de las portadas de todos los libros. Aventuras, misterio, investigación, leyendas sagradas. Todo eso es Brandon Sanderson. Y de todo eso hay en esta novela.