Nadie es perfecto

Nadie es perfecto, de Francisco Gavilán

nadie-es-perfectoVoy a contar un caso real. Hace un tiempo, yo tuve una pareja (sí, sí, se lo juro, una pareja, de esas con las que vas al cine, te das paseos… aunque suene raro). Una agradable noche de verano me dijo, después de que nuestras lenguas se hubieran enrollado como si fueran un ovillo de lana: “Es que eres perfecto”. Ahí, segundos después, es cuando me eché a temblar. ¿Yo, perfecto? ¿Perfecto en qué? ¿Perfecto dices? Y es que no entendí muy bien ese concepto de perfección, habida cuenta de que yo, Sergio Sancor, tengo defectos como todo el mundo y bien que me los sé enumerar (pero tampoco se trata de hacer una lista aquí para que todos podáis saberla, ¿no?). Por eso, cuando el momento romántico de la noche se disipó, me quedé fijamente mirando a sus ojos castaños claros y dije: “Yo no soy perfecto, haré cosas que te molestarán, que te harán cabrearte, pero eso no quiere decir que lo nuestro sea peor”. Es cierto, peor no lo fue, pero un año después volví al mundo de la soltería pensando en esa frase del principio de la relación que ya auguraba que el listón se me había puesto muy alto y yo no había llegado (o eso parecía)

Esta anécdota real viene a colación porque de lo que voy a hablar a continuación no deja de ser eso mismo: los defectos que todos tenemos y a los que no sabemos, o queremos, sacar el partido necesario para seguir adelante. Un manual (llamémoslo de autoayuda) para comprender que en el mundo real, los defectos pueden ser virtudes, y viceversa.

 

Conocía a Francisco Gavilán de otros títulos que ha escrito a lo largo de los años. No ha sido hasta ahora que me he decidido a leer algo de su puño y letras, y quizá es porque su título me recordó demasiado a algo que nunca he querido ser (por la pereza que conlleva) y de lo que huyo como de la peste: per-fec-to. Suena aburrido, ¿verdad?. Siempre he creído que la perfección estaba lo suficientemente sobrevalorada para que al final las personas no fuéramos todo lo felices que tendríamos que ser. Eso es algo que, según vas leyendo el libro, se entiende de las palabras del autor. Y es que en un mundo donde cada vez se nos exige más: que seamos guapos, que seamos ricos, que seamos inteligentes, que seamos puntuales, que seamos extrovertidos, que no demostremos los sentimientos, es complicado aceptarse como uno es. Pues bien, ¿quién me iba a decir a mí que, años después de toda una ruptura sentimental, me iba a encontrar con un libro que me hablara precisamente de eso, de los defectos de una persona, ampliando el foco de atención y entendiendo lo que todos conocemos como “fallos del comportamiento” por oportunidades para conseguir una vida más plena y ser más confiados con nosotros mismos? Será así como a través de algunos capítulos, caerán al suelo mitos sobre la hipocresía, la infidelidad, el egoísmo, la melancolía, y un largo etcétera que, para bien o para mal, están tan enraizados que incluso hoy en día es difícil extraerlos.

“Nadie es perfecto” bebe de muchas fuentes: reales, ficticias (novelas, cuentos, etc…), del mundo de la psicología, de los mitos… Y si algo hay que agradecer a su autor es la frescura y la sencillez con la que escribe un texto que cualquiera que se encuentre con ganas de leer algo sobre sí mismo, pero desde otro punto de vista, verá sus expectativas perfectamente cubiertas. No estamos ante un manual técnico, pero ni falta que hace. Lo importante aquí es ir leyendo y dándose cuenta que los defectos que tantas veces nos han criticado, pueden no serlo hasta el extremo que nos han querido vender. Al fin y al cabo, y eso parece que se nos olvida, nadie tiene la batuta para decir que los demás estamos equivocados y que ellos son los únicos que están en posesión de la verdad porque, como ya se suele decir, en esta vida hay tres verdades: la tuya, la mía, y la que sucede en realidad.

La anécdota del principio se saldó con una ruptura sentimental, con muchas lágrimas y algún que otro intento de conseguir a la persona amada de nuevo. Quizá si hubiera leído a Francisco Gavilán antes no hubiera hecho todo aquello que hice, o puede que sí, porque al fin y al cabo, ¿quién dijo que llorar no es algo tan espontáneo y vital que resulta imprescindible?, o, por poner un ejemplo, ¿quién puede decirme que después de mucho tiempo, uno no tiene el derecho de sentirse egoísta, pensar en uno mismo y lograr una autonomía espectacular? Se trata de vivir lectores, y eso se hace sólo, también, con nuestros defectos a cuestas.

2 comentarios en «Nadie es perfecto»

  1. Me gusta como describes de esta forma sin complicaciones lo que puede uno ser o no ser perfecto y ademas la frase de la realidad absoluta,saludos desde León Gto México

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