Desde la punta norte de Canadá, la punta de Alaska, hasta el extremo más meridional de Sudamérica, a los indios nos quitaron de en medio y luego nos redujeron a una imagen con plumas.
Reconozco que antes de empezar Ni aquí ni allí, mi nivel de conocimiento de los nativos americanos podría ser sacado de cualquier tópico de los cientos de películas del oeste que aún hoy se emiten en unos cuantos canales de nuestra TDT. Pero toda esa imagen hace décadas que quedó atrás y la realidad que viven hoy en día los descendientes de esos indios dista mucho de ser la ideal. Este desconocimiento me hizo interesarme por esta novela debut de Tommy Orange que tan buenas críticas (Margaret Atwood o Colm Tóibín entre otros) está recibiendo.
Esta fascinante historia narra el camino de doce nativos americanos cuyo destino es el gran powwow (reunión intertribal en la que se baila, canta y difunde la cultura nativa) que se celebra en Oakland (California). Se calcula que de los casi dos millones y medio de nativos que viven en Estados Unidos, el 70 por ciento de ellos vive en las ciudades, y dentro de este grupo Tommy Orange elige una docena para hacer una estimación fidedigna de cuál es el estilo de vida actual de este pueblo, que lejos de regirse por la espectacularidad y el folclore que se puede ver el recinto cerrado del powwow, vive más de historias rutinarias en las que la marginalidad, las drogas, el abandono o el alcoholismo son el denominador común.
Tiene cientos de bailarines por delante, por detrás, a derecha e izquierda. Está rodeado por el abigarramiento de colores y dibujos propia de la indianidad, degradados de un color al siguiente…
El autor, indio cheyene nacido en 1982, destaca no solo por hacer un retrato fiel de lo que supone la indianidad norteamericana en pleno siglo XXI; también se muestra poderoso en el manejo del lenguaje. Porque a cada personaje le acompaña una manera distinta de narrar, un uso más coloquial o serio del lenguaje (gran labor de traducción, también hay que decirlo) que hacen de la novela una historia poliédrica llena de matices.
Entre los doce personajes que conforman Ni aquí ni allí, me gustaría destacar a uno de ellos, Dene Oxendene. Este joven pide una subvención para su proyecto, que consiste en un sencillo set para grabar testimonios de indios en el powwow. No quiere que cuenten grandes historias épicas, ni semblanzas llenas de heroicidad. Simplemente quiere que todos los nativos que quieran puedan dejar testimonio de lo que supone para ellos su cultura, sus tradiciones y su raza. Y quizá este personaje sea el alter ego de Tommy Orange, pues el libro tiene mucho en común con el proyecto de Dene, y quizá esta simplicidad en los testimonios sea lo que hace a la novela ser a su vez tan grande.
Creo que con Ni aquí ni allí estamos ante uno de los mejores libros publicados en esta segunda mitad de año. Tommy Orange no solo construye una gran historia, también reivindica la literatura como el sitio idóneo para devolver la voz a los derrotados, demostrando que siempre se puede aprender de ellos.
César Malagón @malagonc