Ni sueños, ni androides ni ovejas eléctricas es el nombre de la inclasificable y surrealista novela que se ha marcado Rachel T. Rell, cuyo enigmático nombre artístico (¿guiño a Philip K. Dick, Rachel?) es directamente proporcional en términos de extravagancia y originalidad con este libro de carácter futurista y con tintes noir que nos presenta esta escritora y también periodista cultural. Un libro muy pero que muy pulp y también obsceno y provocador como pocos (algo que nos gusta mucho por aquí, todo hay que decirlo). Estamos, en definitiva, ante un texto que añade a la coctelera lo mejor de las películas de Tarantino, ciertas dosis de formatos narrativos gore y esas claves básicas del género de la ciencia ficción que podrían seguir la estela del anteriormente citado maestro Dick, al que la autora cita explícitamente en el inicio de la novela, o de otros textos no necesariamente de género.
En sus más de doscientas cincuenta páginas, la autora nos va mostrando su propia visión del mundo, ese sueño de carácter distópico (y alucinatorio), de violencia y brutalidad sexual en el que la humanidad ha dejado de definirse a sí misma como tal. En Ni sueños, ni androides ni ovejas eléctricas, Rachel T. Rell despliega una asombrosa imaginación con la que consigue construir una trama intensa y llena de trampas, y donde nos presenta una sociedad del futuro patética, robotizada y terrible, una distorsión esperpéntica, barroca y reactualizada de aquella sociedad esclava y controlada del famoso texto de George Orwell. En la novela, el mundo es ahora un lugar dominado por las grandes corporaciones de la tecnología punta, un sitio gobernado por conglomerados políticos de carácter supranacional que surgieron tras una especie de explosión terrestre a la altura de cualquier propuesta hollywoodiense, y donde desde entonces, existen, entre otras formas de aberración, mujeres inmigrantes que son utilizadas sexualmente y que deben dejarse violar y manosear las tetas mientras hacen de chófer o de cocineras, o lo que se denominan PLASES (Personas Libremente Acogidas al Sistema Estatal de Subastas). Lo que vienen siendo esclavos voluntarios y a sueldo, vamos. ¿Qué le parece el panorama?
Pues resulta que el detective Poncio Quilates recibe el encargo de encontrar y traer de vuelta a uno de esos PLAS. El “ama” del PLAS, una de las mujeres más poderosas de la ciudad, Xela 23 y gerente de Gisputer, la empresa número uno en innovación tecnológica en todo este extraño planeta nuestro, es la cliente de Poncio y este recibirá, además de los emolumentos dinerarios oportunos, la compañía de Milton, que será, entre otras cosas, su chófer. Y digo entre otras cosas porque, como señalaba anteriormente, Milton es una de esas esclavas sexuales que pueblan este bonito planeta del futuro, una mujer negra, corpulenta y con unas tetas tremendas que Poncio tiene a su disposición mientras realiza su investigación, para relajarse digamos, para poder sodomizar y satisfacer sus necesidades y perversiones más inmorales. Así de hermoso está el patio.
A partir de ahí, la novela se despendola y la trama principal se ramifica en diferentes sub-tramas que, como no podía ser de otra forma, estarán totalmente conectadas unas con otras cuando lleguemos al final de esta vertiginosa y surrealista historia de héroes y villanos futuristas. Vagabundos, cascos de halosimulación (una especie de juego virtual con pájaros metálicos vigilantes de la ley, policías encuestadores, halotablets, monolitos justicieros que portan piedras para dilapidar seres humanos, las cinco inteligencias…), androides, policías corruptos, asesinatos, secuestros, mafias, violencia y mucho, mucho sexo, serán los ingredientes de una novela tremendamente peculiar y diferente.
Y será así, lanzándonos constantemente su particular imaginario distópico y de ciencia ficción a la cara, como Rachel T. Rell nos pondrá sobre la mesa los temas de siempre, pero macerados con el paso de las décadas y hasta llegar al futuro de la novela. La aniquilación de la ética y la moralidad, la brutalidad sexual, la esclavitud del ser humano, la desaparición de los derechos y libertades individuales en favor de la colectividad, el enorme poder de la tecnología… Un mundo que, pájaros voladores y halotablets aparte, está mucho más cerca de lo que parece, ¿no cree usted?
En definitiva, Ni sueños, ni androides ni ovejas eléctricas es un artefacto literario lleno de creatividad y de fuerza que bien merece un aplauso por su atrevimiento en unos tiempos que tanto adolecen de estas cosas. Habrá que pulir cosas, claro que sí. Pero aquí tenemos a una escritora amateur sin prejuicios que quiere escribir historias profundas de género y que, de momento, lo hace con un brío desmedido y sin miramientos ni florituras romanticonas. ¡Bravo por ella!