Muchos avezados lectores suelen compartir sus técnicas a la hora de leer o de elegir y descartar sus lecturas. Hay algunos que con veinte páginas o un par de capítulos saben si el libro les gustará o no, procediendo a dejarlo si no supera ese primer filtro. Yo soy de los que rara vez abandona un libro, aunque amoldo parte de la teoría anterior a mi costumbre lectora; yo con un par de capítulos soy capaz de adivinar cuánto voy a tardar en leer la novela en cuestión. Aunque mi ritmo lector ha bajado bastante en las últimas semanas, este sexto sentido literario se me avivó cuando empecé a leer Ningún escocés verdadero. No tuvo que llegar siquiera a la página treinta para saber que este libro me iba a durar un suspiro.
Ana Ballabriga y David Zaplana consiguieron con esta, su tercera novela, ganar el tercer Concurso Literario de Autores Independientes que organiza Amazon, certamen al que se habían presentado más de 1400 autores de 39 países, cuyos libros habían sido editados a través de la plataforma de publicación de la empresa de Jeff Bezzos.
Elías, protagonista de Ningún escocés verdadero, es un joven investigador especializado en casos relacionados con obras de arte que está intentando recuperar la Cruz de Caravaca (ante la inminente visita papal) cuando su tío, el obispo de Cartagena, le lleva a Madrid para adquirir en una subasta un misterioso cuadro de un seguidor de Francis Bacon. Una vez adquirido, el cuadro desaparece en manos de una misteriosa pelirroja, Alicia Silva, que no solo robará el lienzo, también parte del alma de Elías, que a partir de ese momento empieza a caer en una espiral difícil de superar pese a los intentos familiares por olvidar el asunto del cuadro y centrarse en la aparición de la reliquia religiosa.
La historia presente de Elías y el misterio del cuadro se turna en la narración con trozos del pasado protagonizado por L, una niña miembro de un extraño grupo de titiriteros, relacionados con los agotes (grupo social minoritario y marginado de la zona del Valle de Baztán), cuyo estilo de vida ven con malos ojos tanto la Iglesia como los habitantes de la zona. Pasado y presente van construyendo un relato que si bien tiene un ritmo parecido a las novelas de Dan Brown, termina derivando en algo más interesante y alejado del misterio de la reliquia religiosa, en buena parte gracias a la historia de los agotes que tan bien documentan y plasman los autores en el libro. También, como es de esperar en este tipo de libros, el “palito” a la Iglesia está presente, atacando más que a la fe religiosa a la oscura sombra de corrupción que siempre planea sobre las altas instancias de esta institución.
Con algunas de mis últimas lecturas había tenido sensación de atasco mientras las leía, algo que, por suerte, no pasa leyendo Ningún escocés verdadero. Y aunque esto no implica que la novela sea mejor que las anteriores, sí que se agradecen estas tramas fluidas y adictivas, de las que empiezas a leer y horas y páginas pasan sin que uno se dé cuenta. Porque si por algo hay que felicitar a Ana Ballabriga y David Zaplana es por crear una trama cuyo interés se mantiene en alto de principio a fin, traspasando en ocasiones ciertos límites morales y sexuales que muy probablemente escandalicen a algún lector incauto. Pero estamos en el terreno de la ficción, no lo olvidemos; los límites están para superarlos, y lecturas tan poco encorsetadas, pese a no ser habituales, deberían ser necesarias. Eso sí, en ese afán por transgredir y sorprender, quizá algunas partes del final pequen de incoherentes o irrealizables, pero se disfruta tanto leyendo la historia que incluso esos “pequeños” errores son perdonados con gusto.
Como único punto negativo, encontramos las innumerables erratas ortográficas a la hora de dividir con guiones las palabras del texto, algo en lo que los autores no son responsables, recayendo la culpa en la falta de cuidado de la editorial. Pero salvo este inciso, no puedo más que recomendar fervientemente la lectura de Ningún escocés verdadero. Ana Ballabriga y David Zaplana, pese a la dificultad añadida de escribir a cuatro manos, presentan un libro más que notable.
César Malagón @malagonc
Muy buena pinta, tomo nota