No encuentro mi cara en el espejo, de Fulgencio Argüelles
Título: No encuentro mi cara en el espejo
Autor: Fulgencio Argüelles
Editorial: Acantilado
Páginas: 320
ISBN: 9788416011254
No es la primera vez que vengo a hablarles de Fulgencio Argüelles, y desde luego sé que quienes hayan leído El palacio azul de los ingenieros belgas no precisan que les refresque la memoria sobre este autor y su envolvente forma de escribir. También en su día les hablé de otra de sus novelas, A la sombra de los abedules, que aun no habiendo tenido la misma repercusión a mi me pareció una novela absolutamente maravillosa, aunque eso sí, como toda la literatura de Argüelles, requiere atención, interés y esfuerzo lector.
Argüelles, con esta novela titulada, No encuentro mi cara en el espejo, una vez más nos lleva a esa tierra que tan bien conoce y tanto quiere, esa Asturias húmeda y profundamente minera, Peñaforte la llama, que seguro no queda muy lejana a su Uriés natal.
Miren lo que dice el autor hablando de su forma de escribir: “Para mí la forma, el envoltorio es esencial. No basta con regalar una historia, hay que envolverla, llenarla de colores, de música, de brisa o de lluvia o de luz, hay que explotar al máximo esta maravillosa lengua que tenemos, llena de posibilidades y de palabras hermosas. Eso es la literatura”, y como así de bien lo dice él, no seré yo quién añada nada al respecto, porque así es su prosa, de esa forma que el entiende la Literatura, de esa forma que a mí me recuerda a Gabo y su tremenda capacidad de transmitir sensaciones a través de las palabras, y muchos somos los que quisiéramos poder compartir ese don al que solo algunos alcanzan.
En el libro tenemos de fondo, pero muy de fondo, la Guerra Civil, no es ese el tema del libro, no es ese el terreno por el que nos va a llevar el autor. Como también suele ser ya costumbre en él, nos lleva por el camino de la amistad, de las buenas conversaciones, sí, de esas que casi nunca tenemos ya…, bueno, salvo las noches de los viernes, tras la cena con los amigos y con una copa de buen vino en la mano; pues sí, de esas conversaciones de alto contenido intelectual, o infinito contenido sentimental; así son, o así las he visto.
Y de la misma forma que me entrometía en las conversaciones entre Settembrini y Naphta, entrañables personajes de La montaña mágica, de Thomas Mann, También lo he hecho en las del joven cura y el viejo maestro, y como no, entre las de María y Zulema, amigas y confidentes, o entre María y su hijo. Sí, he conversado con todos estos personajes de política, de la Iglesia y de Dios, de la muerte, de los hijos y de los padres, de que la vida es dura pero hay que aprovechar los días de sol. De secretos, esos secretos que los hijos, en ocasiones, queremos arrancar a los padres. Y del miedo de los hombres, miedo a la mina, miedo a amar… Y de la importancia de las palabras dichas, de las escritas, de esas ideas de las que son vehículos, de la palabra que todo lo pueden.
No he podido evitar el recuerdo de unas vacaciones en una localidad asturiana, nos llovió 13 de los 15 días que allí estuvimos cinco amigos en una casa rural, me han venido a la memoria, mientras leía, aquellas tardes lluviosas y húmedas, las largas sobremesas de café y conversación, y de sidra, y hablar, conversar y dialogar horas hasta dar la vuelta al mundo y dejarlo arreglado…
Y me ha encantado volver a leer aquellas frases hechas y refranes que tanto gusta poner en boca de sus personajes a este autor, y me han emocionado las pequeñas referencias a aquella otra historia que tanto me maravilló sobre unos ingenieros belgas y su palacio azul; porque leerle, Sr. Argüelles, hablando del pasado, ha sido un duro regreso a esta realidad que nos está tocando vivir, otra vez el viejo discurso de unos y otros, porque no es la vida como su libro, la vida real son monólogos encadenados mientras que su libro es diálogo y conversación… dos cosas que podrían evitar, Dios así lo quiera, hasta una guerra.
Susana Hernández
Hace nada que hablábamos de la capacidad o del don para ser un contador de historias, y me vengo aquí y me encuentro con que haces precisamente hincapié en la capacidad que tiene este autor no sólo de transmitir una historia, sino también de envolverla bien, darle una forma que te engatuse, sabiendo incluir personajes que con sus diálogos son capaces de dar satisfacción a esa otra parcela que tenemos, que es la curiosidad por las cosas, por los diferentes puntos de vista, de la confrontación entre un Sttembrini y un Naphta (qué buen ejemplo has traído para hacernos picar) para obligarnos -poniéndonos en el lugar del otro- entender un poco más. Todo esto encima yo lo encuentro de lo más divertido.
En fin, Susana, veo que traes uno de esos autores cuyos libros son siempre elección segura. Te tengo que hacer caso.
Un abrazo.
Un día leerás a Fulgencio Argüelles y descubrirás una forma muy especial de contar historias. Ya sabes, de esas historias que te llevan a otras historias. Y a otros sueños y cavilaciones… Que sé que eso te gusta 😉
Besicos !
Susana:
te faltó añadirle a Icíar que es de esas historias que la llevarán a hacer muchas notas 😛 jajaja
Tengo el libro anterior (el del palacio azul) pero lo dejé comenzado en algún lugar donde vacacioné y recién acabo de recuperarlo. Ya este año no me da tiempo de leerlo, pero espero poder hacerlo el siguiente sin falta 😉
Ahhh, que necesaria es la conversación para que no se desate una guerra ¡cuanta razón tienes! acá ahorita el presidente de México no quiere escuchar los reclamos de los ciudadanos, y está hablando de que quienes alzan la voz tan sólo quieren desestabilizar y ha comenzado a hablarse de que reprimirá. Y cuando hay represión, ya sabemos lo que sigue: la revolución.
Un beso,
Ale.
Es uno de mis escritores favoritos, porque generalmente encuentras libros muy buenos en la forma pero que les falta fondo o viceversa, pero con Argüelles, lo tienes todo, el fondo y la forma, así te das cuenta de que un buen libro no se escribe en cuatro meses 😉
Espero poder comentar pronto contigo Ese palacio azul … 😀
Un besico !
Hola, Susana. Cuando supe que Fulgencio Argüelles presentaba su nuevo libro me acordé inmediatamente de tí 🙂
Aún no lo he leído -estos últimos meses no solo he estado alejada de la blogosfera e internet en general sino también, aunque menos, de la lectura. Respecto a A la sombra de los abedules, que a mí también me pareció muy bueno, creo que la falta de repercusión estuvo en gran parte en que la editorial es asturiana y tiene menos alcance que por ejemplo Acantilado.
No solo leerlo es un placer, también escucharlo; en cuanto a sus libros no solo te atrapan las historias que nos cuenta sino que vas paladeando la forma que tiene de hacerlo.
Iciar ¿no has leído a Argüelles? Pues haz caso a Susana y animate a hacerlo; estoy segura de que te gustará.