No soy ese tipo de chica, de Lena Dunham
“He compartido tantas cosas y hay tanto que ha quedado destrozado al hacerlo. Nunca lo lamenté porque nunca me importaba.”
He tomado una determinación. Quiero ser amiga de Lena Dunham. Si alguien tiene los medios oportunos que se lo haga saber, por favor. Contadle, de paso, que ya he resuelto la parte “complicada” de nuestra amistad. Esa que consiste en escuchar y escuchar y escuchar. Y que además estoy dispuesta a seguir haciéndolo. Aunque en algún momento, quizás sea este, tal vez intervenga y diga algo. Algo muy pequeño. Sin importancia. Para que al menos pueda coger aire antes de continuar.
Así las cosas, he de reconocer que con Lena, mi nueva mejor amiga, es difícil hallar límites. A veces la quieres y a veces la odias. Incluso a ratos es posible que te provoque ambos sentimientos a la vez sin saber muy bien por qué. Parte de culpa la tiene su aparente interés por exhibirse y de contarse una y otra vez al mundo. O esa tendencia de creerse realmente, o más bien de tener el descaro de afirmarlo, que ella es la voz de toda una generación, no voy a decir de la mía. Sea como sea, ella es ella. Y además es Hannah, su personaje de televisión en Girls, esa serie que ella mismo creó para la HBO, que a veces dirige, escribe y produce. También es esta novela, No soy ese tipo de chica, como si las chicas solo fueran de una sola clase, o las novelas, o sus autores. Un libro que, por ser el tipo de texto que es, es probable que yo hubiera pasado por alto si no fuera ella quien firma. Y hubiera cometido un error. Que juzguen otros su transcendencia.
¿Y qué tiene que ofrecernos su novela que no nos haya contado ya en Girls? Mucho más de lo que yo misma esperaba. Y es que Dunham es tan tremendamente generosa cuando escribe que da la sensación de que lo hiciera sin ningún tipo de censuras internas ni control, salvo el que ejerce para ordenar sus reflexiones o para resguardarse del mundo junto a su actual pareja, el guitarrista de la banda Fun, Jack Antonoff. Es a él al que le dedica las mejores palabras y también las menos explícitas, consciente de que también para ella algunas cosas es preferible guardarlas.
Porque quien conozca de antes a su autora, sabrá de sus gustos por desnudarse y exponerse, con total naturalidad, ante el público. Habrá incluso quien vea en sus actos un claro intento por llamar la atención. Con ella siempre hay sitio para la polémica, aunque la verdad sea otra. No soy ese tipo de chica trata sobre alguien tan libre y tan valiente que hace y dice lo que le apetece, capaz de reconocer sus imperfecciones y cada uno de sus defectos, sin temor a hablar de esas cosas políticamente incorrectas o que a muchos nos avergonzarían, que reducen constantemente nuestras conversaciones a la nada y hacen que pasemos de puntillas por encima de las palabras que realmente importan.
Hay mucho en esta novela que hace de ella una lectura entretenida, con grandes dosis de humor y sarcasmo, pero profundamente reflexiva y también inspiradora. De hecho es en estos ratos en los que se pone seria cuando, como en su ficción, te enamora. En ella su autora comparte sus experiencias sobre el sexo, la amistad, el trabajo, la muerte, el amor y sus trastornos alimenticios. Nada queda al margen de sus páginas. Tampoco Girls.
Y es que con su escritura, Dunham consigue que parezca fácil hablar de casi cualquier cosa. Solo que no lo es. Tampoco cuando menciona ese pasaje oscuro y amargo de su vida que corresponde con los años de Universidad y su agresión sexual.
Con todo a veces me pregunto si Lena Dunham se quedará sin cosas que contar una vez que termine de hablar de ella misma, y si me gustará lo que tenga que decir. O si, por el contrario, cualquier día de estos se cansará de tanta exhibición y desaparecerá de nuestras vidas. Si ocurriera, de seguro que será una gran pérdida. Pero para entonces quizás, con un poco de suerte, ya seremos amigas. Si habéis cumplido vuestra parte. Si le habéis dado mi mensaje. En ese caso. Gracias.