Estamos ante un thriller psicológico, en sentido literal y estricto; bueno, más estricto aún sería calificarla de “thriller psiquiátrico”, porque el narrador -inolvidable, por cierto, y, lo adelanto ya, uno de los grandes logros de la novela, para bien y para mal-, Alan Forrester, es psiquiatra, y mucho tiene que decir en la trama la ciencia psiquiátrica o, más estrictamente, la psicología de cada personaje y la indagación en sus mentes. Así es como llegamos a Freud. Freud o lo que de él quedó en la cultura de masas, pasado por el tamiz de Alfred Hitchcock, que ya en su Recuerda y en su Marnie, la ladrona nos enseñó, para siempre jamás, que uno sana al instante de sus traumas más profundos, de cualquier carácter y cualquier capacidad destructora, en el momento en que recuerda claramente el momento y origen de esos traumas. Así de fácil y así de limpio. Y, aunque eso haya quedado desmentido hace tiempo, algo de ese mensaje -el poder curativo del recuerdo- hay en este No todo está olvidado. Que, lo digo desde ya, es un gran acierto editorial de Umbriel, un thriller diferente y con mayor profundidad y más meollo que la mayoría de las novelas que se editan bajo esa etiqueta de género.
Curiosamente, la cultura popular también tiene en gran estima el tópico de que, para seguir adelante en la vida lo más incólumes posible después de un acontecimiento crítico, uno debe olvidarlo. Para la adolescente Jenny Kramer, violada durante una hora entera, no es así. Lo descubre de la peor forma posible después de que sus padres, al ir a verla en el hospital, decidan dar su autorización para que a Jenny le administren una nueva droga capaz de impedir que los recuerdos traumáticos queden grabados a fuego en la mente. En otras palabras, que la droga ha hecho que Jenny olvide su violación. Los padres y los médicos creen que, así, será como si nunca la hubieran violado, pero no es cierto. Jenny no puede soportar su existencia y, cuando las cosas llegan a un punto crítico, ella misma decide que quiere tratar de recuperar su recuerdo. Para poder sanarse, para poder seguir adelante. Un psiquiatra con muy buena reputación y que no ha fracasado en (casi) ni uno solo de los casos que ha tratado, Alan Forrester, será el encargado de tratarla.
Pero Jenny, Alan y su familia viven en una comunidad muy pequeña, Fairview, donde todo el mundo se conoce y los traumas y los delitos de algunos muy probablemente salpiquen a otros. Además, en Fairview es muy difícil guardar secretos, sobre todo si son sucios y vergonzosos. Y no es Jenny quien tiene motivos para avergonzarse, sino la gente que la rodea, aquellos en quienes más confía.
La historia, teñida de tonos oscuros desde el comienzo, adquiere tintes aún más negros según avanza la narración, que nos es suministrada exclusivamente por el doctor Forrester, un personaje al que conocer es odiar. Méritos hará para ganarse nuestro odio o, al menos, nuestra aversión, no se preocupe el lector; bien pronto se dará cuenta de ello. Lo malo es que no tenemos más fuente de información que nuestro buen y arrogante doctor, con lo cual, incluso aunque sospechemos que no merece nuestra confianza, no tenemos más remedio que seguir escuchándole.
No todo está olvidado es una potente parábola sobre el poder del recuerdo, pero, sobre todo, del poder de enfrentarse a lo que se recuerda. No es verdad, dice, lo que nos aseguraba el doctor Freud, o lo que se dice que aseguraba; no basta recordar, ésa es la parte fácil (aunque a veces sea extremadamente dura). Lo verdaderamente difícil, el verdadero desafío, es qué haces con ese recuerdo, con esa verdad. Si obviar la realidad y mirar para otro lado no es una solución y, además, a la larga, resulta autodestructivo, elegir la realidad implica también el deber de la valentía y del amor por uno mismo: muchas veces no existirá siquiera la opción de la venganza, sino, solamente, la de la aceptación incondicional de lo que ha sucedido y la decisión de seguir viviendo, pese a todo. El de la joven y valiente Jenny Kramer es el personaje más importante y más modélico de esta novela; es el personaje más positivo, el que decide seguir adelante pase lo que pase. Pero también el resto de los personajes -la mayoría, o casi todos, podemos decir, profundamente defectuosos en el plano moral- tienen algo que enseñarnos. Todos ellos buscan una verdad, su verdad, y buscan aceptarse a sí mismos pese a esa verdad que les indica que son imperfectos, que no son la versión de sí mismos que una vez soñaron.
Estos mensajes llegan de forma gradual y natural, mientras disfrutamos de un thriller que nos reserva muchas sorpresas y nos deja con un desenlace muy bien pergeñado y, además, muy en consonancia con el resto de la historia.
No todo está olvidado ha cosechado gran éxito en EEUU, y demuestra que Wendy Walker, abogada de profesión, ha acertado plenamente al orientar su carrera hacia la escritura.