Reseña del libro, “Noches de luna rota”, de Fulgencio Argüelles
Soy una enamorada de la escritura de Fulgencio Argüelles, lo sé. Nunca he podido olvidar cuando me acerqué a él en lo que fue para mí su primera Novela, publicada también por Acantilado, El palacio azul de los ingenieros belgas ¿Recuerdan? Una estupenda obra que obtuvo el Premio Café Gijón.
Quien en aquel momento leyó ese libro y lo disfrutó, nunca lo habrá olvidado. Ya el arriesgarse con ese título decía mucho de donde te metías. Un escritor de iniciación que, sin embargo, aúpa la Literatura a un estadio superior al que pocos escritores logran acercarse. No es de extrañar que sea tan recomendado en el último curso de bachillerato o en numerosos clubes de lectura, como seguro pasará con estas Noches de luna rota.
Fulgencio Argüelles siempre pone en valor el conocimiento, el valor del saber:
“… yo sufro por lo que nos pasó a nosotros, por lo que me pasa a mí, pero los que saben mucho sufren por toda la humanidad, sufren por lo que van descubriendo… Digo yo que si estudias mucho te deben de crecer dentro las esperanzas como si fueran zarzales, como si con cada sabiduría nueva fueras añadiéndole exigencias a la vida…”
En Noches de luna rota, me he reencontrado con ese tipo de escritura en la que lo importante son los personajes y sus reflexiones, y cómo el conjunto te envuelve en la Historia, y no solo en la historia de los habitantes de Peñaforte, ya saben, seguimos en Asturias, en una pequeña aldea no muy alejada de donde situó aquel palacio de los ingenieros, sino que nos sitúa también en un tiempo, no concreto, pero bien sabemos que ya terminó la Guerra Civil y que cada cual tiene que recomponer su vida y recomponerse el alma.
En ocasiones ocurren hechos que pasados los años se convierten en heridas para todos los vecinos de un pueblo. Fantasmas que siguen desvelando a quienes han tenido algún tipo de responsabilidad, incluso aquellos que han heredado, o creen haber heredado, esa responsabilidad, esa culpa que uno no se acaba de sacar del alma.
La boda de dos jóvenes del pueblo, Jovita y Arbicio, podría ser el punto y aparte que todo el mundo necesita para seguir adelante. Imagino que solo el amor es capaz de cerrar heridas y enterrar los fantasmas del pasado.
A Arbicio le hubiera gustado estudiar las palabras, pues cree que cada una de ellas tiene en sí misma una historia.
Alguna pequeña sorpresa tendremos los que recordamos a Nalo, aquel joven jardinero del palacio, y para mi sorpresa también han vuelto los refranes y las frases hechas, y esa forma de hablar que te mete en el tiempo y momento en el que se está viviendo esta historia.
Y han vuelto las sabias reflexiones… Y con ese puñado de actores entendemos cómo ha evolucionado y cómo vive no solo esa villa, sino todo un país, pero podemos ir más allá, con ese puñado de personajes podemos comprender un poco más al ser humano.
Y vuelven esos nombres maravillosos que ya han caído en desuso pero que tan comunes eran por esas tierras que conformaban aquella Castilla la Vieja. De entre esos nombres me ha encantado que una de las mujeres se llamase Dulce Nombre, ya que ese era el nombre de mi abuela y es el nombre de mi hermana, gran lectora a la que también, a buen seguro, este libro le llegará al alma.
Y esa es la belleza literaria que encontraremos en Noches de luna rota.
Este libro es como sentarse a escuchar una historia contada por quienes la han vivido, pues cada uno de los 30 capítulos en los que se divide es una conversación entre dos de ellos. Hay personajes que se repiten e interactúan con otros en varias ocasiones, y tengo que decir que los diálogos son absolutamente maravillosos…
Así que no es de extrañar que hasta yo haya repetido las palabras de Delmiro:
- ¡Joder! ¡Juan Jacobo Varela Caparina! ¡Qué bien hablas y cómo me gusta escucharte!
En la Literatura, como en la vida, siempre debe haber voces para la esperanza.
Fulgencio Argüelles es una de ellas. Gracias.