Reseña del libro “Nocturno a Tánger” de Kevin Barry
De vez en cuando (muy de vez en cuando, debo reconocer), cae en mis manos una novela de esas que, a pesar de ser brutal, salvaje y explosiva, melancólica (y poética) como pocas, ayuda a destensar un poco los músculos de la cara y le lleva a uno a sorprenderse otra vez con amaneceres del color de las mandarinas, por ponerle a usted un ejemplo de hoy mismo. Pues este, es uno de esos potentes y extraños libros. De los que provocan sentimientos de reconciliación con lo que tenga uno que reconciliarse y, a su vez, en medio de la constante incredulidad de la vida diaria, una febril y agotadora necesidad de querer intentarlo de nuevo, por mucho que seamos conscientes del riesgo que eso entraña para nuestros cansados cuerpos.
Pero no, espero que no se confunda usted conmigo. Aquí no estamos hablando de madres coraje, ni de reencuentros de amorcitos perdidos tras terrible guerra ni de memeces lilas por el estilo. Aquí estamos hablando de la puta vida que se nos va sin darnos cuenta. Y de huir de lo que sea y a todas horas. Y del daño que lo uno y lo otro (nos) provoca. De enloquecer sin remedio, vamos. Ya sabe: lo que unos llaman añoranza, algunos, romanticismo, otros, incapacidad o incluso ingenuidad, pero sobre lo que, la mayoría de nosotros, y sin saber muy bien por qué ni cómo, tenemos puestas ciertas (y cada vez más frágiles) esperanzas.
Y supongo que algo parecido a esto es lo que piensan Maurice Hearne y Charlie Redmond cuando, sentados en un banco de la fantasmal y fría terminal de ferrys del puerto de Algeciras y mientras repasan en voz alta (y para que nos enteremos los de este otro lado) sus incomprensibles y enloquecidas vidas de contrabandistas mafiosos y destrózalotodo, esperan con impaciencia que aparezca el llamado Nocturno a Tánger, un barco que cruza el estrecho de Gibraltar cada noche entre la bruma del horizonte. Un barco que viene justo del otro lado, quizá de la otra vida, sea esta la que sea. Porque el Nocturno a Tánger podría ser la metáfora perfecta de una redención, pero también de la incertidumbre de lo que está por venir. En definitiva, todo va de los restos que dejamos, de recordar lo que no se tiene, lo que se perdió hace tiempo, de pensar las cosas siempre a toro pasado. ¿De arrepentirse? No lo tengo tan claro. Pero sí de subir o de bajar todo el rato de algún sitio. ¿Bajar de esa forma de vida tan desquiciada para intentar recuperar el tiempo malgastado y, ya de paso, el amor de Cynthia y el perdón de una hija que te abandonó hace tres años? ¿O, por el contrario, seguir navegando hacia quién sabe dónde, intentando encontrar de una vez por todas el propio destino caiga quién caiga? ¿Es este momento de la vida el definitivo, el ansiado final de la travesía, la llegada feliz a puerto, o estamos a punto de partir de nuevo hacia lo desconocido? ¿Usted qué cree? Pues yo lo que creo es que debería leer este libro.
Tome nota. Nocturno a Tánger, la tercera novela del escritor irlandés Kevin Barry. Publicada en España por Alpha Decay. Con traducción fantástica a cago de Héctor Castells Albareda. Nocturno a Tánger, recuerde. Una historia de padres e hijos, en realidad. Nominada al Booker Prize 2019, finalista del Irish Book Awards y unas de las diez mejores novelas del 2019 según The New York Times. Un libro que, premios y estatuillas de pacotilla aparte, a mí me ha dejado atrapado sin remedio y desde hace ya unos cuantos días no me suelta ni a la de tres. Yo creo que el efecto va a durar mil años. Hágame caso: si no lo hace ya, debería usted probar este tipo de drogas libros más a menudo.
Probablemente, desde La canción de los vivos y los muertos de Jesmyn Ward no me encontraba con un libro tan hipnótico como el de Kevin Barry (aunque el año pasado varios irlandeses como él me pusieron la cabeza bien del revés). Barry es sugerente y hechizante. Como una melodía de jazz interminable. Un suave y dulce reggae mientras ves caer la tarde con el dolor y la alegría de seguir vivo a pesar de todo.
El libro (repito) es todo un ejercicio de estilo de principio a fin y esto (resalto) convierte la potentísima historia que se nos narra en algo mágico y casi irreal, amplificando la naturaleza misteriosa y tragicómica de la misma. Poesía pura, hechizos y conjuros hechos de frases cortas y directas. Palabras escogidas, símiles y descripciones sensoriales y sugestivas a más no poder de los paisajes costeros de España, de las ciudades europeas que se transitan, de sus gentes y de sus noches misteriosas. Lirismo intenso y premonitorio. Belleza a raudales, en definitiva, para una historia lúgubre, salvaje y romántica a la vez. La de estos dos pobres irlandeses cabrones, Mass y Charlie. Charlie y Mass, que han arrasado con toda la droga y con todo el dinero, con su vida entera y con la de los que tenían alrededor, igual que otros arrasaron terriblemente las suyas cuando eran tan solo unos críos.
El Nocturno a Tánger está en ruta y hace parada en todas las librerías. Sería usted imbécil (y cobarde, siento decirle también) si no se diera el gustazo de subirse a un barco así de vez en cuando. Yo prometo esperarle al otro lado, con la maleta llena de nuevos libros y alguna cosa más por si nos entra hambre. Y que los perros rabiosos le sigan ladrando a la luna.