Reseña del libro “Nona la novena”, de Tamsyn Muir
En la literatura la mezcla de géneros es un arte en el que no todos los autores están a la altura. Es un trabajo de pura artesanía tomar elementos de la ciencia ficción, la fantasía o la novela negra e hilvanarlos metódicamente hasta elaborar un producto de calidad. La autora neozelandesa Tamsyn Muir es una de las pocas que ha conseguido realizar con éxito esta mastodóntica tarea. Pero no contenta con esto, la autora hace también la vendimia de la cultura pop, extrae de lo bueno lo mejor y elabora un cóctel que ha dado como resultado una saga de novelas únicas. La saga de La Tumba Sellada inició su andadura con Gideon la Novena. Nigromantes, naves espaciales, una cohorte de personajes carismáticos y un gran juego del Cluedo fue la fórmula del éxito. Pero Tamsyn Muir parece ir innovando a medida que escribe la saga, añadiendo elementos que, sin cierta destreza, habrían dado un producto mediocre. En Harrow la Novena, a todo lo anteriormente mencionado, se le incorporó el thriller psicológico. Lo real se tornaba difuso en una mente rota y sin rumbo. Una especie de Los renglones torcidos de dios pero con seres inmortales, monstruos del tamaño de planetas y una magia capaz de poner en pie a los muertos. Ahora Tamsyn vuelve a la carga con Nona la Novena (tercera novela de la saga publicada por Nova y brillantemente traducida por David Tejera Expósito) y no quiere que el lector se acomode, no quiere que se duerma en los laureles y que la rutina lo haga leer por pura inercia. Mismas reglas, pero nuevos elementos, nuevos personajes y un par de géneros que añadir a la colección: el drama bélico y el thriller de espías.
Mediante elipsis narrativa entramos en Nona la Novena. Lo primero es descubrir a Nona. Nona es un personaje único, de esos de los que es difícil no sentir cariño tras unas pocas páginas de lectura. Muestra ciertas tendencias y rarezas comparables a las de Amélie Poulain, una candidez y buena fe que nada deben envidiar a Forrest Gump y un secreto que guarda en lo más profundo de su ser que obliga a estar atento y a mirar con lupa cada una de sus acciones. Nona tiene una familia, una familia que podríamos definir como especial pero que con no normativa también serviría. Pyrrha Dev, Camilla Hect y Palamedes Sextus que además de sus cuidadores también son las personas encargadas de desentrañar quién es realmente Nona y por qué el grupo terrorista Sangre del Edén quiere utilizarla como arma. Tras la presentación de personajes toca presentación de la situación. Y la situación es muy peliaguda. Nona vive en una ciudad asediada por la guerra, por esos enfrentamientos sangrientos que Sangre del Edén mantiene con el Séquito, por esa guerra de guerrillas que no son más que una forma de hacer salir al Emperador Imperecedero de su escondrijo. Pero a pesar de los edificios que se caen a pedazos, de los continuos enfrentamientos y de los francotiradores apostados en los tejados, a pesar incluso de esa esfera azul que amenaza a todo el planeta, Nona intenta llevar una vida normal porque sabe que tarde o temprano todo puede llegar a su fin.
Lo primero que llama la atención al empezar a leer Nona la Novena es el sutil cambio de narración: más directa, más íntima y siempre con un personaje de extrema ingenuidad y gran corazón como núcleo. La historia, únicamente al principio, funciona por sí sola, como si no formara parte de saga alguna. El drama bélico se abre camino con naturalidad, sin tramas forzadas y con cierto grado de humor. Leer como Nona muestra una rutina trabajando en el colegio y formando parte de una pandilla de críos con nombres tan curiosos como Honestidad o Salsa Picante es realmente enternecedor. Pero lo tierno también muestra partes duras. La supervivencia en condiciones extremas a las que cada uno de los integrantes de la pandilla se ve sometido nos hace despertar, de forma cruel, de esa sensación de que todo está bien y de que aquí no pasa nada. Una sensación que siempre queda aliviada por el optimismo risueño y extremo de Nona. A estos capítulos se les alterna otros en los que por fin seremos testigos de la transformación de John Gaius en el Emperador Imperecedero, la creación de todo este mundo y la desaparición del anterior. Algo que ya se dejaba entrever en la primera novela. Una transformación de dimensiones cósmicas que nos llevará a un alucinante y lisérgico viaje de luces, colores y espacio-tiempo. Con esta narración al estilo oral, con formato de entrevista e incluso bíblico (sobre todo bíblico) que engancha de una forma insana, Tamsyn Muir revela muchas de esas piezas que en novelas anteriores parecían no encajar del todo además de marcarse una sátira de ciencia ficción que nada tiene que envidiar a la película No mires arriba.
En Nona la Novena el thriller de espías a lo John le Carré también tiene su porción de novela. En realidad viene gestándose desde el principio, pero lo hace a fuego lento, o al menos hasta que todo salta por los aires y el plan se pone en marcha. Dobles agentes, incluso triples, traiciones entre facciones de Sangre de Edén y operaciones que recuerdan a Misión Imposible si en Misión Imposible hubiera más representación femenina así como de zombis. En la recta final Tamsyn Muir juega a los trileros con almas y cuerpos y, para no perder la costumbre, se marca algún deus ex machina (¿tal vez lo explique en la próxima entrega?) añade mucho de space opera pulp que deja al lector desorientado y releyendo párrafos en busca de clarificar ideas antes de alcanzar un final metafísico, conceptual y sublime que deja con ganas de más huesos, entrañas y almas.